Lo que se ha visto no se puede dejar de ver.
Algo que sí logró el 7 de octubre fue que Israel y sus aliados mostraran al mundo su verdadero rostro. Presentarse ante toda la humanidad diciendo: «Si se resisten, mataremos a sus bebés. Dispararemos deliberadamente a sus hijos en la cabeza. Masacraremos a los trabajadores médicos. Destruiremos sistemáticamente todos sus hospitales. Los violaremos y torturaremos como cuestión de política. Asediaremos a toda la población civil. Haremos que su territorio sea inhabitable y luego los expulsaremos a todos y nos lo apropiaremos. Asesinaremos a todos sus periodistas e impediremos la entrada a periodistas extranjeros para que nadie pueda ver lo que les estamos haciendo. Mentiremos sobre todo esto todo el tiempo, y ustedes sabrán que mentimos, y nosotros sabremos que ustedes saben que mentimos, y ustedes sabrán que nosotros sabemos que ustedes saben que mentimos. Y nos saldremos con la nuestra de todos modos, porque tenemos todas las cartas».
A veces me encuentro con gente que dice: "¿Qué esperaba Hamás? ¡Tenían que saber que Israel haría esto!". Dicen esto en un esfuerzo por culpar a Hamás de las atrocidades genocidas de Israel, como si Israel fuera una especie de animal salvaje que no puede ser responsabilizado por sus acciones si alguien se acerca demasiado a su boca.
Pero, por supuesto, Hamás sabía que Israel y sus aliados reaccionarían de esta manera. Por supuesto que sí. Sabían que se enfrentaban a una civilización asesina y tiránica, capaz de un mal sin límites y que no considera a los palestinos como seres humanos. Lo sabían porque habían vivido bajo su influencia toda su vida. Ese es el problema que intentaban abordar con sus acciones del 7 de octubre.
Se puede discrepar de las decisiones que tomó Hamás ese día. Se puede decir que deberían haber recurrido a otros medios para buscar justicia. Se puede denunciarlos, odiarlos, realizar todo el ritual público necesario para su aceptación en la sociedad occidental. Pero lo que no se puede hacer es negar que Israel y sus aliados han estado revelando su verdadera cara al mundo cada día desde entonces, a niveles que antes no lo hacían.
Todo es perfectamente visible ahora. Todo está ahí, en la superficie. Podemos seguir diciendo que vivimos en una sociedad libre, que cree en la verdad y la justicia y que considera a todos iguales, pero todos sabemos que es mentira. Lo que somos, ante todo, es una civilización que habrá apoyado activamente el primer genocidio transmitido en directo de la historia. Este es el hecho más relevante sobre el mundo occidental en esta etapa de la historia. Y nos salta a la vista todos los días.
El 7 de octubre ciertamente no facilitó la vida a los palestinos, pero sí nos quitó la capacidad de ocultarnos de nosotros mismos. Hamás se extendió a miles de kilómetros de distancia y destruyó para siempre nuestra capacidad de eludir la verdad sobre la distopía en la que vivimos. Nuestros gobernantes podrán eliminar a los palestinos como pueblo, pero algo que jamás podrán hacer es volver a taparnos los ojos.
Lo que se ha visto no se puede dejar de ver.