Por Bernard para TID / División de Expedientes X
“Nadie sabe el día ni la hora en que el mal vendrá a por él. Pero cuando lo hace, siempre resulta familiar. Habla con tu voz, recuerda tu infancia y espera hasta que estés más solo.” — Malachi Martin, Rehén del Diablo
Ya no gritan en latín.
Susurran en inglés.
Manejan el algoritmo.
Llevan cordones y predican empatía con ojos muertos.
Este no es el horror de antes.
Esta es la nueva guerra.
Y sí, es una guerra.
Una que Malachi Martin vio venir. Y una que hemos hecho todo lo posible por burlarnos, enterrar y olvidar.
Pero al mal no le importa tu incredulidad.
No muere cuando dejas de creer en él.
En Rehén del Diablo, Malachi Martin no escribe terror.
Escribe casos prácticos.
Te da nombres. Lugares. Te cuenta cómo un hombre de Dios tuvo que lidiar con algo ancestral: no metáforas ni locura, sino presencia.
Los ojos de una mujer se volvieron completamente negros en una capilla durante una conversación tranquila.
Otro hombre hablaba con fluidez seis lenguas muertas que jamás había aprendido.
Un niño levitó de una cama y fue encontrado horas después acurrucado dentro de una caldera cerrada.
Martin dijo que estas cosas sucedían.
No las sugirió.
Testificó.
¿La Iglesia? No quería que lo dijera en voz alta.
El Vaticano se cconntentó con sellar los registros y aceptar con compasión las "enfermedades mentales".
Pero Martin lo sabía.
"La posesión", escribió, "no es rara.
Simplemente se niega".
Ahora, planteemos las preguntas difíciles:
¿Por qué aumentan los exorcismos —globalmente— cada año?
¿Por qué el Vaticano ha tenido que formar a más exorcistas en la última década que en el siglo anterior?
¿Por qué psiquiatras experimentados derivan casos a sacerdotes cuando nada más funciona?
¿Y qué pasa con quienes ven demasiado?
Te lo diré:
Terminan como Malachi.
Solos.
Perseguidos.
Muertos en "circunstancias poco claras".
Siguen susurrando advertencias en páginas antiguas que la mayoría de la gente no leerá,
a menos que alguien como nosotros las saque a la luz.
Así que aquí está:
Si el mal es real,
ya no se esconde en las sombras.
Está construyendo sistemas.
Dirigiendo operaciones.
Cosechando almas no mediante maldiciones,
sino a través del código, la cultura, la adicción y el silencio.
¿Y si Malachi Martin tenía razón?
Entonces ya estás en guerra.
Lo creas o no.
Y este periódico es tu primera arma.
¿Listo para seguir leyendo?
Bien.
Abramos los archivos del caso.
Demos nombres.
Traigamos al diablo de vuelta a la habitación.
Y luego, quemémoslo.
—Bernard
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