El crescendo de amargura y riñas en Europa, podría hacer pensar a los extranjeros a una especie de fin de partida, más bien amarga entre Grecia y sus acreedores. En realidad, explica Joseph Stiglitz, en un artículo aparecido en Project Syndicate, que los dirigentes europeos empiezan justo a revelar la verdadera naturaleza de la controversia sobre la deuda, y la respuesta no tiene nada de agradable: se trata más bien de poder y de democracia que de dinero y economía.
La economía detrás del programa que la “Troika” (Comisión europea, Banco central europeo y Fondo monetario internacional) ha impuesto a Grecia hace cinco años la ha hundido en un abismo, con una caída vertiginosa del 25% del PIB. Ninguna depresión no ha tenido consecuencias tan catastróficas, comenta Stiglitz, recordando un simple hecho: la tasa de paro entre los jóvenes supera hoy el 60%. Es sorprendente, prosigue el Premio Nobel, que la Troika rechace reconocer sus fracasos. Pero lo que es más sorprendente es que los dirigentes europeos no han aprendido nada.
Stiglitz recuerda que las enormes sumas de dineros prestas a Grecia han terminado en las cajas de los acreedores del sector privado-inclusive en bancos alemanes y franceses. El FMI y los otros acreedores “oficiales” no tienen necesidad del dinero reclamado hoy en día. Se trata de un escenario de “Business as usual”, este dinero, muy probablemente sería de nuevo prestado a Grecia.
Pero, además una vez más, no es una cuestión de dinero. Se trata en realidad de utilizar los vencimientos para forzar a Grecia a someterse, a aceptar lo inaceptable- no solamente medidas de austeridad, sino también políticas de castigo de regresión.
Pero ¿por qué Europa hace esto? ¿Por qué los dirigentes europeos rechazan prolongar en algunos días el vencimiento del 30 de junio para el reembolso de Grecia al FMI? Europa no es sinónimo de democracia, responde Stiglitz: numerosos dirigentes en Europa querrían ver la caída del gobierno de izquierda dirigido por Alexis Tsipras. No es simple aconsejar a los griegos sobre cómo votar el 5 de julio, continúa Stiglitz. Ninguna de las dos alternativas-aprobación o rechazo de las condiciones impuestas por la troika-no será fácil, y cada una comporta riesgos enormes. Votar “sí” significaría una depresión sin fin. Es posible que un país- que habría vendido todos sus bienes y cuyos jóvenes habrían emigrado- podría finalmente obtener la anulación de su deuda; quizás entonces Grecia podría obtener la asistencia del Banco mundial. Todo esto podría producirse durante la próxima década, o la siguiente.
A la inversa, votar “no” dejaría al menos abierta la posibilidad para Grecia, con su fuerte tradición democrática, decidir su destino. Los griegos podrían tomar la oportunidad para constituir así un futuro, aunque no sea tan próspero como anteriormente, sería más prometedor que la tortura totalmente irrazonable que padece actualmente.
“Yo sabría que votar,” concluye el Premio Nobel de economía.
Publicado en lantidiplomatico, el 29/06/2015
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