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Sietze Bosman desentraña los orígenes ocultos de la Revolución Francesa, exponiendo la influencia de órdenes secretas como los Confrères de la Paix y la masonería francesa, que condujeron a la era de caos y terror bajo Robespierre.
La Historia es una cadena ininterrumpida de causas y efectos, un flujo de eventos en constante cascada de acontecimientos entrelazados con la acción del hombre que las circunstancias merecen. La Historia es, pues, una red de relaciones, y la Revolución Francesa no puede verse como una mera revuelta efímera contra los adornos demasiado opulentos y frívolos del rey y la nobleza. Como ocurre con todos los grandes acontecimientos históricos, los sutiles temblores que desembocaron en el crescendo de violencia que dio forma a la Revolución encuentran su ominosa génesis en una época mucho más antigua que la de la Revolución.
El impulso ideológico de las revoluciones suele atribuirse a los escritos de doctrinarios y filósofos. Pero el alcance muy limitado de estos escritos, debido a las altas tasas de analfabetismo de la época, hace difícil afirmar que las ideas de los filósofos hubieran ganado suficiente tracción para fomentar una revolución violenta. Hay algo más oscuro en la propagación de los nubarrones revolucionarios. Para comprender las influencias oscuras que han ejercido su oscuro vudú a lo largo de la historia, debemos fijarnos en las "hermandades", que es un eufemismo para orden, culto, secta o sociedad secreta.
Seiscientos años antes de la Revolución Francesa, se había formado una orden secreta que se hacía llamar "Confrères de la Paix" (Cofrades de la Paz). Se trataba de una orden que luchaba por el fin de todas las guerras y por arrebatar la tierra a la nobleza y establecer una comunidad de la tierra. Intentaron dar vida a una primera forma de nacionalización de la tierra. Fueron los precursores ideológicos de las ideas de Rousseau. Los Cofrades se propusieron destruir los castillos y monasterios, pero la nobleza se enteró de su plan, se armó y se defendió. Los Cofrades fueron aplastados, pero la idea de las órdenes secretas perduró, y posteriormente aparecieron más cultos u órdenes de este tipo.
En el siglo siguiente a la derrota de los Cofrades, apareció la orden de los Albigenses, basada en las mismas ideas de destrucción de la propiedad privada y la realeza (libertad e igualdad). En Hungría, un antiguo sacerdote llamado Jacobi y su orden lanzan un ataque contra la nobleza y el clero. Casi al mismo tiempo, se formaron los Caballeros Templarios durante las Cruzadas. Cuando regresaron de las Cruzadas, se establecieron como independientes del rey. Esto era intolerable para el rey y finalmente fueron torturados para confesar y luego quemados en la hoguera. Los supervivientes que quedaron volvieron a unirse y, para no ser atrapados de nuevo, perfeccionaron el arte de la alegoría y el simbolismo. La orden secreta que se construyó sobre las ruinas templarias es lo que se ha convertido en la francmasonería francesa.
De hecho, es en el Gran Capítulo Masónico y en el Gran Oriente donde encontramos los orígenes de la frase: Libertad, igualdad, fraternidad. Mucho antes de la Revolución Francesa, el mantra de la libertad y la igualdad era corriente en las secretas órdenes masónicas de Francia. El Gran Capítulo se convertiría en el lugar de meditación de las ideas rousseaunianas y del ansia de rebelión contra la civilización en su conjunto.
El 1 de mayo de 1776, Adam Weishaupt fundó los Illuminati. Su visión era principalmente masónica y puede resumirse así: la civilización es veneno para el hombre y lo aleja de su perfecto estado de naturaleza. Weishaupt fue el precursor en acuñar la idea de que no se debe poseer nada y ser feliz, y la sociedad en su conjunto debe ser derribada.
Weishaupt fue entrenado durante un tiempo por los jesuitas, a los que llegó a detestar. Sin embargo, copió su estilo de utilizar adeptos celosos de la orden para difundir e infectar el discurso popular con las ideas de la orden jesuita. Esta estrategia jesuita es la táctica exacta que utilizaron las fuerzas revolucionarias en Francia para difundir entre las masas analfabetas las ideas de la revolución. Por todas partes se oían susurros sediciosos murmurando las palabras "Libertad, igualdad, fraternidad".
La opinión popular sostiene que Voltaire y Rousseau fueron los principales instigadores de la Revolución, pero en realidad, las semillas de lo que hoy es el socialismo y su irrefrenable impulso revolucionario se plantaron siglos antes de que se produjera la Revolución Francesa. Fue la ideología masónica/iluminati de la destrucción total de la sociedad y sus instituciones a toda costa la que proporcionó la chispa para la revolución, sumiendo a Francia en el caos más absoluto y a merced de Robespierre y su reino del terror.
Sietze Bosman
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