Desde la terapia genética como arma hasta los virus quiméricos: informes explosivos revelan una historia oculta de patógenos diseñados y el misterioso grupo JASON.
Un escalofriante tapiz de informes clasificados, patentes descubiertas y testimonios de expertos pinta un panorama inquietante: el desarrollo deliberado de armas biológicas modificadas genéticamente, con raíces que se remontan a décadas atrás y con implicaciones que resuenan ominosamente con los orígenes de la pandemia de COVID-19.
Documentos exclusivos de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, junto con revelaciones en torno al secreto Grupo JASON y el controvertido trabajo del virólogo Ralph Baric, exponen un mundo de investigación clandestina donde las líneas entre defensa y ataque se desdibujan y el potencial de consecuencias catastróficas es enorme.
El núcleo de esta revelación proviene de múltiples documentos de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, incluido un informe de 2002 titulado "ARMAS BIOLÓGICAS DE PRÓXIMA GENERACIÓN: La tecnología de ingeniería aplicada a la guerra biológica y el bioterrorismo" y una actualización de 2010, "Biotecnología: Patógenos modificados genéticamente".
Estos informes, accesibles a través de una diligente investigación en línea, detallan el alarmante potencial de los patógenos genéticamente modificados, incluidas las "armas biológicas binarias", los "genes de diseño" y la "terapia genética como arma".
"Aún más alarmante es que los avances tecnológicos en el campo de las ciencias biológicas transformarán los agentes de guerra biológica en una nueva clasificación de patógenos genéticos con consecuencias catastróficas", escribió el teniente coronel Joel O. Almosara en el informe de 2010.
Esta severa advertencia resalta el potencial de los virus diseñados para superar la devastación de las pandemias históricas... haciéndose eco de las preocupaciones planteadas por los expertos con respecto a los posibles orígenes del SARS-CoV-2.
En el centro de esta narrativa se encuentra el Grupo JASON, un oscuro colectivo de científicos de élite que asesoran al gobierno estadounidense en cuestiones de seguridad nacional.
El grupo Jason
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Su trabajo, gran parte del cual es clasificado, incluye investigaciones sobre "virus sintéticos" y "amenazas virales emergentes"
Según un estudio de la Universidad de Stanford titulado "Más allá de la investigación sobre el doble uso y su regulación preocupante", el Grupo JASON incrementó sus investigaciones en este ámbito ya en 2005.
El estudio de Stanford pone énfasis en los desafíos de regular la "investigación de doble uso preocupante" (DURC, por sus siglas en inglés), en la que los avances científicos pueden utilizarse con fines tanto beneficiosos como perjudiciales.
Tim Stearns, el autor, detalla la discrepancia entre la investigación académica y las preocupaciones gubernamentales, señalando que muchos científicos desconocen la existencia del Consejo Nacional de Asesoramiento Científico para la Bioseguridad (NSABB) y sus esfuerzos para gestionar la DURC. Además, Stearns reconoce que el grupo JASON ha estado trabajando en temas como la manipulación de patógenos desde principios de la década de 2000, pero que los rápidos avances como CRISPR/Cas9 han superado los marcos regulatorios.
Para echar más leña al fuego, Ralph Baric, virólogo, ha sido objeto de un intenso escrutinio por su investigación sobre coronavirus quiméricos. Su patente de 2015, «Métodos y composiciones para proteínas de espiga de coronavirus quiméricos», detalla la creación de virus diseñados en laboratorio con capacidades mejoradas. Esta patente, junto con las revelaciones del expediente «WUHAN-GATES», que alega pruebas secretas realizadas por el Grupo JASON sobre el SARS-CoV-2, plantea serias dudas sobre el origen de la pandemia.
El expediente "WUHAN-GATES", que cita documentos filtrados y análisis de expertos, afirma que el SARS-CoV-2 era un virus sintético desarrollado en un laboratorio, potencialmente como arma biológica.
Esta teoría está respaldada por el descubrimiento de secuencias del VIH dentro del genoma del SARS-CoV-2, un hallazgo reportado inicialmente por biólogos indios y luego corroborado por el fallecido premio Nobel Luc Montagnier y su colaborador Jean-Claude Perez.
Además, la participación de figuras como Anthony Fauci, que financió la investigación de ganancia de función en el Instituto de Virología de Wuhan a través del programa PREDICT, y el papel de Bill Gates, un importante financiador del desarrollo de vacunas, agrega capas de complejidad a la narrativa.
La revelación de que Moderna patentó su vacuna contra la COVID-19 meses antes del brote pandémico, sumada a las patentes de la Universidad de Stanford sobre nanotubos de óxido de grafeno encontrados en sueros genéticos, alimenta las sospechas de una agenda planificada previamente.
La confluencia de estos factores (la investigación sobre armas biológicas clasificadas, los experimentos de ganancia de función y el rápido desarrollo de vacunas de ARNm) pinta un panorama inquietante de un mundo en el que los avances científicos se utilizan como armas y el potencial de consecuencias catastróficas está siempre presente.
Los documentos y testimonios presentados aquí exigen más investigación y escrutinio público… ya que las implicaciones para la seguridad global y la salud pública son profundas.
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Samuel Robinson Kephart