A continuación se presenta un importante artículo del Dr. Emanuel García que se centra en el número de muertes asociadas a la vacuna Covid de ARNm desde su inicio en diciembre de 2020.
Emanuel García afirma con razón que las "pruebas están ahí. Son abrumadoras".
Emanuel plantea la pregunta "Entonces, ¿se está descubriendo la verdad? ¿O no?"
Lee atentamente el artículo de Emmanuel García sobre la campaña del pinchazo Covid-19
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Recientemente, otra persona murió poco después de haber recibido el pinchazo Covid. Como era de esperar, los defensores de la libertad de Nueva Zelanda expresamos unánimemente nuestro horror ante otra muerte innecesaria, y se instó a algunas personas a "hacerlo público", a que protestaran contra el programa de asesinato llevado a cabo de forma transparente, a que iniciaran un revuelo que cambiara la situación.
Pero no será así.
¿Cuántas muertes se han asociado ya a las inyecciones en todo el mundo, muertes entre los jóvenes y los ancianos, entre los sanos y los médicamente comprometidos, cuántas "muertes súbitas" se han producido?
Muchas. Las pruebas están ahí, son abrumadoras, pero los del otro bando no se inmutan. Ahora, hay algunas resoluciones de "prohibir el pinchazo" que se han producido en algunos Estados en los EE.UU., y algunos países han restringido el uso de ciertas inyecciones, pero la avalancha de Big Pharma sigue cobrando impulso para las llamadas vacunas de ARNm. También hay datos muy esperanzadores de que muchas personas están rechazando los refuerzos, al menos en Estados Unidos.
Entonces, ¿se está descubriendo la verdad? ¿O no?
A juzgar por las personas normales que conozco, no es el caso. Los antivacunas son chiflados y parias que deben ser rechazados por los miembros de la Iglesia de la Vacunología.
Lo que quiero decir aquí, desde el punto de vista psicológico, es que la campaña de vacunación y la propaganda que la respalda, que lleva décadas marinándose, ha creado una mentalidad que la verdad no puede iluminar.
Con cada muerte por pinchazo o acontecimiento adverso que se afirma -especialmente entre celebridades de alto perfil como Jamie Foxx y Eric Clapton- las personas normales se atrincheran con un vigor renovado. En los círculos psicoanalíticos esto se conoce como resistencia, y en la terapia analítica es muy común descubrir que las demostraciones claras de la irracionalidad de las defensas se encuentran con una resistencia cada vez mayor. En otras palabras, cuanto más se muestra la verdad, más fuerte es la negación de la misma. Es como si un ejército cavara trincheras más profundas cuanto más desesperada se vuelve su posición. O una cabeza de avestruz se entierra más en la arena para no ser testigo de la realidad.
Esto tiene consecuencias prácticas para quienes luchamos por ganarnos a las masas. ¿Debemos atizarlas continuamente con ejemplos de las horribles consecuencias del pinchazo?
Yo creo que no. Creo que todo este desfile racional y concienzudamente claro de la realidad tiene el efecto de estimular a los no despiertos a una mayor ira, agresión y negación. Al fin y al cabo, somos locos conspiranoicos antivacunas, y nuestra idea de causalidad no es más que alarmismo.
Verán, ya tienen miedo, e inconscientemente ya saben que han sido engañados, embaucados, manipulados y traicionados. Pero esto no pueden admitirlo, porque si asoma la luz de las pequeñas verdades sobre el pinchazo, poco después se encenderán los focos de un mayor reconocimiento del castillo de naipes sobre el que los gobiernos han construido sus feudos, y con ese descubrimiento, con el reconocimiento de la duplicidad del Estado y del asesinato del Estado -a pesar de los pintorescos mensajes de preocupación del Estado, como, por ejemplo, en sus programas simbólicos de ayuda para combatir varios tipos de cáncer, o sus líneas de apoyo para adolescentes suicidas- no tienen nada a lo que agarrarse.
Se adhirieron al ideal materialista, han hecho alarde de sus números en la compleja carrera de ratas que han aceptado, y no tienen nada que esperar salvo más dinero, más cosas y más vida, aunque esa vida esté cada vez más acorralada por sus autoridades.
Así que ya no le cuento a nadie lo de otro joven guapísimo o con talento o de una celebridad veterana que hace poco alardeaba de su estado de pinchazo en Facebook y ahora ya no está. Vivo mi pequeña vida y, de vez en cuando, cuando veo un hueco, hago un comentario.
Esta misma noche, en un pequeño local de un restaurante malayo que frecuento, me he dado cuenta de que uno de los cocineros no llevaba su máscara. Había destacado como enmascarado y durante semanas había pensado decirle algo cuando me servía su buen plato de Mee Goreng, pero algo me decía que desistiera.
Esta noche, sin embargo, mientras me cobraba la cuenta -desenmascarado-, comenté la ausencia de su disfraz y me atreví a decir "ya sabes, no funcionan, soy médico". Esto, para mí, era mucho decir, porque hoy en día suelo ser reservado, por una cuestión de principios.
Luego me explicó que llevaba la mascarilla porque tenía una lesión en la nariz -que yo vi-, sonrió y me fui con el buen ánimo de que quizá se estaba instalando algo de sentido común en nuestro loco mundo.
Quizá haya esperanza, después de todo.
El Dr. García es un psicoanalista y psiquiatra nacido en Filadelfia que emigró a Nueva Zelanda en 2006