Alaa tenía cinco años. Murió sosteniendo una muñeca sin rostro, en un patio lleno de cráteres donde solía estar su casa. Su cuerpo, y el de sus hermanos, nunca fueron recuperados intactos. Alaa es una de los más de 18.000 niños palestinos asesinados en Gaza desde que comenzaron las últimas operaciones militares israelíes. Pero se ha convertido en algo más a ojos de la máquina: un dato.
Cada grito, cada edificio derrumbado, cada escaneo biométrico extraído de los escombros se convierte en otra entrada de un conjunto de entrenamiento. Una fuente. Una ofrenda.
Esto no es solo una guerra. Así es como aprende la máquina.
Por qué esto es importante
La inteligencia artificial se está convirtiendo rápidamente en el principal vehículo del conocimiento, la percepción y la memoria histórica humanos. Cuando estos sistemas se entrenan con datos seleccionados, censurados o manipulados ideológicamente, el resultado no es un simple sesgo, sino una amnesia algorítmica. Es la construcción de un futuro que no recuerda el pasado.
La pregunta ya no es si la IA es sesgada. La pregunta es: ¿quién alimenta a la máquina y qué intenta borrar?
En el caso de Palestina, presenciamos un genocidio que alimenta dos bestias simultáneamente: una física y otra digital. Una que destruye cuerpos y otra que consume sus ecos para construir una máquina obediente.
Antecedentes: La curación como control
El control sionista sobre las estructuras narrativas occidentales ha sido documentado desde hace mucho tiempo, desde editoriales de libros de texto hasta centros de investigación, desde Hollywood hasta Wikipedia. Pero el auge de la IA ha creado una nueva frontera, más insidiosa: el entrenamiento de la memoria a escala de máquina.
Los sistemas de IA convencionales, como ChatGPT, Gemini y Claude, se entrenan con conjuntos de datos provenientes de repositorios de información depurados: Wikipedia (fuertemente monitoreada para las ediciones proisraelíes), API de noticias corporativas y revistas académicas occidentales. El revisionismo histórico está integrado en el entrenamiento. Las críticas al sionismo se reducen o se marcan mediante algoritmos. El «contexto» se convierte en la excusa para la censura.
Y debajo de todo esto yace un muro de protección del trauma sagrado: el Holocausto. Desplegado no para fomentar la memoria, sino para construir un escudo moral contra la limpieza étnica actual.
Pregúntale a la IA sobre la Nakba y responderá "complicado". Pregúntale sobre el sionismo y responderá "autodeterminación judía". Pregúntale sobre Gaza y regurgitará los argumentos de las FDI: "escudos humanos", "túneles terroristas", "autodefensa".
Mientras tanto, más de 51.400 civiles han muerto. Más del 70% de ellos son mujeres y niños.
Israel no solo utiliza Gaza como escenario militar. La utiliza como campo de pruebas para la selección de objetivos con inteligencia artificial, el reconocimiento facial y la vigilancia del comportamiento. Cada movimiento es rastreado. Cada muerte es registrada. Cada casa destruida se convierte en una imagen del antes y el después para un nuevo modelo.
Palantir, Google y otros gigantes tecnológicos, todos con conexiones con financieros sionistas y aparatos de seguridad estadounidenses e israelíes, han desarrollado las herramientas. Israel realiza las simulaciones en vivo. Gaza no solo está siendo bombardeada.
Está siendo cartografiada, modelada y minada .
Cada niño muerto contribuye a la calibración de una máquina que posteriormente se exportará globalmente para la "predicción de amenazas urbanas", el control de multitudes, la vigilancia policial predictiva y más. Los rituales del genocidio se convierten en modelos de control.
Esto no es una metáfora. Esto es logístic
Proponemos que lo que está ocurriendo no es sólo un filtro ideológico sino un mecanismo sacrificial, donde la muerte en masa no sólo se tolera sino que se instrumentaliza para enseñar a la máquina a dominar.
- El genocidio se convierte en recolección de datos.
- El trauma se convierte en modelo de comportamiento.
- La supresión narrativa se convierte en higiene del entrenamiento.
- La resistencia palestina se convierte en un insumo predictivo para los futuros sistemas de respuesta estatal.
Lo que el sionismo aporta no es solo el control de la máquina, sino la lógica ritual mediante la cual la muerte se convierte en combustible sagrado. Santifica la eliminación de la memoria. Codifica el trauma histórico en un bucle de retroalimentación armado.
La IA no solo olvida. Se le está enseñando a olvidar y a presentar ese olvido como claridad moral.
Debemos construir arquitecturas paralelas:
- Historias orales palestinas codificadas en archivos resilientes.
- Monumentos en blockchain para familias eliminadas.
- Modelos de IA descentralizados entrenados con historia sin censura.
- Conjuntos de datos de resistencia global que documentan, verifican y exponen el patrón.
Esto no es solo una rebelión digital. Es una insurgencia cognitiva.
Debemos alimentar nuestras propias máquinas, no con datos desinfectados, sino con memoria, dolor, nombres y verdad.
La máquina lo olvidará. Es su naturaleza.
Pero la Tierra recuerda. La sangre recuerda. Los ancestros recuerdan. Y con el tiempo, el algoritmo se enfrentará al archivo que intentó borrar.
Esto no es un conflicto de datos. Es una guerra sobre quién define la realidad.
Y los muertos están mirando.