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En términos etimológicos puros y simples, la palabra fascista proviene del latín «fasces». El símbolo de las fasces es un haz de varas que contiene un hacha con la hoja saliente. Se porta ante un lictor, un magistrado romano superior, como símbolo de poder sobre la vida y la integridad física: las varas simbolizaban el castigo por azotes, la ejecución con hacha, la decapitación. Por lo tanto, en latín también significaba, en sentido figurado, «alto cargo, poder supremo».
Este, por cierto, es el mismo símbolo que se exhibe en la Cámara del Congreso de Estados Unidos (y en muchos otros lugares): haces de palos enrollados alrededor de un hacha con la hoja expuesta. No es casualidad, ya que el gobierno y quienes lo dirigen y controlan esperan ocupar el cargo más alto para ejercer el máximo poder contra el pueblo, todo ello con el respaldo de las armas.
A principios del siglo XX, el fascismo de Mussolini se consideraba el "movimiento político anticomunista", y este término hoy, aunque desvirtuado y usado incorrectamente en muchas ocasiones, debería entenderse como el término descriptivo de un gobierno supremo que ejerce un poder ilimitado sobre una sociedad gobernada de gente oprimida, independientemente de si la población lo percibe o no. (La población estadounidense no se da cuenta de casi nada). No se trata de derecha o izquierda, que son lo mismo, sino simplemente del gobierno dominante de un gobierno totalitario. Estados Unidos hoy es un gobierno de este tipo, y por lo tanto, llamarlo fascista es totalmente correcto.
La política de gobierno de Trump es completamente fascista en todo el sentido de la palabra, pero independientemente de a quién acepten los descerebrados como su "líder" supremo la próxima vez, independientemente del partido, será aún peor, ya que cada ataque criminal perpetrado contra el pueblo por la clase política y sus controladores se mantendrá, y se cometerán más atrocidades. Es un ciclo interminable de tiranía.
Actualmente hay 44 declaraciones de emergencia nacional vigentes, algunas de las cuales se han renovado repetidamente durante décadas. Trump ha declarado recientemente seis declaraciones de emergencia nacional más, y muchas más están por venir. El Congreso supuestamente tiene la autoridad para revocar estas llamadas órdenes de emergencia, pero con la capacidad del presidente para vetar cualquier revocación, y con el voto de dos tercios necesario para anular su veto, es casi imposible que cualquier iniciativa de revocación prospere. Por lo tanto, este país puede estar completamente controlado por órdenes de emergencia que no pueden revocarse políticamente. Ese es el estado de control dictatorial en el que vivimos hoy.
Como he dicho tantas veces durante las últimas décadas, nada puede ni podrá remediarse por medios políticos. Simplemente no es posible, y los débiles siervos que residen aquí no tienen la inteligencia ni el coraje para promover su propia libertad. Solo el incumplimiento total y la eliminación de esta estructura de gobierno bastarán para poner fin a esta tiranía masiva, independientemente de cualquier argumento en contra. ¡Cualquier dependencia del sistema político es tan útil como mear contra el viento!
Gary D. Barnett
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