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Cuando en diciembre escribí que “sólo hay una mafia global”, tuve el fuerte impulso de añadir, triunfante, “¡y sólo hay una resistencia popular!”.
Lamentablemente, por supuesto, eso está lejos de ser cierto.
De hecho, aquellos que se consideran oponentes del status quo a menudo consideran que otros que atacan al sistema desde un ángulo diferente son sus principales oponentes, en lugar del sistema en sí.
Me recuerdan al grupo de hombres que, en el conocido cuento alegórico, se encuentran con un elefante en la oscuridad de la noche.
Cada uno extiende una mano exploratoria y de lo que descubre –colmillo, trompa, pata o cola– llega a una conclusión particular sobre lo que tiene delante, de modo que los hombres en su conjunto no pueden comprender que todos estos elementos diversos son parte de una sola entidad.
La extensión positiva de esta historia es que eventualmente el sol saldrá y la verdadera naturaleza de la bestia se hará evidente para todos.
La única resistencia popular que se levantará contra la mafia global única no será algún tipo de organización verticalista; si alguna vez surgiera algo así, sin duda sería otro dispositivo de falsa bandera fabricado por la propia criminocracia.
Se tratará, en cambio, de un fenómeno de base muy amplio, de “algo en el aire”, de una ola de indignación y rebelión popular que irá ganando cada vez más impulso a medida que se propaga por todo el mundo.
El objetivo que sustenta y une esta resistencia será simple: el fin de la dominación de espectro completo de la mafia global y la restauración de la autodeterminación popular en todos los niveles.
Esta creencia en una democracia real, en lugar de la variedad falsa que nos han servido durante tanto tiempo, torna irrelevante cualquier programa político específico posterior a la liberación que pueda fragmentar la resistencia.
Una vez que se eliminen los grilletes del control imperialista central, la gente liberada de todo el mundo tendrá sus propias ideas sobre cómo exactamente desean ahora organizar sus comunidades y sus vidas.
Y podemos estar seguros de que cuando las personas tienen el poder de dar forma a las cosas como desean, la sociedad resultante servirá a sus intereses –y a los de sus hijos y nietos– en lugar de los de la pequeña camarilla venal que actualmente dicta la agenda global.
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