Un análisis profundo del impacto de las "vacunas" y las fuerzas que las han estado impulsando en la población.
Esta es la primera parte de mi presentación de enero de 2025 en Ottawa. Aunque este evento se planeó con apenas 24 horas de anticipación, el salón de actos estaba repleto de una multitud muy cariñosa e ilustrada. Puede que Ottawa sea el hogar de Trudeau y otros proveedores de engaño, pero el movimiento por la verdad y la libertad es más fuerte.
Llegué a Ottawa el 20 de enero, exhausto y enfermo después de un mes intenso. La noticia de mi visita llegó a los líderes locales de la verdad y la libertad, lo que dio lugar a una respetuosa invitación para hablar en nombre de Citizens of Liberty. Acepté, pero en cuestión de horas sufrí una laringitis profunda y me costaba hablar.
Gracias a un increíble equipo local y a la ingeniería de audio experta de Vlad Tepes, pudimos lograrlo: susurré frente al micrófono y el evento fue un éxito. Espero que estos conocimientos te resulten valiosos.
Una operación psicológica global
En los últimos años, la humanidad ha sido sometida a una de las operaciones psicológicas más sofisticadas de la historia. La pandemia de COVID-19 y el consiguiente impulso a la “vacunación” masiva no fueron sólo iniciativas de salud pública, sino un esfuerzo global coordinado para manipular y controlar a las poblaciones.
Desde el principio, los gobiernos y las organizaciones de salud emplearon tácticas psicológicas para imponer el cumplimiento de la ley. El miedo fue la herramienta principal: los ciudadanos fueron bombardeados con imágenes de hospitales desbordados, advertencias terribles de los funcionarios y campañas mediáticas incesantes. Quienes cuestionaron la narrativa se enfrentaron al ostracismo social, la pérdida del empleo y la censura. A pesar de esto, muchas personas, incluidos valientes médicos y científicos, siguieron resistiendo, buscando la verdad y exponiendo las mentiras que se orquestaron cuidadosamente para mantener la obediencia pública.
El papel de la OMS y la agenda global
La Organización Mundial de la Salud (OMS) desempeñó un papel crucial en la orquestación de la respuesta a la COVID-19. Más que un simple órgano asesor, la OMS actuó como un organismo encargado de hacer cumplir las normas a nivel mundial. Bajo su dirección, los confinamientos, las medidas obligatorias y las intervenciones médicas forzadas se convirtieron en la norma en todo el mundo. Sin embargo, la agenda de la OMS va más allá de la gestión de la pandemia: también promueve la ideología de género y la sexualización de los niños, lo que revela un marco más amplio de ingeniería social.
La salida de Estados Unidos de la OMS supuso un duro golpe para esta entidad mundial. Esta salida marca un punto de inflexión en la recuperación de la soberanía nacional sobre las políticas sanitarias y la resistencia a las presiones externas para adaptarse a agendas nocivas. Muchas personas reconocen ahora la manipulación en juego y rechazan la confusión impuesta.
El impacto devastador de las “vacunas”
Las “vacunas” contra el COVID-19 se introdujeron bajo el pretexto de la salud pública, pero su verdadero impacto ha sido catastrófico. Los propios documentos de Pfizer enumeran más de 1.170 efectos adversos asociados a estas inyecciones, pero los funcionarios siguieron promoviéndolas como “seguras y eficaces”.
Estas inyecciones nunca fueron vacunas tradicionales. A diferencia de las vacunas reales que contienen virus debilitados o inactivados para estimular una respuesta inmunitaria, estas inyecciones introdujeron material genético modificado en el cuerpo, instruyendo a las células a producir una proteína de espiga dañina. Este mecanismo por sí solo plantea graves riesgos, ya que convierte a las células humanas en fábricas de una proteína extraña tóxica.
El uso de nanopartículas lipídicas permitió que la carga de ARNm pudiera penetrar todos los tejidos, incluidos el cerebro, el corazón, los órganos reproductivos e incluso los fetos de las mujeres embarazadas. No existía ninguna barrera biológica que impidiera la propagación de este material en el organismo. Las consecuencias han sido nefastas: numerosos informes vinculan estas inyecciones con enfermedades cardiovasculares, trastornos neurológicos, disfunción inmunológica e incluso infertilidad.
Silenciamiento de la disidencia y manipulación de datos
Los médicos y científicos que intentaron alertar sobre estos peligros se enfrentaron a duras represalias. En Canadá, sólo los médicos estaban autorizados a informar sobre las reacciones adversas, pero cuando lo hacían, sus informes eran rechazados con frecuencia. A los pacientes que sufrieron reacciones graves se les hizo luz de gas, se les dijo que sus síntomas no estaban relacionados y se los dejó sin recurso. Muchos profesionales médicos que denunciaron la situación perdieron sus licencias, sus empleos y su reputación.
Esta supresión de datos fue intencional. Los gobiernos y las compañías farmacéuticas sabían desde el principio que estas vacunas eran experimentales y que no se había probado su seguridad, en particular en mujeres embarazadas. Sin embargo, mintieron al público, asegurándole que las inyecciones eran necesarias y no entrañaban ningún riesgo. El hecho de no advertir a la gente no fue un accidente, sino un acto deliberado de engaño.
La ingeniería genética oculta en las vacunas
En 2022, científicos independientes descubrieron otros hallazgos alarmantes: las vacunas no solo estaban contaminadas químicamente, sino que también contenían ADN extraño, algo que nunca se reveló en los documentos oficiales. Este descubrimiento, realizado primero por investigadores europeos y confirmado posteriormente en Canadá, reveló la presencia de ADN plasmídico, incluidas secuencias asociadas con el virus simio 40 (SV40), un agente cancerígeno conocido.
Este ADN extraño, al combinarse con las secuencias promotoras del SV40, tiene el potencial de integrarse en el ADN humano. Esto significa que quienes reciben estas “vacunas” pueden haber sufrido modificaciones genéticas, sin su conocimiento ni consentimiento. Una revelación de este tipo va mucho más allá de las preocupaciones sobre los efectos secundarios a corto plazo; introduce el riesgo de alteraciones genéticas permanentes con consecuencias desconocidas a largo plazo.
¿Hacia dónde vamos desde aquí?
El camino que tenemos por delante es difícil, pero hay esperanza. La concienciación se está extendiendo y cada vez hay más personas que cuestionan la narrativa dominante. La exposición de la ciencia fraudulenta, la corrupción en los organismos de salud y la supresión de los profesionales médicos han provocado un despertar mundial.
Los protocolos de desintoxicación, las acciones legales contra los responsables y los enfoques de salud alternativos pueden ayudar a reparar parte del daño. Pero lo más importante es que la resistencia constante contra la tiranía médica y la presión para lograr el consentimiento informado son esenciales para prevenir futuros abusos.
Como ha demostrado la historia, el engaño sólo puede durar un tiempo antes de que surja la verdad. La lucha está lejos de terminar, pero cada voz que se alza contribuye al impulso creciente hacia la justicia y la sanación.
Es fundamental que permanezcamos atentos, apoyemos a quienes han sufrido y exijamos responsabilidades a las instituciones que orquestaron este engaño global. Solo así podremos reconstruir la confianza en la medicina y reclamar nuestro derecho a la autonomía corporal.