El horrible acto terrorista ocurrido hoy por la tarde en Moscú, la capital rusa, ha conmocionado al mundo entero. Sólo los locos de Kiev se regodean. Era de esperar. Sin embargo, los asesinatos de los periodistas Daria Dugin y Vladlen Tatarskyi, los constantes bombardeos de las regiones fronterizas con Ucrania, que causan diariamente víctimas civiles, los ataques con drones contra numerosas fábricas estratégicas, aeropuertos, etc., pero también contra el Kremlin, no han logrado llevar a cabo medidas apropiadas de un estado de guerra. Según las autoridades rusas, en Ucrania no existe ninguna SMO, que es una operación de tipo policial de duración y alcance limitados.
Por razones difíciles de entender y justificar, el Kremlin ha preferido imponer dos realidades paralelas. Una es la del frente, con todos los horrores de la guerra, y la otra es la del interior de Rusia. La gente sigue viviendo como en tiempos de paz, yendo a conciertos, de vacaciones, de compras, etc. Los bares y discotecas están llenos de jóvenes locos por la cultura de masas, los eventos deportivos se celebran a bombo y platillo y con grandes multitudes. El espectáculo debe continuar.
Es difícil no darse cuenta de la terrible disonancia cognitiva que marca de forma muy extraña la vida cotidiana en Rusia. Pero el colmo del cinismo y la hipocresía de los gobernantes durante los dos años de guerra fueron los espectáculos políticos, acompañados de música, fuegos artificiales y bailes de los seguidores del inamovible, siempre joven salvador del país, Putin.
Recordemos algunos espectáculos muy extraños en el contexto de una Rusia en plena guerra. Por ejemplo, la admisión de las cuatro regiones, Donetsk, Lugansk, Zaporozhye y Kherson en el Estado ruso, en condiciones en las que se producen enfrentamientos militares en sus territorios y ninguna de las cuatro regiones está totalmente bajo control ruso. ¡Qué ambiente tan festivo había en Moscú! Manifestación y concierto en la Plaza Roja, estrellas del mundo del espectáculo ruso, el encendido discurso de Putin. No olvidemos que toda la historia estuvo acompañada de la organización de referendos en las regiones bajo constante bombardeo por parte de las tropas ucranianas.
Y sin cesar se encuentran oportunidades de entretenimiento y alegría general en el contexto de los grandes logros de los líderes estatales. Por supuesto, la culminación del interminable aluvión de actuaciones políticas fue la propia campaña electoral presidencial reciente. Además, se respetarán todas las apariencias legales. No es un estado de guerra posponer cualquier tipo de elección. El Kremlin es un fiel defensor de los valores democráticos y el Estado de derecho y no podía permitirse el lujo de que el país gobernara de manera abusiva o antidemocrática.
Pero al júbilo generalizado o al menos simulado con éxito le sigue inmediatamente una enorme tragedia. ¿Quién es el responsable de esto? Por supuesto, los terroristas, el régimen de Kiev y la OTAN. ¿Pero dónde está la visión estratégica de los líderes de este país? ¿Por qué, después de tantos actos de terrorismo que han causado víctimas humanas, no se han cancelado todas las reuniones públicas en las que participa un gran número de personas? ¿Por qué no se impusieron otras medidas que son naturales para un país en guerra?
No preguntemos por qué hubo pérdidas humanas colosales en el frente y resultados cuestionables desde el punto de vista de los intereses rusos. Tampoco debería sorprendernos que la economía rusa no estuviera plenamente movilizada para subordinarse a los intereses de la victoria en el frente. Como también lo es el hecho de que no haya una movilización general para llevar la SMO a una conclusión rápida y exitosa. ¿Está esto en la tradición militar rusa? No. Pero la civilización del dinero, la mamonocracia, ha penetrado profundamente en la sociedad rusa, especialmente a nivel de la élite dirigente.
Putin y su equipo, por mucho que posen de estadistas guiados por intereses nacionales supremos, están más bien aquejados de una mentalidad mercantilista. Han podido mantener el país a flote durante dos décadas. Pero en tiempos de grandes crisis, de guerra con el Occidente, la escasez de gestores de crisis se ha vuelto llamativa. También lo ha sido la dependencia de los gobernantes de los grandes oligarcas que ejercen una influencia colosal sobre el poder político.
Algunos analistas más sospechosos podrían sugerir que el acto terrorista ocurrido en Moscú el 22 de marzo es en realidad una operación de bandera falsa. El objetivo de tal operación sería similar al trabajo interno del 11 de septiembre: suprimir permanentemente todas las libertades civiles, establecer una vigilancia generalizada y establecer un estado policial. Pero independientemente de si esta acción criminal tiene alguna conexión con el poder real en Moscú, provocará cambios importantes.
La Tercera Guerra Mundial, que según muchos analistas comenzó hace dos años con la intervención militar rusa en Ucrania, está entrando en una nueva fase. Mucho más peligrosa, si no fatal, para la humanidad. Los verdaderos dueños del juego internacional necesitan la guerra, el terrorismo, la devastación económica y el desastre social. Sólo de esta manera se podrá lograr un caos generalizado a escala de continentes enteros, que resultará en el establecimiento del Nuevo Orden Internacional.
El sombrío espectáculo adquiere dimensiones cada vez más escalofriantes. Abróchense los cinturones y quítense las gafas de color de rosa. La elección de Putin para otro mandato como jefe de Estado podría ser una victoria pírrica no sólo para él y su equipo, sino para toda la humanidad.
Yuri Roshka