Overblog
Editer l'article Suivre ce blog Administration + Créer mon blog

Le blog de Contra información


La desinformación como modo de gobernanza

Publié par Contra información sur 18 Juin 2025, 23:08pm

La desinformación como modo de gobernanza

Los gobernantes actuales, estos supuestos defensores de nuestros intereses, estos "funcionarios electos" que se supone encarnan nuestros valores y garantizan la integridad de nuestro mundo, han perdido gradualmente el control de todos los principios morales. No son más que arquitectos de una ilusión construida sobre una hábil manipulación mediática. Estas figuras de poder, tras las puertas de cristal de los palacios republicanos, ya no se conforman con gobernar mal, sino que, con pérfida habilidad, moldean una realidad paralela donde los hechos se someten a las narrativas que imponen. Sus discursos, carentes de sustancia, son otras tantas maniobras para confundir las mentes y encadenar las conciencias. Lo que nos venden no es la verdad, sino una puesta en escena cuidadosamente retocada, una fachada que oculta el abismo de cinismo al que nos arrastran.

La manipulación, lejos de ser un simple instrumento entre otros, es ahora la esencia misma del poder. Es su esencia, su motor secreto. Ya no se trata de negligencia ni de distorsión accidental de los hechos, sino de una estrategia consciente y asumida. Ya no se trata de manipulación pasiva, de «pecados de omisión» ni de «distorsión involuntaria de los hechos». No, hoy es una estrategia deliberada. La verdad ya no es un imperativo, sino un obstáculo. Un obstáculo para la estabilidad de este poder, para su economía política de control. La verdad ya no es un principio sagrado, sino un problema a superar, un obstáculo para su control, un impedimento para el mantenimiento de su orden, así como de sus privilegios, que han decidido preservar a toda costa. 

Cada evento, cada tragedia, cada crisis se embellece, se reescribe y se altera para ajustarse a una narrativa elaborada, validada globalmente por actores y presentadores igualmente cómplices. Estas verdades incómodas, que podrían despertar conciencias, se silencian antes de que siquiera tengan la oportunidad de calar. La cortina de humo debe mantenerse, la ilusión de un mundo estable debe preservarse, donde la democracia impuesta con bombas y asesinatos masivos sea justa y pacífica, cueste lo que cueste.

La desinformación ya no es una simple desviación o error de cálculo; se ha convertido en una herramienta de gobierno. Cuando el Estado pierde su legitimidad y se hunde en la corrupción, no le queda más remedio que la manipulación sistemática. Las instituciones, estas supuestas garantes de la verdad, no son más que máquinas de mentir. Lejos de ser entidades neutrales, ahora son artífices de la falsificación a gran escala, destilando mentiras hábilmente calibradas para mantener un control total sobre la población. Mentir es su política, la verdad su enemiga. Y ante el aumento de las protestas y el despertar de una población que ya no cree en las narrativas oficiales, estas instituciones ya no dudan en intentar censurar cualquier cosa que escape a su control. Las redes sociales, los sitios web alternativos y los periodistas independientes que se atreven a romper el silencio y revelar la realidad se encuentran bajo un ataque implacable. Se les acusa de "noticias falsas" y "desinformación", mientras exponen la verdad desnuda, esa que los canales de noticias y los periódicos subvencionados intentan ocultar.

Porque son los verdaderos propagadores de mentiras, quienes ocultan masacres de la verdad, manipulaciones históricas y crímenes políticos tras palabras cuidadosamente escogidas. Quieren hacernos creer que son las voces disidentes las que amenazan el orden público. Así, intentan silenciar los discursos alternativos, aquellos que no escribieron, para silenciar a quienes se atreven a alzar la voz, mientras fingen defender una democracia inexistente. Porque su "democracia" es solo otra fachada, una máscara para un régimen totalitario y tiránico de control absoluto. No es la verdad lo que les asusta, sino el hecho de que cada vez menos personas ven sus canales de propaganda, leen sus periódicos subvencionados, y muchos comienzan a abrir los ojos a la ilusión de su dominio. Porque gracias a internet, el monopolio de la información ha terminado, y ellos lo saben.

Y es precisamente por eso que están tratando de sofocar esta rebelión silenciosa, esta marea creciente de verdad, porque cada palabra de disenso que escapa a su control es una piedra que cae del muro de su tiranía.

Los líderes actuales, ya sean europeos, estadounidenses, israelíes o de cualquier otro lugar, ya no respetan los principios que sustentan una gobernanza justa basada en la verdad, la justicia y la transparencia. Son individuos sin principios, dispuestos a sacrificar la integridad, la dignidad, la moral y, sobre todo, la verdad para preservar sus posiciones y privilegios. Lo que importa no es la protección de los ciudadanos, sino la sostenibilidad del malvado orden mundial mafioso que han establecido, donde sus intereses se encuentran en la cima de esta nauseabunda pirámide. La política ya no es un espacio para el debate racional, sino un teatro donde la puesta en escena prima sobre los problemas reales. La realidad importa poco mientras el discurso oficial permanezca inalterado y la máquina siga funcionando como un metrónomo, sin problemas.

Tomemos el ejemplo de Ucrania, que ilustra a la perfección este laboratorio de manipulación. Este conflicto, más allá de las atrocidades que engendra, es ante todo una guerra narrativa. Cada derrota ucraniana, cada avance ruso, se reconfigura para alimentar una narrativa precisa de una Ucrania heroica, resiliente e inocente, frente al opresor ruso. La guerra, más allá de sus horrores evidentes, es un verdadero laboratorio de quimeras. Los hechos se moldean para encajar en la narrativa que se pretende imponer a la opinión pública. No es Ucrania la que se salva, sino la imagen fantasiosa de Ucrania. La realidad sobre el terreno, con las miles de víctimas civiles y las atrocidades cometidas por los neonazis, se reescribe por completo. Cuando un ataque ucraniano mata a civiles rusos o separatistas, es imperativo distorsionar la realidad para mantener la imagen del "monstruo ruso". Cuando un hospital es bombardeado, es una "tragedia inevitable" de la guerra. Al igual que cuando Israel es culpable del bombardeo de otro hospital o de niños en Gaza, es un "error lamentable". Cada palabra, cada ángulo, cada matiz está calculado para preservar la visión del bien de un lado frente a la del mal y para invertir los hechos.

La desinformación ya no es un error; es un arma estratégica. Porque no es por ignorancia que se falsifican los informes, ni por simple negligencia que las cifras se ahogan en un torrente de estadísticas, ya que estas manipulaciones se realizan deliberadamente. El objetivo es simplemente mantenernos voluntariamente ciegos. Porque aceptar mentiras no es solo cuestión de sumisión, sino una forma de controlar y sofocar toda disidencia. Si la verdad puede ser borrada, hecha incomprensible, entonces el poder puede reinar sin trabas.

Y así es como estos gobernantes y élites mantienen una ilusión de libertad y democracia mientras encadenan las mentes en una prisión invisible. La manipulación de la opinión, la distorsión de los hechos, la fabricación de una realidad alternativa, son ahora sus armas más poderosas. La democracia, lejos de ser un verdadero gobierno popular, se convierte en un mero telón de fondo que enmascara la tiranía tecnocrática. El pensamiento crítico se convierte en una amenaza. Las voces disidentes no se reprimen con fuerza bruta, sino con una sutil supresión del discurso. El ataque a la oposición ya no es físico; es simbólico y busca borrar la capacidad de reflexión, aniquilar cualquier forma de discernimiento.

Este sistema, fundado en mentiras y omisiones, es una bomba de relojería. Es solo cuestión de tiempo antes de que la verdad resurja, no sin dolor, sino en medio de un diluvio de sufrimiento humano. Sin duda, la historia inevitablemente restablecerá la verdad, pero ¿cuándo y a qué precio? 

Este mundo ilusorio dejará tras de sí un rastro de ruina humana. Y en ese futuro, quienes se atrevan a desafiar las mentiras, a denunciar el orden establecido, serán las primeras víctimas de un sistema cuya única verdad fue mantener el poder. Los casos tan extraños y sucesivos, desde la trágica y repentina desaparición del general Delawarde hasta la de Éric Denécé, incluyendo la del general Georgelin, son prueba de ello.

En cuanto a la experiencia de Benoît Paré, transmitida por Tocsin , es una de esas ondas de choque atenuadas. Ex alto funcionario francés, enviado especial de la OSCE a Ucrania, no tiene la palabra de un activista ni la agenda de un ideólogo. No escribe para complacer, ni mucho menos para convencer. Pero es un ejemplo contundente de esta manipulación a gran escala. En su testimonio, solo describe lo que vio y lo que sus superiores le obligaron a no informar. Sus observaciones, recogidas en su libro " Lo que vi en Ucrania ", a la venta en thebookedition.com , ponen de relieve el papel activo de las instituciones internacionales en la manipulación de los hechos. La evidencia está ahí, clara e irrefutable. Pero fue borrada por los poderes fácticos. Los informes fácticos ya no eran observaciones, sino relatos falsificados, escritos para satisfacer imperativos diplomáticos. Así, las instituciones internacionales que se supone deben informarnos han tomado partido en la guerra, no para defender una causa justa, sino para legitimar una narrativa tiránica. Una narrativa en la que la verdad, la verdad incómoda, se sacrifica para preservar un orden que ya no tolera ninguna contradicción.

Y cuando la escuela Stanitsa Luhanska es atacada, la suerte ya está echada. La versión oficial está lista incluso antes del análisis balístico. Zelenski la exhibe en Múnich pocas horas después, Occidente se alinea y los medios la difunden. La historia está cerrada, los hechos silenciados. El teatro de la guerra es, ante todo, un teatro narrativo. Y en la OSCE, los técnicos de limpieza limpian todo lo que pueda resultar perturbador, es decir, ¡toda la verdad! Y lo que revela el Sr. Paré es que las instituciones que se supone deben informarnos han tomado posición en la guerra. No del lado de un bando militar, sino al servicio de una narrativa. La de la legitimidad occidental, infalible por definición. Cualquier dato que contradiga esta ficción se corrige, se disfraza o simplemente se elimina.

Esta técnica se está perfeccionando en otros lugares. En Gaza, ya no consiste solo en distorsionar las cifras, sino también en borrar a los testigos. Los periodistas no son solo observadores, testigos de la verdad, sino que se han convertido en blancos. Israel ya ni siquiera niega. Ataca, luego se justifica con arrogancia o ignora. En Rafah, Jan Yunis y Jabalia, se destruyen cámaras delante de los edificios. Y cuando muere un periodista palestino, hablamos de "daños colaterales", nunca de censura militar.

Las noticias se manipulan para ocultar la magnitud del sufrimiento infligido a personas inocentes. Y quienes se atreven a desviarse de la narrativa dominante son silenciados de inmediato. El debate se ha convertido en un campo de batalla donde no solo se borra la verdad, sino que se castiga todo pensamiento crítico. La prensa ya no transmite información; la fabrica. Gaza ya no es una masacre despreciable, un genocidio, sino una "operación militar defensiva"; un niño muerto es un "daño lamentable pero preventivo, porque podría haber crecido y desear venganza", nos dicen... La guerra de la información se despliega en todos los frentes, una batalla invisible pero incesante, librada con precisión implacable y violencia discreta.

En cuanto a AFP, difunde indiscriminadamente declaraciones militares israelíes o ucranianas como hechos irrefutables, tomando como verdad lo que en realidad es solo una versión sesgada, incluso propagandística, de los hechos. Así, estas agencias de noticias, antes garantes de información rigurosa, se convierten en instrumentos de mentiras sutiles, repitiendo historias que sirven a agendas políticas establecidas. Sin embargo, es esta misma información la que posteriormente utilizarán los historiadores.

France 24 tampoco duda en manipular la información. Al designar hospitales o escuelas como "campamentos de Hamás", el canal transforma estos lugares de sufrimiento en símbolos de un supuesto conflicto asimétrico, donde los inocentes se convierten en culpables. Una sorprendente inversión de roles, sin aportar pruebas tangibles. Esta simplificación de la realidad conduce a una distorsión sistemática de los hechos, haciéndose eco de la retórica de las autoridades israelíes que buscan justificar ataques ilegales y sangrientos contra infraestructuras civiles. De igual manera, las noticias sobre ataques militares a escuelas u hospitales se minimizan cuidadosamente, o incluso se ignoran, para no perjudicar la narrativa sionista.

El propio periódico "Le Monde" se embarca en un acto de equilibrio particularmente cínico al cuestionar "la complejidad del conflicto", como si la realidad se tratara de compartir perspectivas opuestas. Pero en esta reflexión sobre la complejidad, este periódico olvida una verdad simple: que los civiles mueren en grandes cantidades, las familias son destruidas, los niños son asesinados, y esto no es un debate ideológico, sino una tragedia humanitaria y un genocidio despreciable. En lugar de destacar las responsabilidades de las potencias involucradas, los medios occidentales, en su conjunto, prefieren navegar sobre un falso equilibrio, dando voz a actores cuyos intereses son obviamente israelíes o, al menos, sionistas, mientras ahogan la realidad en una maraña de términos abstractos y cuestiones teóricas. A los palestinos nunca se les da voz. ¡Jamás!

Civiles inocentes, así enmascarados, se convierten en meros números, deshumanizados y ahogados en la masa. En la agenda mediática de la guerra, su sufrimiento se reduce a una cifra estadística, o peor aún, a una mera sombra tras las líneas del frente. Los vemos morir, pero los olvidamos en cuanto ya no pueden utilizarse para alimentar la narrativa inventada. Cuando un bombardeo golpea Gaza, el número de muertos se convierte en un componente secundario de la historia, eclipsado por maniobras diplomáticas, falsos debates y posicionamiento estratégico. Y a fuerza de seguir una línea editorial dictada por la política estatal y los intereses geopolíticos, la información se transforma en propaganda por omisión.

Los hechos se filtran, se ajustan y, a veces, incluso se borran. Todos conocemos el término "operación militar defensiva" para describir un acto de violencia agresiva que, en otro contexto, se clasificaría como crimen de guerra. Los medios de comunicación, al obedecer esta orden tácita, crean una realidad alternativa en la que se reprime la indignación, se borra la compasión y se reescribe la verdad.

Esto queda patente en la cobertura mediática de la guerra en Gaza. Cuando las fuerzas israelíes lanzan ataques aéreos contra zonas civiles, la justificación es inmediata: «Todos son objetivos terroristas»... ¡«incluso bebés»! ¿Y qué hay de todos los niños muertos en estos ataques, de las familias enteras exterminadas en el abyecto silencio de los medios? Esta realidad humana se borra cuidadosamente, y el sufrimiento se etiqueta como «daños colaterales», como una etiqueta que permite que la narrativa oficial se siga perpetuando sin confrontar la flagrante injusticia de los hechos.

A este ritmo, la prensa occidental, al someterse a esta lógica del consenso, está perdiendo su legitimidad como cuarto poder. Se está transformando en un mero relevo del discurso estatal, una máquina de fabricar consenso. Al no plantear las preguntas adecuadas, al alinear su cobertura con la retórica bélica, se está convirtiendo en correa de transmisión de narrativas de dominación, olvidando su misión esencial de cuestionar el poder, desafiar las mentiras y ofrecer al público una perspectiva libre de cualquier interés político. ¡Y pobre de quien se desvíe del coro! Una palabra fuera de lugar, una cifra exacta, una duda legítima, y ​​serás anatema. La crítica a Israel se equipara con el antisemitismo, no para proteger a esta comunidad, sino para neutralizar un pensamiento. Ya no discutimos, descalificamos. ¡La moral se desvanece tras esta acusación que se ha convertido en un reflejo!

La gente debe creer que lo que ve y oye es lo que realmente sucede, cuando, en realidad, solo ve lo que se le dice.  Por eso, estos gobernantes, estas élites, mantienen esta ilusión de libertad y democracia, mientras encadenan a la opinión pública en una prisión mediática invisible. La manipulación, la distorsión de los hechos, la creación de una realidad alternativa, son ahora sus únicas armas. El pensamiento crítico, la capacidad de cuestionar, de dudar, se convierte en un peligro para ellos. Los «antagonistas», las voces disidentes, son silenciadas. El ataque es menos físico que simbólico, porque pretende destruir la capacidad de reflexión, discernimiento y comprensión. Porque si el sufrimiento es inteligible, se convierte en indignación, y la indignación lúcida se convierte en un escándalo político.

Pero quizás sea Irán quien mejor cristaliza esta inversión. Israel ataca un consulado en Damasco, viola la soberanía de un tercer Estado, asesina a diplomáticos, y es a Irán a quien se acusa de escalada. Cuando Teherán responde, con precisión quirúrgica, atacando bases militares, los medios de comunicación se enfurecen y gritan: «Amenaza a la paz mundial», «Provocación» o «Ataque masivo». Sin recordar el contexto ni simetría en el discurso. Israel ataca a civiles y niños, y eso es simplemente normal. Irán responde, lo que, por otro lado, ¡es inaceptable! Aquí es donde la mentira alcanza su forma más completa. Ya no es una narrativa, es una gramática. Una gramática de dominación. Un lenguaje donde los agresores son víctimas, donde los defensores son amenazas, donde la realidad solo existe si se puede capitalizar políticamente.

El público no se cree todo lo que le dicen, pero, mal informado y mal educado, termina dudando de todo. Este es el triunfo definitivo de la desinformación, que no busca convencerte, sino agotarte, ahogarte en la vaguedad, en la simetría ficticia, en el fatalismo. Y hacerte creer que nada está claro, que nadie está limpio, que la guerra es una niebla sin puntos de referencia. Aunque los hechos están ahí, claros, sangrientos y grabados en 4K.

Y, sin embargo, en esta simulación, algunos aún se mantienen firmes. Aquellos que vieron, aquellos que lo perdieron todo menos sus palabras. Los testigos de Gaza, los disidentes de Ucrania, los diplomáticos destrozados por la verdad que se les prohibió decir, los generales y oficiales de inteligencia asqueados por tantas artimañas. Estas voces son inquietantes porque encarnan un hecho evidente que quienes ostentan el poder temen más que a nada. Porque cuando decir la verdad se convierte en un acto de rebelión, es porque mentir se ha convertido en la norma institucional, un pilar del Estado. Pero estos pilares están podridos por dentro. Y caerán, tarde o temprano. Caerán bajo el peso de su propia duplicidad, su arrogancia, su desprecio por el pueblo que dicen gobernar. Caerán, porque ningún imperio de mentiras puede soportar la persistencia de quienes dan testimonio, que dan nombres, que se niegan a ser borrados.

Y ese día, cuando los responsables de esta vasta impostura mediática, diplomática y militar enfrenten las consecuencias de sus actos, ya no habrá tiempo para debatir ni para poner las cosas en perspectiva. Tendrán que nombrar, juzgar y condenar sin apelación. Porque habrán sacrificado generaciones enteras en el altar de su poder y su avaricia. Habrán dejado morir la verdad, pisoteado la justicia y silenciado el pensamiento, a plena luz del día, ante el aplauso de los canales de noticias subvencionados y el silencio cómplice de las cancillerías corruptas.

La historia los espera y no los olvidará. No perdonará el horror ni el sacrilegio. Y si la verdad, como siempre, finalmente resurge, no será sin estrépito. Será en la ira del pueblo, en la vergüenza de las élites, en las ruinas de un engaño que ha durado demasiado tiempo. Así que sí, la verdad regresará, sin duda. Pero me atrevo a esperar que no regrese de forma suave ni pacífica... Sino que regresará como una tormenta, un huracán, que destrozará y ahogará definitivamente a todos estos delincuentes de la desinformación.

Phil BROQ.

Blog de l'éveillé

jevousauraisprevenu

Pour être informé des derniers articles, inscrivez vous :
Commenter cet article

Archives

Nous sommes sociaux !

Articles récents