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Le blog de Contra información


Educar a los cerdos conduce a la tiranía

Publié par Contra información sur 3 Février 2025, 17:38pm

Educar a los cerdos conduce a la tiranía

Hoy en día, la verdad se destila en dosis tan pequeñas y se manipula con una habilidad tan maquiavélica que la realidad se convierte en un artefacto, moldeado por quienes controlan los hilos del poder. Es decir, una élite financiera, corrupta y desconectada, que gobierna a través de la mentira, los medios de comunicación, la violencia y la ignorancia colectiva. Mientras la mayoría se revuelca en la comodidad de la ilusión y la negación, incapaces o indiferentes a la verdad que los haría libres, he decidido no desperdiciar más energía. Porque en última instancia el despertar es una búsqueda personal. Y aquellos que lo busquen, aquellos que se atrevan a salir de este fango del conformismo, aquellos que hayan hecho el esfuerzo de liberarse, merecerán mi atención. Los demás, pues, que persistan en revolcarse en su propia hipocresía y servidumbre voluntaria hasta que les llegue la muerte.

En el gran teatro del mundo moderno, donde cada uno parece representar su papel con una convicción cada vez más artificial, la realidad de las cosas parece haberse convertido en un producto más, un juguete en manos de quienes realmente manejan los hilos de los bancos y Los medios de comunicación. No son aquellos que nos muestran como actores principales los que dirigen este espectáculo, sino un puñado de individuos, una casta de criminales especializados en la manipulación organizada, hábiles para ocultar su insaciable sed de poder y lucro detrás de discursos filantrópicos y sonrisas de fachada. Se proclaman élite, no por méritos propios, sino por un legado de sangre y dinero, fruto de una alquimia infernal de chantajes, corrupción y abusos que dura siglos, apoyada en la incapacidad de los adversarios para enfrentarse a ellos.

El legado de estas pseudo "élites" no es más que la transmisión de un poder infernal y mal habido, consolidado en las sombras por mecanismos invisibles de corrupción y chantaje, pero perfectamente controlado. Los imperios no se construyen a través del talento, sino a través de mentiras, manipulación mediática, violencia armada y adoctrinamiento mental. Pero su poder se basa en una sola cosa: la ignorancia colectiva.

Y es allí, en este vasto campo de ruinas en que se ha convertido el pensamiento crítico, donde reside el verdadero veneno de la negación total del pueblo. No sólo ignorantes, sino sobre todo felices de serlo, se regodean en una comodidad de estupidez deliberadamente mantenida, reprimiendo la verdad como un peligro cuyo olor nauseabundo termina por disiparse al cabo de apenas una generación.

Lo que llamamos pueblo, masa, plebe, no es más que un rebaño dócil y estupefacto, dispuesto a dejarse guiar por quienes saben, entienden y manipulan los hilos invisibles de la sociedad, para su único beneficio. No importan las evidencias, no importan los hechos, no importan las advertencias que les envíen, prefieren volver continuamente a regodearse en la ilusión de su existencia tranquilizadora, bajo el pretexto de la comodidad y la seguridad. Comen con avidez las mentiras que les sirven, tragándolas con avidez, mientras afirman que son libres de pensar y actuar, que son individuos, ciudadanos responsables, sin tener la menor idea de la definición exacta de las palabras que utilizan.

Es una mascarada grotesca que se ha vuelto insoportable para mí. Sus ojos, cegados por el consumo y el egoísmo, ya no quieren ver las cadenas ni los alambres de púas que delimitan su ilusoria libertad basada en su poder adquisitivo y su capacidad de adquirir objetos inútiles. La luz de la verdad, tan fácil de percibir para quienes se dignan a mirarla, es silenciada por un sistema que transforma cada pregunta en herejía, cada respuesta en violencia. Y en esta multitud de cabezas inclinadas, corazones anestesiados, cerebros hipnotizados, la verdad se convierte en una voz perdida en el viento. Cualquiera que se atreva a hablar de ello, cualquiera que intente despertar estas conciencias ahogadas en la niebla, se topa con un muro de desprecio y de odio. A esta masa de seres estupefactos por su propia y sucia negación.

A los que todavía piensan que podemos “despertar” a estas masas, a los que imaginan que todavía es posible una conciencia colectiva, les pregunto: ¿por qué seguir perdiendo el tiempo? ¿Por qué desperdiciar energía tratando de salvar a quienes no quieren salir de la trampa? ¿Por qué acercarnos a criaturas que se revuelcan en su estupidez, que se revuelcan en ella con deleite, que se revuelcan en ella como cerdos en su mierda, imaginando que es parte de su naturaleza? Sólo el cerdo doméstico hace esto, porque un jabalí nunca se revolcaría en sus propios excrementos.

Esto es exactamente lo que quiero evitar en mis próximos años. No quiero que creemos, por el error de haber educado a cerdos satisfechos, un nuevo sistema de opresión con el pretexto de un cambio necesario, ofreciendo la corona a seres que, por falta de cultura, de conciencia o de verdadera empatía, no tienen otra ambición que la de reproducir la misma falsa libertad, pero en formas aún más insidiosas. La verdad es que educar a estos cerdos sólo conduce a la perpetuación del círculo vicioso, y por eso me niego a ser yo quien contribuya a su establecimiento.

Ante esta constatación de fracaso masivo, a partir de ahora ya no seré yo quien arroje perlas a estos cerdos, como lo he hecho durante los últimos 5 años. Ya no desperdiciaré mis ideas, mi energía, mis escritos en aquellos que prefieren quedarse en su pequeña granja, estancados en sus creencias tóxicas y en su sucia autocomplacencia. No. A partir de ahora me dirigiré sólo a aquellos que aún tienen mente, cerebro y voluntad para salir de esto. A aquellos que, mediante un acto de inteligencia y lucidez, han optado por no dejarse engañar más. A quienes, por ejemplo, comprando uno de mis libros para apoyarme en mi trabajo diario, también reconocen su lugar en este mundo y la necesidad de valorar el trabajo y la ayuda mutua. La de los investigadores, de los pensadores, de los hombres despiertos, libres, que toman responsabilidad de sus vidas. Son raros, pero existen, y es a ellos a quienes me dirigiré a partir de ahora.

Los demás, que se vayan todos a revolcarse en esta inmundicia, que se devoren unos a otros y se asfixien en su propia hipocresía. Que acaben vaciados en los mataderos de su destino, que desaparezcan para siempre, esperando que simplemente no hayan tenido antes la idea de procrear. Sus vidas, sus sufrimientos y sus muertes ya no me interesan. Porque la verdad, en última instancia, pertenece a aquellos que están dispuestos a recibirla. Aquellos que han sido capaces de ver más allá del espejo distorsionador que les muestra su sociedad. Aquellos que saben que todo lo que creen ser es en realidad una ilusión cuidadosamente tejida por quienes los gobiernan, para dominarlos mejor.

A los ignorantes, a los conformistas, a los consumidores, los dejo con sus ilusiones. Ha llegado el momento de la rebelión, pero no tendrá lugar en las calles llenas de gente, en la furia de las multitudes. Se hará en la mente, en la lectura, en la reflexión, en la educación personal y en la voluntad de ser un ser humano digno y responsable de estos actos. Y aquellos que aún no han comprendido esto, que todavía prefieren adormecerse con ilusiones y falsos consuelos, pueden contentarse con su existencia de zombis, dispuestos a consumir y morir en el olvido. Ya no me importa, mejor, les animo a que sigan hasta que se ahoguen por haber comido demasiado de su propia descendencia en su egoísmo y negación.

Me niego a perder más tiempo discutiendo con criaturas que no tienen ni el deseo ni la capacidad de comprender. Aquellos que quieren saber, aquellos que quieren entender, aquellos que buscan la verdad y la autenticidad, sólo ellos merecen ser iluminados y tienen mis libros para comenzar a educarse. A los demás, que se vayan realmente a revolcarse en su inmundicia y sobre todo que mueran allí rápidamente, porque la verdad no se puede dar a quien ni siquiera quiere verla.

Así pues, es hora de hacer una última constatación fría, amarga e irrevocable porque vivimos en un mundo donde la verdad está asfixiada bajo gruesas capas de mentiras y distracciones, donde los manipuladores de turno tejen sus hilos invisibles con total impunidad, controlando cada aspecto de nuestra existencia con increíble facilidad. Este pueblo, antaño portador de la esperanza de una revolución ilustrada, hoy no es más que una masa de consumidores anestesiados, felices en su servidumbre y demasiado estúpidos para ver las cadenas que los atan. Ante esta devastación mental, he decidido no acercarme más a los voluntariamente ciegos, a aquellos que prefieren regodearse en su comodidad, en lugar de levantarse, mirarse a la cara y comprender.

La verdad, la que no teme a la simulación ni a la ilusión, pertenece a quienes están dispuestos a escucharla, a quienes eligen deliberadamente salir del atolladero de la ignorancia. 

La verdadera rebelión, la única que cuenta, no tendrá lugar en los adoquines de las calles, sino en las mentes, en los corazones, en las mismas almas de aquellos que se niegan a ceder a la estupefacción colectiva. Aquellos que todavía tienen la capacidad de pensar, de comprender, de amar la verdad, de actuar con discernimiento e integridad, esos son los verdaderos herederos de este mundo. 

Son pocos en número, pero su luz, en su brillo puro e intocable, es todo lo que importa. Para ellos, para nosotros, todavía es posible redefinir lo que significa ser humano, ir más allá de las ilusiones y romper las cadenas invisibles de la opresión. En cuanto a los demás, que su mundo ficticio siga derrumbándose sobre sí mismo… ¡Y rápido! 

Phil BROQ.

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