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Le blog de Contra información


El apogeo de los mediocres

Publié par Contra información sur 29 Octobre 2024, 13:22pm

El apogeo de los mediocres

Vivimos en un mundo donde los valores de lo Bello, de lo Bueno y de lo Verdadero se han ido marchitando, desfigurados por la intrusión corrosiva de la mediocridad aceptada en virtud. Esos mediocres, esos miserables, esos parásitos - sí, aquellos que antes no habrían tenido ni la grandeza de alma ni la competencia para dirigir nada - han tomado ahora el poder.  ¿Cómo? Por caminos insidiosos, desviados, a golpes de chantaje y corrupción, visibles en cada momento de televisión que consumen sin moderación. Tales como sus pueblos codiciosos y revolcándose en este maelstrom de locura donde el mérito ya no tiene su lugar en su mundo. Los manipuladores hábiles, las mentes estrechas y sin envergadura, los mafiosos de todo tipo que reinan hoy como déspotas de una civilización antaño floreciente. En cuanto a los verdaderos pensadores, los genios y las mentes iluminadas, aquellos que podrían todavía devolver vida y dignidad a esta sociedad moribunda, son metódicamente apartados, silenciados por este triste programa de nivelación por abajo.

¿Los"poderosos" actuales? Esos usurpadores que nunca han construido, ni siquiera imaginado otra cosa que el empobrecimiento colectivo, alimentado de ignorancia y de bajeza y alimentándose de la sangre y los impuestos de los franceses, como parásitos insaciables. Estos engañadores han erigido un mundo donde los talentos son prohibidos, los verdaderos merecedores considerados como amenazas y las grandes obras despreciadas. En su lugar, un grupo de tramposos hace la apología de la cultura de lo absurdo, de lo feo, de la mentira; así, la usurpación se instala y se erige en norma, aplaudida por un pueblo degenerado, cuya estupidez no tiene igual que su insaciable apetito por el vacío.

Aquellos que todavía se atreven a reflexionar, cuestionarse y percibir la mascarada son condenados al ostracismo, exiliados en los márgenes de una sociedad que ha llegado a ser insensible al genio, porque para ella la inteligencia, la verdadera, es insoportable. Revela la fealdad de una población que se contenta con sus propias basuras, como perros que se alimentan de los restos de un banquete mediocre y graso.

Que simple es, para esta casta mundial de dirigentes, utilizar la manipulación de estas masas, hipnotizadas por su propia mediocridad, para imponer mejor su trilogía perversa: lo feo, lo malo y la mentira, erigiendo la obscenidad en valor y la fealdad en estética. Bajo el disfraz de modernidad y celebración cultural, orquestan espectáculos donde reinan el grotesco y el vacío. Así, los acontecimientos mediatizados, como las recientes ceremonias abyectas en todos los puntos de los "Juegos Olímpicos" o este absurdo desfile infernal que se desarrolló este fin de semana en Toulouse, no son más que parodias disfrazadas de cultura, escandalosamente financiadas con los impuestos de aquellos a quienes desprecian.

Pero en realidad, no son simples entretenimientos inocentes a los que asistimos perplejos. No, son demostraciones de poder simbólico oscuro, espectáculos cuyo único propósito es anclar aún más profundamente el malestar, la confusión y la apatía en las mentes. Las máquinas a la gloria del infierno, los espectáculos pornográficos y viles desfilan ante nuestros ojos, y nos maravillaremos, con gran refuerzo de subvenciones públicas, de las demostraciones tecnológicas que no tienen otro propósito que glorificar la nada. La fealdad es aplaudida, lo absurdo exaltado, y los ciudadanos, estúpidos y dóciles, observan este siniestro carnaval, sin siquiera percibir la magnitud de la manipulación la manipulación que se despliega ante sus ojos.

Porque el pueblo, ese mismo pueblo que debería resistir, defender la dignidad humana en nombre de los derechos humanos, se ha dejado caer en un estado de degeneración voluntaria. Acepta, consiente, incluso financia en su ceguera voluntaria su propia servidumbre.

Son personas que consumen con voracidad todo lo que se les sirve, por más grotesco que sea, tan alejado de cualquier valor humano. Aceptan lo feo, lo malo, la mentira, no porque se vean obligados a ello, sino porque ya no aspiran a nada mejor. Sus ideales se han descompuesto, lentamente, envenenados por las imágenes estériles, las palabras vacías y las ideologías agonizantes que saturan su día a día. Ya no tienen la fuerza, ni siquiera el deseo, de oponerse a las miserables entidades insípidas que los dirigen. Al contrario, los aplauden, fascinados por esta falsa modernidad que no tiene otro objetivo que mantenerlos bajo un yugo invisible de tinieblas. Sabiendo que ya están condenados por Dios, se refugian ahora en masa en los brazos de Satanás.

Este abandono de los valores, que han hecho la grandeza de nuestra civilización, no es un accidente de viaje, es una agenda cuidadosamente orquestada desde las logias oscuras y puesta en marcha por los Young leaders (Jóvenes líderes) y sus maestros del WEF. Bajo el pretexto de la modernidad, su "progresismo" nauseabundo y la tolerancia obligatoria hacia las cucarachas, se inculca a las masas una insidiosa celebración de lo feo y de lo falso, del inútil y del dañino. Las ceremonias ostentosas y vergonzosas como las de los J.O. de la decadencia moral, los espectáculos vulgares a la gloria de Satanás como en Toulouse con sus máquinas desagradables, las obras llamadas "artísticas" en lugar de pornográficas, son solo parodias de creatividad que no es una deriva, sino una estrategia deliberada y orquestada.

Pretende borrar toda elevación, toda distinción entre lo bello y lo grotesco, lo bueno y lo destructivo, entre lo verdadero y la falsificación. Los miserables canallas que se han apoderado del poder, conscientes de su propia vacuidad, no tienen otra opción que convertir al mundo en un espejo de su propia insanía acompañada  de mediocridad, porque el contraste con la grandeza les sería fatal. Conscientes, como sus espectadores de su verdadera inutilidad en la celebración de la vida y la grandeza de la humanidad.

Así, en esta comedia absurda, el pueblo financia alegremente su propia alienación y ¡lo pide de nuevo, imbécil! Nunca saciado de ser cada vez más humillado, insultado y arruinado... Los dirigentes manipulan las mentes, desvían los valores e imponen su visión distópica con una facilidad asombrosa, si no cómplice. Y llegamos a preguntarnos si esta población, tan extrañamente dócil, merece algo más que las ilusiones que la mantienen con suero. Finalmente, si su suicidio colectivo, dejará al menos el lugar limpio a los que aún son humanos. Hay que decir que, para ellos, la fealdad se ha convertido en un consuelo, la obscenidad en un entretenimiento y la ignorancia en una segunda naturaleza. Hay tantos ejemplos que citar actualmente y especialmente desde la llegada de Macron, que solo les dejo leer las "Titulares" de los medios para verlos a diario. Por falta de educación, volvieron a ser animales con instintos destructivos. ¡Es decir, el estado actual de nuestro sistema educativo, antaño bastión de la excelencia, hoy convertido en un teatro de lo absurdo donde las ambiciones están sofocadas bajo el peso de una igualdad artificia!

Los docentes, que se supone son los garantes de la transmisión del saber, parecen ahora más preocupados por ideologías izquierdistas y depravadas de nivelación debilitante que por la formación de generaciones iluminadas. ¡La inclusión es su palabra clave! Una "inclusividad" que no es más que el pretexto conveniente de una política sin exigencias, donde se baja metódicamente el nivel en favor de una homogeneidad miserable, sofocando en el huevo todo lo que podría parecer todavía una aspiración a la superación

Y al tratar de "salvar" a toda costa el fracaso de una generación entera de idiotas, importados a grandes golpes de ONG y de una casta de profesores, incapaces del más mínimo rigor, se ha vaciado la enseñanza de su sustancia. No hay más expectativas, desafíos o ideas que debatir. En cambio, una mascarada donde se distribuye conocimiento diluido, superficial, reducido a fragmentos desmenuzados o QCM. La escuela de hoy ya no cultiva el espíritu crítico convirtiéndose en un molde estandarizado donde mueren los conocimientos y los valores.

Bajo el disfraz de tolerancia e inclusividad, lo que se ofrece a los "alumnos" que nunca más se elevarán no es una educación sino un pasaporte hacia la conformidad que conduce a la inutilidad. No importa los talentos, no importa las mentes brillantes que aún podrían brotar, pronto se ahogarán en un marasmo donde la uniformidad es reina y la moral exangüe.

El genio, la audacia, la inteligencia aguda, todo esto es ahora sospechoso.  ¿Qué hacemos con estas jóvenes mentes curiosas y prometedoras, esas raras perlas que podrían haber enriquecido a la sociedad y empujarla hacia adelante? Las sofocan. Las silencian. Las echan del país. Porque, para el sistema educativo actual, la diferencia es una amenaza, una mente vivaz debe ser cortada de raíz, la autonomía y la reflexión son peligros. 

Los talentos, en lugar de ser estimulados, son contenidos, limitados y transformados en elementos intercambiables en un sistema que aborrece la individualidad, por miedo a verse expuesto por lo que es. Un pozo de estiércol! La innovación y la creatividad ya no tienen lugar en las clases; quedan relegadas a favor de una homogeneidad que favorece la mediocridad, la vulgaridad y la agresividad. ¡La de la Raie-publique en definitiva!

La misión original de lossdocentes, la de formar mentes capaces de pensar por sí mismas, de forjar líderes iluminados, es hoy traicionada y burlada. Al renunciar a la excelencia en favor de una inclusividad pervertida, forman o más bien formatean toda una generación de ignorantes, larvas incapaces de pensar por sí mismas, incapaces de cuestionar el mundo que les rodea, Incapaz de distinguir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, lo bello de lo basura.

 

Esta deriva es tanto más catastrófica cuanto que nuestra época, más que cualquier otra, habría necesitado de pensadores críticos, de visionarios capaces de proponer nuevas vías, de utilizar las herramientas nuevas para el bien colectivo y no para la castración pasiva. Ahora bien, el sistema actual no forma más que clones tan insípidos como estúpidos, seres desposeídos de su propio juicio, incapaces de concebir el mundo fuera del marco estrecho que se les impone. Yendo por miles a celebrar estas fiestas demoníacas con una codicia vomitiva.

Seamos claros, hay una complicidad implícita entre los dirigentes y estos profesores sin ambición. Porque un pueblo incapaz de pensar es un pueblo dócil, sumiso. Y esto es exactamente lo que se obtiene por esta educación afanosa, insípida. Al bajar la educación, al no valorar la moral, se elimina la crítica y se asegura la supervivencia de un orden que mantiene la ignorancia como medio de control.

El resultado es esta sociedad de seguidores, orgullosos de su ignorancia, agrupados en manadas o rebaños para gargarizar mejor sus mediocridades, que nunca sabrán lo que han perdido al no estar expuestos a las verdaderas exigencias de la inteligencia y del saber.

Incluso los científicos, que alguna vez fueron portadores de una esperanza de progreso y bienestar para la humanidad, se revelan como arquitectos de pesadillas para muchos, si no la mayoría. Con el pretexto de la investigación y la innovación, explotan sus conocimientos para crear armas biológicas, virus mortales y otros horrores ocultos detrás de las puertas cerradas de laboratorios ultra-seguros. El aborto, la eugenesia, la eutanasia, la procreación asistida, el cambio de sexo, la destrucción de la vida en todas sus partes son su cotidianidad, su sustento. Su búsqueda de poder ya no tiene nada que ver con la verdadera ciencia como herramienta de conocimiento. Se ha convertido en un arma en manos de locos incontrolables, una estrategia de control por el miedo, el terror y la muerte.

Estos laboratorios, donde se retocan agentes patógenos de una letalidad espantosa, no son templos del saber sino santuarios de la corrupción intelectual financiados por el ejército y alentados por los oligarcas. ¿El respeto a la vida humana? Sustituido por un siniestro cálculo de dominación, donde cada descubrimiento está orientado hacia la instrumentalización de lo vivo si no su aniquilación. Que estos "científicos" falsos, que se supone trabajan para el bien común, tengan ahora la ambición de jugar con la vida misma, manipulándola hasta transformarla en un potencial de destrucción, es la última traición a una ética que estuvo en el corazón de esta investigación.

En la investigación, los peores abusos se encuentran en la medicina, un campo que debería encarnar el cuidado y la compasión, que también se ha convertido en un mercado lucrativo donde la vida humana es percibida como una simple variable de ajuste. Los pacientes ya no son seres a los que hay que cuidar, sino clientes a los que hay que explotar, hasta su muerte cada vez más prematura. Los médicos, esclavizados a la industria farmacéutica, prescriben "tratamientos" químicos en cadena, a menudo sin rigor científico, haciendo caso omiso de las verdaderas necesidades de sus pacientes, pero enriqueciendo cada vez más a sus sórdidos accionistas.

Se pensaba que esta deriva había alcanzado su apogeo con la falsa crisis del COVID-19, en la que la medicina se había destacado más por la propaganda que por el rigor. Vacunas precipitadas, que al final no son, efectos secundarios asesinos sacrificando una gran parte de los ingenuos que van a ser inyectados, y ahogando cualquier debate contradictorio con una morgue merecedor que merece un buen castigo.

La salud pública ha sido sacrificada en el altar del beneficio y de la precipitación, por seres mediocres pero tan imbuídos de sí mismos y ávidos de regalías, que su juramento es efectivamente el de los hipócritas, frente a un pobre Hipócrates seguramente vuelto en su tumba. Estos médicos, que deberían ser los guardianes de la ética y la verdad, se revelan cómplices de una industria codiciosa, demasiado ocupados en obtener beneficios y fama para preocuparse por las consecuencias de sus actos.

Miserables usurpadores, de los cuales 10 años de estudios no han hecho más que agentes del mal dedicados solo al santo dinero, sin remordimientos ni cuestionamientos. Mediocres que no soportan que se les muestre lo que son en realidad, tanto su alta percepción de sí mismos, los ciega y los confunde. En cuanto a los que se atreven a defender un enfoque humano y ético, son rápidamente marginados, relegados al rango de parias en un sistema que privilegia la codicia a costa de la vida humana.

Los peores usurpadores de esta medicina asesina, en mi opinión, están en el universo aséptico de la cirugía plástica estética. Catalizador de estas inmundicias en las que ya no se trata de celebrar la individualidad ni de honrar la diversidad de rostros y cuerpos. No, ahora se trata de transformar a los seres humanos en criaturas siliconadas, modeladas para ajustarse a estándares artificiales y grotescos. Muñecas horribles, listas para explotar derramando su silicona sobre el pavimento al menor golpe. Los cirujanos, armados con sus bisturís y jeringuillas, dan forma a estos clones monstruosos y sin alma, fabricando una "anti-belleza" donde todo lo que hacía la riqueza y la singularidad humana es despiadadamente borrado, suavizado, desnaturalizado.

Lo natural está prohibido, la autenticidad despreciada y el ser humano se reduce a una especie de material maleable, un simple objeto que puede remodelarse según los estándares efímeros de la moda. Irónicamente, estos nuevos "cañones", y sin belleza, no son más que una visión uniforme y deshumanizante, donde cada rostro se convierte en una pálida copia de los demás, un mediocre intento de enmascarar su ser profundo con repugnantes artilugios. En esta carrera desenfrenada hacia una estética sin vida, los cirujanos han perdido de vista la esencia misma de su arte.

¿En qué consisten estos practicantes de la perfección, sino en destruir todo rastro de la individualidad humana, en imponer una fealdad normalizada y glacial que no inspira nada más que el aburrimiento o la huida? Se han hecho cómplices de un culto a la falsedad, aniquilando cada día un poco más la dignidad de sus "pacientes".

Donde radica el problema es que esta locura de artificio y progresismo no se limita solo a las fiestas satánicas, a las ceremonias grotescas y a la apariencia horrenda. Es el símbolo de una tendencia más amplia, de un negocio de destrucción sistemática de nuestros recursos, nuestras industrias y nuestro patrimonio. El dinero público, que podría ser utilizado para restaurar la dignidad de los que sufren, para revitalizar las infraestructuras esenciales, se desperdicia en extravagancias artísticas que solo tienen nombre, espectáculos en los que la degeneración se santifica como si fuera un ideal. Los gobernantes malversan fondos para el bien público, financian sin vergüenza su agenda destructiva y se jactan de "promover el arte del tocino" mientras sus ciudadanos se hunden en la indiferencia, la pobreza y la desesperación.

Porque esta es la triste verdad: estas manifestaciones de fealdad y nihilismo son herramientas de sumisión colectiva. Estos dirigentes, con diabólica precisión, orquestan una hipnosis de masas, un desfile continuo de imágenes, sonidos y símbolos que embrujan y cautivan, haciendo a sus ciudadanos incapaces de distinguir la belleza de la fealdad, el verdadero arte del espectáculo cultural. Cada céntimo gastado en estas celebraciones del infierno es un paso más hacia una sociedad desnaturalizada, privada de sus referencias, incapaz de resistir esta decadencia que la consume. Al imponer esta trilogía satánica, construyen, piedra por piedra, un mundo donde el asombro sincero ya no existe, sustituido por una aceptación resignada de la bajeza y del artificio.

No es casualidad: se trata de un programa bien elaborado, una agenda global cuyo único objetivo es triturar toda forma de belleza, bondad y verdad para instaurar un reino de lo feo y de lo fútil, todo ello financiado con el dinero de las mismas víctimas. Y estos ciudadanos, inmersos en un complaciente letargo, siguen pagando, aplaudiendo y aceptando, sin más que preguntarse por qué su mundo se derrumba en esta parodia infernal orquestada por aquellos a quienes han elegido.

Somos espectadores pasivos de un mundo donde los valores de lo Bello, de lo Bueno y de lo Verdadero se han evaporado, destruidos por las ambiciones corrosivas de la mediocridad. Este reino grotesco está dirigido por mediocres, miserables, personajes sin envergadura ni grandeza de alma, que en otros tiempos no habrían merecido ni siquiera un asiento al extremo de la mesa.

Pero hoy, a través de juegos de manipulación, corrupción y chantaje, estos impostores se han convertido en déspotas de una civilización que alguna vez fue floreciente. ¿El mérito? Arrojado al olvido. Los verdaderos pensadores, los verdaderos genios, aquellos que aún podían recuperar una apariencia de dignidad y de luz, son expulsados y reducidos al silencio, metódicamente apartados por este implacable programa de nivelación por abajo de estos ciudadanos postrados en su negación, el pueblo ablandado revolcándose en su mediocridad, que cada mes pagan sin pestañear para sostener un sistema que trabaja activamente por su alienación. Esto no es un don, es una contribución forzada al suicidio colectivo.

En este teatro siniestro, los ciudadanos no son víctimas, son cómplices. Hipnotizados, ya no ven que se les impone esta fealdad, que se les vende esta ilusión de "progreso". No solo financian su propia decadencia, sino que la aplauden, contribuyendo con un celo que desafía toda lógica. Aceptan que su dinero se utilice para ceremonias grotescas y estériles, para espectáculos donde lo absurdo es rey, mientras cierran los ojos ante la destrucción de su dignidad, de su belleza, de su bondad. Este suicidio colectivo no solo es tolerado: se alienta activamente, se celebra, como si la gente encontrara un placer insalubre en esta caída sin fin.

No es, pues, una casualidad, sino una estrategia, un programa y una agenda, como acabo de demostrar, cuyo objetivo último es triturar toda forma de grandeza y sensibilidad, reducir cada alma a un estado de ciega sumisión, financiado por los impuestos de aquellos mismos que serán las víctimas. Este programa está dirigido por aquellos que saben que mientras la población aplaude, pague y consuma sin pensar, podrán continuar su siniestro negocio sin obstáculos. Entonces, ¿quiere seguir pagando o va a empezar a reaccionar?

Este suicidio colectivo, lejos de ser simplemente tolerado, es activamente celebrado. Con su torpor contribuyen celosamente a su propia alienación, a la supresión de lo que hace la grandeza de la humanidad. No ven, no quieren ver que son los primeros artífices de esta decadencia que ya ni siquiera fingen lamentar.

Frente a esta lenta caída, esta delicuescencia, esta negación de vida, queda una sola pregunta: ¿cuánto tiempo seguirás financiando, aplaudiendo, participando y cediendo tu dignidad y tu alma sin reaccionar nunca?

Phil BROQ.

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I
Excelente artículo. Irrefutable. Yo creo que la AUSENCIA DE REACCIÓN de un pueblo EMBRUTECIDO ha sido ROBUSTECIDA con la INOCULACIÓN de una pseudo vacuna, ya que haberse inoculado con esta porquería inyectable es parte del EXPERIMENTO GENOCIDA. Han ADORMECIDO AL REBAÑO, pero algunas OVEJAS fuimos despertando. Desde Mendoza, Argentina: gracias por permitirme esta respuesta. Un saludo cordial.
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C
Gracias a tí por tu comentario

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