- La OMS planea institucionalizar la colaboración en la era de la pandemia con Silicon Valley (por ejemplo, Meta, Google) formando un “colectivo de salud en línea” para mantener el control centralizado de los mensajes de salud a través de algoritmos, redes de personas influyentes y moderación de contenido.
- La OMS mide el éxito por el “cambio de comportamiento” en lugar del discurso abierto, utilizando programas impulsados por inteligencia artificial (como Fides) para capacitar a personas influyentes y suprimir las voces disidentes con el pretexto de combatir la “desinformación”.
- Los críticos advierten que el plan corre el riesgo de consolidar la censura al presentar los enfoques de salud alternativos (por ejemplo, la medicina natural) como “desinformación”, reflejando tácticas utilizadas por grupos como el Centro para Contrarrestar el Odio Digital (CCDH) para silenciar a los expertos disidentes.
- La alianza profundiza los vínculos entre las grandes farmacéuticas, los monopolios tecnológicos y los organismos de salud mundiales (por ejemplo, la FDA, la ONU), lo que genera inquietudes sobre la ciencia sesgada, el debate científico erosionado y la pérdida de la soberanía sanitaria local.
- Los defensores de la libertad sanitaria argumentan que la retórica de la OMS, basada en el "prebunking" y la "inmunidad social", deslegitima la disidencia, priorizando el cumplimiento sobre la autonomía y amenazando las alternativas de atención médica integral. La resistencia crece entre los grupos de la sociedad civil que advierten sobre el autoritarismo digital irreversible.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) está impulsando un plan audaz para institucionalizar sus mensajes de salud digital a través de una alianza permanente con gigantes de Silicon Valley como Meta, con el objetivo de normalizar los niveles de colaboración y control narrativo de la era de la pandemia. Andy Pattison, líder del equipo de canales digitales de la OMS, lamentó recientemente la disminución de la cooperación de la industria tecnológica desde que se suavizaron las restricciones sanitarias mundiales y propuso la creación de un "colectivo de salud en línea" para mantener la coordinación a nivel de crisis. Esta iniciativa, diseñada para integrar permanentemente las asociaciones entre las autoridades sanitarias mundiales y las empresas tecnológicas, ha reavivado las preocupaciones entre los defensores de la libertad sanitaria y las voces disidentes sobre la erosión de la libertad de expresión y la priorización de la manipulación del comportamiento sobre el discurso público genuino.
La propuesta prevé un sistema donde los mensajes de salud unificados, diseñados mediante alianzas con Meta, Google y otras plataformas, se difunden durante todo el año mediante promoción algorítmica, redes de influencers y moderación de contenido restringida. Si bien los funcionarios de la OMS lo presentan como una herramienta para combatir la desinformación y mejorar los resultados de salud pública, los críticos advierten que corre el riesgo de consolidar la censura, limitar el debate científico y marginar enfoques de salud alternativos como la medicina natural.
La visión de la OMS: Control institucionalizado permanente
La propuesta de Pattison se centra en la idea de convertir la coordinación sanitaria digital en una práctica rutinaria, en lugar de una medida reactiva, durante la pandemia. Durante la crisis del COVID-19, la OMS y Meta colaboraron estrechamente para difundir los mensajes aprobados, limitar la desinformación y desplegar campañas como Fides, que capacita a influencers del sector salud para difundir contenido aprobado por la OMS. Pattison describió estos esfuerzos como exitosos para influir en el comportamiento público mediante algoritmos específicos y publicaciones en redes sociales con gran carga emocional.
“[Fides] empodera a influencers locales, como un creador ugandés, para contextualizar los consejos de salud global como si fuera un 'creador ugandés que habla sobre el último escándalo'”, dijo Pattison, enfatizando la función del programa en adaptar los mensajes al público local, manteniendo al mismo tiempo un control centralizado. El objetivo, añadió, es medir el éxito no por "me gusta" o impresiones, sino por el "cambio de comportamiento", priorizando las plataformas tecnológicas el contenido alineado con las prioridades institucionales.
La alianza iría más allá de la eliminación de contenido e incluiría la colaboración proactiva con los gerentes de producto de las empresas tecnológicas para diseñar plataformas que refuercen las narrativas de las autoridades sanitarias. Esto incluye mejoras algorítmicas para los mensajes oficiales y políticas de moderación coordinadas para suprimir las opiniones discrepantes, presentándolas como peligrosas o contrarias a la ciencia basada en la evidencia.
Censura, supresión y erosión del debate científico
Los defensores de la libertad sanitaria y los organismos de control de los medios de comunicación argumentan que estas alianzas amenazan las libertades civiles y el pluralismo científico. El Centro para la Lucha contra el Odio Digital (CCDH), conocido por su informe "Docena de Desinformación", dirigido a profesionales de la salud que se oponen a las medidas impuestas por la pandemia, ejemplifica una tendencia más amplia de alianzas entre empresas tecnológicas y ONG que, según sus críticos, sofocan el diálogo abierto.
“El programa Fides e iniciativas similares replican las tácticas del CCDH, cuyo objetivo es silenciar a los médicos e investigadores que cuestionan las políticas sanitarias dominantes”, declaró Michael Schmidt, investigador de políticas sanitarias del Instituto Pacífico para la Libertad en Salud. “No se trata de ciencia, sino de consolidar el poder”.
Históricamente, las colaboraciones en tiempos de pandemia, como la Alianza Africana de Respuesta a la Infodemia, sentaron precedentes para este tipo de alianzas. Estas redes aprovecharon la censura estatal para marginar el discurso de la salud alternativa, etiquetando a menudo los remedios naturales o las estrategias centradas en la inmunidad temprana como "desinformación" sin una rigurosa revisión por pares.
El creciente énfasis de la ONU en los "estándares internacionales basados en la evidencia" añade peso geopolítico a este impulso, ya que los críticos argumentan que erosiona la gobernanza local de las políticas sanitarias. Mientras tanto, la interacción fluida en Silicon Valley entre las grandes farmacéuticas y las empresas tecnológicas —como la división de Control de Rumores de la FDA, criticada por sus vínculos con la industria— alimenta las acusaciones de ciencia sesgada.
El comportamiento como nueva métrica
El enfoque explícito de la OMS en el cumplimiento del comportamiento por encima de la transparencia plantea cuestiones éticas. «El objetivo no es compartir información, sino controlarla», afirmó la Dra. Catherine O'Neil, profesora de bioética de la Universidad Johns Hopkins. «Si se mide el éxito por el 'cambio de comportamiento', se prioriza el cumplimiento de las directivas institucionales por encima de la autonomía individual».
Pattison confirmó este enfoque al afirmar: «El objetivo es inocular a la población contra la desinformación». Esta metáfora —que compara el discurso público con un virus— se alinea con las estrategias de predesmentidación impulsadas por institutos como el Laboratorio de Futuros de la Información de la Universidad de Brown, que tratan la disidencia como un patógeno que requiere «inmunidad social».
Los defensores de la libertad sanitaria argumentan que este enfoque deslegitima diálogos vitales sobre la salud holística, las terapias tempranas o los riesgos de la sobremedicalización. «Cuando se etiqueta a productos naturales confiables como 'desinformación', se pone en peligro a las comunidades que dependen de esos enfoques», declaró Li Ling, directora del Colectivo Asiático de Salud Natural.
Una encrucijada para la gobernanza sanitaria mundial
El impulso de la OMS refleja un cambio más amplio hacia la institucionalización del control sanitario digital pospandémico. Si bien quienes lo promueven argumentan que esto garantiza respuestas oportunas a las crisis, quienes se oponen ven riesgos irreversibles para las libertades civiles y la integridad científica.
A medida que se intensifican los debates, los próximos meses pondrán a prueba si esta alianza se convierte en una piedra angular de la política mundial de salud pública o si desencadena una revuelta mundial por la libertad sanitaria. Grupos de la sociedad civil, incluidas las redes de liberación de la Salud Natural, instan a la vigilancia, enfatizando la necesidad de preservar la diversidad de puntos de vista y la transparencia basada en la evidencia en un panorama digital cada vez más centralizado.
“En una era de manipulación algorítmica, la libertad sanitaria depende del derecho de las personas a buscar la verdad”, afirmó Lingle. “Si permitimos que estas alianzas dicten nuestras decisiones, dejamos de ser ciudadanos y nos convertimos en súbditos”.
Willow Tohi
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