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Le blog de Contra información


Implantes cerebrales: cuestionando la naturaleza humana

Publié par Contra información sur 28 Juin 2023, 16:45pm

Implantes cerebrales: cuestionando la naturaleza humana

Los implantes cerebrales pueden definirse como dispositivos artificiales que interactúan con el cerebro. En concreto, ofrecen soluciones artificiales de sustitución para funciones perdidas como el habla.

Estos avances tecnológicos están resultando especialmente interesantes, por ejemplo, para ofrecer nuevas formas de comunicación a las personas que sufren parálisis graves.

Pero aunque la ayuda que promete esta tecnología parece inestimable, no deja de plantear cuestiones éticas que deben abordarse, incluso a medida que la tecnología se desarrolla.

Dos enfoques de gran alcance

Entender cómo funciona el cerebro y mejorar nuestra capacidad de intervención para remediar algunas de sus disfunciones son algunos de los grandes retos asumidos por la neurociencia en los últimos diez años. Y dos enfoques diferentes y de gran alcance se han materializado.

El primero, fundamentalmente teórico, consiste en modelizar de forma realista el funcionamiento del cerebro mediante redes neuronales artificiales (informáticas o electrónicas): es el objetivo del proyecto europeo Human Brain projet. El segundo enfoque, pragmático, consiste en desarrollar implantes cerebrales para registrar y estimular el mayor número posible de neuronas: es el objetivo del vasto proyecto American Brain Initiative y del proyecto europeo Braincom.

En muy poco tiempo, lógicamente llegará el momento en que tendremos por un lado vastas redes neuromiméticas artificiales e interfaces de muy alta resolución que permitan el acoplamiento bidireccional (grabación y estimulación) con millones de neuronas del cerebro. La previsible fusión de estos dos mundos tecnológicos conduciría a la aparición de vastas redes híbridas que acoplarían la actividad cerebral a la de las redes artificiales. Y esto no es pura ciencia ficción: ya se han aportado pruebas de concepto mediante redes híbridas sencillas, como la técnica de la "pinza dinámica".

Hacia redes neuronales "híbridas

Creada a finales de los años 90, la técnica de la pinza dinámica permite acoplar una neurona artificial a una neurona real mediante un electrodo intracelular: la actividad de una modifica la de la otra de forma bidireccional. Y en el futuro, la llegada de implantes que incorporen un gran número de microelectrodos extracelulares -cada uno de los cuales garantiza un enlace bidireccional estable con una neurona individual- debería permitir construir redes híbridas a gran escala, incluso in vivo de grandes regiones del cerebrales.

Es cierto que aún no se ha hecho realidad. Pero está claro que el camino por recorrer probablemente no sea tan largo. Las redes neuromórficas ya son capaces de aprender automáticamente a reproducir la actividad de conjuntos de neuronas reales registradas por un implante cerebral. Esto significa que ya disponemos de la tecnología necesaria para que varias neuronas reales controlen redes artificiales complejas. Y a la inversa, también sabemos cómo utilizar redes artificiales para estimular neuronas reales con distintos grados de precisión.

El desarrollo de implantes cerebrales permite así vislumbrar el advenimiento de un acoplamiento híbrido entre el cerebro y vastas redes artificiales. La optimización de estas tecnologías permitirá simular neuronas artificiales mediante circuitos neuromórficos de muy bajo consumo energético y, en última instancia, implantar estas tecnologías de hibridación.

Audiencia de Éric Fourneret durante la consulta sobre inteligencia artificial y transhumanismo organizada por el MGEN y la Comisión Nacional Francesa para la UNESCO.

En este contexto, y aunque la implantación de dispositivos artificiales en el cuerpo no es algo nuevo, las fronteras tradicionales entre lo natural y lo artificial, entre el hombre y la máquina, entre lo vivo y lo inanimado, se vuelven más ambiguas. Una de las principales cuestiones planteadas, si no la principal de la que surgen todas las demás, es la siguiente: ¿qué "forma de vida" puede producir la tecnología de implantes cerebrales?

La naturaleza humana en cuestión

No se trata, sin embargo, de dejarse arratrar en una ambición ética reductora que sólo se detiene en los peores escenarios (colapsología) o, a la inversa, sólo considera los mejores escenarios (discurso tecnoprofético). Como sabemos, toda nueva tecnología aporta beneficios a los seres humanos, aunque a menudo exige una transformación social (por ejemplo, para ajustar el marco normativo de la acción social). Pero a veces plantea serios interrogantes sobre los efectos indeseables asociados a su uso, que hay que gestionar moral, social y legalmente.

Del mismo modo, el desarrollo de implantes cerebrales nos sitúa en esta línea de cresta, entre los beneficios y los abusos potenciales. Al fin y al cabo, no se trata de intervenir en un órgano concreto. Es del cerebro de donde surge nuestro sentido de presencia en el mundo, es decir, nuestra conciencia. Y de ella depende nuestra capacidad de captar el mundo y a nosotros mismos mediante un mismo acto: pensar la frontera entre el ser humano y el mundo y, simultáneamente, pensar la articulación entre ambos. La hibridación del cerebro con dispositivos electrónicos también tiene el potencial de tener un impacto sin precedentes en la forma en que pensamos al ser humano. Y por causa...

No existen seres humanos naturales cuyas funciones cerebrales neurofisiológicas se organicen bajo la influencia de componentes electrónicos implantados o, a largo plazo, de redes neuronales artificiales. Esta separación conceptual entre lo que es innato al ser humano y lo que se adquiere por medios artificiales podría dificultar la categorización del individuo dotado de un implante cerebral. Ni totalmente humano, ni totalmente máquina, es una mezcla de dos realidades diferentes cuya naturaleza híbrida podría producir una nueva unidad humana dentro del cuerpo biológico.

¿Es el implante cerebral una prótesis entre otras?

Podría argumentarse que ya existen prótesis de cadera y marcapasos. ¿Es tan diferente un implante cerebral de estos dispositivos artificiales que no plantean ninguna dificultad particular?

Se podría responder por la negativa. Si el implante cerebral se percibe socialmente como una prolongación electrónica del cerebro del individuo, del mismo modo que una prótesis de pierna prolonga el cuerpo, entonces no difiere de una prótesis tradicional: la conciencia de la frontera entre el Hombre y el mundo se mantiene en su función original. En este caso, el implante es una especie de proyección orgánica, en el sentido en que lo entendía Canguilhem: este dispositivo artificial tiene un sentido biológico, siendo su función compensar el fallo de un órgano natural.

No obstante, esto podría plantear un problema. Si esta forma de hibridación resulta ser una instancia de regulación y organización de la relación con el mundo ajena a la original, sugiriendo una forma de heteronomía (como la experiencia del cerebro en una cuba imaginada por el filósofo Hilary Putnam en 1981), podría ser considerada por la sociedad como una nueva corporalidad humana, donde la conciencia de algo es mediada por el dispositivo artificial. En efecto, si el sustrato del pensamiento cobra vida en sinergia con las redes neuronales artificiales, la conciencia de la frontera entre el Hombre y el mundo se vuelve artificial. En este caso, es probable que la hibridación se experimente, con razón o sin ella, como una desnaturalización. Y esto podría conducir a una transformación de los sistemas de normas y reglas que rigen la conducta dentro de una comunidad formada por seres humanos híbridos y no híbridos.

Es cierto que nuestro contacto con el mundo está cada vez más mediado por dispositivos artificiales, sin que se haga referencia alguna a los implantes cerebrales, como atestiguan los teléfonos móviles, los ordenadores y otras pantallas a través de las cuales entramos en contacto con la realidad. Pero, como ya hemos señalado, con estos implantes la investigación avanza hacia una tecnología de hibridación directa entre el cerebro y las redes neuronales artificiales. En estas condiciones, es importante analizar seriamente cómo puede afectar esta tecnología a nuestra representación de la "naturaleza humana".

Pensar la humanidad de la técnica y la tecnicidad de la humanidad

Una de las características más importantes del Hombre es de haber inventado y creado técnicas y tecnologías para satisfacer sus necesidades y compensar sus vulnerabilidades, de acuerdo con sus facultades e inteligencia, su voluntad y sus deseos. Basta que una cosa sea, en cierto modo, para que esté determinada en su desarrollo y destino. Así, el hecho de que el ser humano sea una especie tecnológica -característica que ahora sabemos que compartimos en diversos grados con otros animales- determina su destino en forma de difuminación de la frontera entre naturaleza y artificio.

Teniendo en cuenta que el mundo le ofrece oportunidades para satisfacer sus necesidades e innovar para contrarrestar las miserias de la vida, la humanidad es una imbricación cada vez más estrecha entre naturaleza y tecnología. Aunque siendo diferente de la técnica, habita el mundo a través y en la técnica. Y su evolución revela una frontera entre la naturalidad y el artificio mucho menos categórica de lo que se podría pensar: habita el mundo a través y en la tecnología. Y su evolución revela una frontera entre lo natural y lo artificial que es mucho menos categórica de lo que podríamos pensar: con el tiempo, se ha hecho cada vez más porosa. Así pues, la naturaleza humana no puede definirse al margen de las tecnologías con las que la humanidad habita el mundo. Por eso, pensar en las implicaciones éticas del desarrollo de implantes cerebrales significa pensar en estos estrechos vínculos entre el hombre y la tecnología.

Por supuesto, esta reflexión no se inscribe en un enfoque dogmático que adoptaría la forma de una colapsología o, a la inversa, de una profecía tecnológica. De hecho, el papel de la filosofía y la ética es cuestionar por la sola razón las implicaciones de las nuevas neurotecnologías, ateniéndose a los hechos y no a escenarios de ciencia ficción sin fundamentos en la realidad. Estos hechos los proporcionan los neurocientíficos y sus resultados. Por ello, la separación, aún demasiado marcada, entre la reflexión filosófica y la investigación tecnocientífica en curso resulta embarazosa e inadecuada cuando se trata de examinar las implicaciones éticas de los implantes cerebrales.

Por el contrario, para estudiarlos es necesaria una estrecha y sólida interacción entre los que se dedican a las humanidades y las ciencias sociales, por un lado, y los neurocientíficos y tecnocientíficos, ingenieros, informáticos, biólogos y médicos, por otro. Juntos, deberían proseguir este viejo debate en la encrucijada de todos los saberes: "¿Qué es ser humano? Juntos deberían examinar qué nos hace humanos y reflexionar sobre los criterios de evaluación del proceso tecnológico que representan los implantes cerebrales. Podríamos decir que es hacia la alteridad del Hombre y la Tecnología, y no hacia una dualidad ineludible, hacia donde debemos dirigirnos para comprender mejor lo que está en juego en el desarrollo de los implantes cerebrales en lo que respecta a nuestras representaciones de la naturaleza humana.

Este artículo es la continuación de la consulta pública sobre inteligencia artificial y transhumanismo organizada en 2020 por el MGEN y la Comisión Nacional Francesa para la UNESCO. Algunas de las audiencias celebradas en el marco de esta consulta pueden consultarse en línea.

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