Qué espectáculo tan alegre, ¿no? Así que aquí estamos todos unidos en esta gran farsa que es el escenario mundial, donde la desesperación de las masas es el entretenimiento favorito de nuestras queridas elites. Un poco como una obra de teatro absurda, pero sin el encanto de la gran pantalla, aquí el escenario es tan predecible como una mala película. Sí, amigos míos, todo esto no es fruto del azar. Estamos asistiendo a una obra de teatro en varios actos, donde la soberanía nacional es literalmente cortada en pequeños pedazos, como una tarta de cumpleaños, para gloria de un orden mundial centralizado, liderado por un puñado de notables locos, cuyo objetivo es rehacer el mundo según su delirio.
Imagínese la escena: a un lado, líderes con traje y corbata, con los rostros congelados en sonrisas superficiales, haciendo malabarismos con las promesas de un mundo mejor, mientras extraen las últimas gotas de libertad de los ciudadanos. Por el otro, los ciudadanos, hambrientos de esperanza y cambio, aplauden frenéticamente, convencidos de que un nuevo acto pronto les traerá el tan esperado destello de genialidad, o incluso el salvador providencial o Mashíaj para algunos. ¿Los actores? Oligarcas, banqueros y, por supuesto, nuestros amigos los Jóvenes Líderes Globales, quienes, con su talento para lo grandioso y especialmente la ayuda de McKinsey, saben exactamente cómo mantener al público en suspenso.
Cada anuncio de política, cada nuevo acuerdo internacional, es aclamado como una obra maestra, mientras la realidad se transforma gradualmente en una red de sufrimiento, desigualdad y desilusión. Y mientras tanto, nuestras élites se dan un festín, como niños en un festival de dulces, saboreando su victoria sobre un mundo que lucha, confuso, en los vericuetos de su puesta en escena.
Nada de esto es accidental, amigos míos. Es una orquestación meticulosa, una danza de la muerte donde cada uno tiene su papel que desempeñar. Entonces, levantemos nuestras copas ante esta tragicomedia y aplaudamos a nuestros brillantes directores, esperando que algún día, tal vez, caiga el telón de su espectáculo, revelando la verdad que se esconde detrás de escena. Pero por ahora, reímos y disfrutemos de este espectáculo donde la sátira y la realidad se entrelazan, porque mientras se levanta el telón, ¡aún nos quedan algunas lágrimas para compartir!
Deuda, ecología, salud pública y tecnología, ¡nada más que juguetes en manos de estos arquitectos del control! Sus herramientas de manipulación, y créanme, saben utilizarlas con una destreza desconcertante. Imagínense: han logrado transformar el dinero en un concepto tan esquivo como un espejismo en el desierto. Las famosas 13 familias, estos verdaderos titiriteros de la economía, tejen su red con notable delicadeza. ¡La deuda ficticia! ¡Este hermoso invento, esta promesa de felicidad futura, que no es más que una bonita trampa! Una vez que un país queda atrapado en su red de deuda, se convierte en un sirviente dócil, un títere, una marioneta, todos los hilos movidos por los bancos y los gigantes tecnológicos, gracias a nuestros impuestos.
Y ahí está, señoras y señores, nuestra realidad: los ciudadanos, estos siervos modernos, están reducidos a la simple condición de consumidores. Su existencia depende ahora de las grandes empresas y de GAFAM, que les proporcionan sus dosis diarias de ilusorio confort. ¡Qué trágico y cómico es esto al mismo tiempo! ¡Mírenlas, estas masas anestesiadas, doblegándose y sometiéndose, cuando podían -oh, qué hermoso soñar- levantarse, rebelarse y exigir la restitución de sus derechos! Pero no, prefieren mirar su teléfono inteligente, lamentarse de su suerte mientras toman un café y siguen leyendo las noticias.
¡Qué época tan fascinante es la nuestra! Estamos siendo testigos de la promulgación de la esclavitud moderna, y todos parecen demasiado ocupados haciendo match en Tinder para darse cuenta. Sí, amigos míos, la deuda, esa dulce melodía que todos nos vemos obligados a bailar, ha transformado nuestras vidas en un vasto recinto. Si a eso le sumamos la vigilancia digital omnipresente y las restricciones impuestas por agencias internacionales como si fuéramos niños pequeños que se portan mal, se obtiene un cóctel explosivo de alienación. ¿Libertad individual? ¡Perdida en un laberinto de trámites digitales y términos de uso de una comunidad fantasma que nadie lee!
Mientras tanto, nuestras élites globales, estas grandes mentes reunidas bajo la bandera del FEM, con el apoyo de gigantes como BlackRock y GAFAM, están preparando su poción secreta. Se guían por las ilustres dinastías de los Rothschild, los Rockefeller y los otros 11, verdaderos faraones eternos y modernos, construyendo un mundo ilusorio donde la libertad no es más que un recuerdo nostálgico, un dulce sueño para los románticos. Ya sabes, el tipo de sueño que evocas mientras fumas un porro alrededor de una fogata, pero que no se sostiene a la luz del día.
Miremos un poco más de cerca esta mesa. La verdadera cara de estas reformas, desde la Agenda 2030 hasta el Pacto para el Futuro, es la de un orden mundial fascista. ¡Ah, sí, esta palabra te hace estremecer! Pero seamos realistas: unos pocos individuos, enclaustrados detrás de sus colosales fortunas, sus redes de influencia y sus asfixiantes monopolios, gobiernan este mundo como titiriteros en un escenario en llamas. Y mientras tanto, nosotros, simples mortales, estamos controlados por nuestras deudas, monitoreados en cada paso a través de nuestros teléfonos inteligentes, manipulados como peones con su IA en un tablero de ajedrez gigante que les pertenece.
¿Gobiernos? ¡Oh, estas pobres criaturas! Se han convertido en simples administradores locales, pequeñas manos al servicio de los señores de este Nuevo Orden Mundial. Imagínelos, limpiando estas grandes fortunas, recogiendo las migajas de poder que les quedan mientras sonríen para las cámaras. Sus discursos vacíos, sus promesas vacías, todo esto no hace más que reforzar el espectáculo tragicómico de su propia desesperación.
Entonces, ¿qué debemos hacer ante este panorama absurdo? ¿Continuar jugando cuando se sabe que el juego está amañado? ¿Ver cómo el mundo se convierte en una distopía en la que todos somos actores involuntarios? La verdadera tragedia aquí es que a nadie parece importarle, perdido en la rutina de la vida cotidiana, como si el fin de la libertad fuera un episodio más de una serie de Netflix. Damas y caballeros, bienvenidos al gran circo de la esclavitud moderna, donde la inercia es nuestra única respuesta. ¡Así que aplaudamos, que el espectáculo continúa!
Hay que admitirlo, la desilusión es casi irónica. Somos testigos de una coreografía mortal donde la ignorancia es el principal paso de baile. La tecnología, lejos de ser una herramienta de emancipación, se ha convertido en la trampa dorada que nos impide ver las cadenas invisibles que nos atan. ¿Y qué pasa con la ecología? Este es otro campo de juego para nuestros señores supremos, que utilizan el miedo al cataclismo para justificar un control cada vez más opresivo. Durante este tiempo, ellos trazan sus pactos y sus agendas, trazando lenta pero seguramente nuestro camino hacia un suicidio colectivo asistido que observan con una sonrisa de satisfacción, como espectadores ante una obra de arte.
Así que, amigos míos, sigamos aplaudiendo porque este trágico espectáculo no ha hecho más que empezar. La gran comedia de la inercia humana es una obra maestra que todos hemos elegido representar y, de momento, los actores permanecen en el escenario, inmóviles, con la mirada fija en un futuro de servidumbre voluntaria. Pero en este punto surge la pregunta: ¿te quedarás quieto y observarás cómo se desarrolla esta farsa, o, armado con tu nueva visión de estos malvados globalistas, reaccionarás y saldrás de este letargo?
Es hora de salir de las sombras y decir "¡Basta!" a este circo infernal. Porque detrás de esta alegre fachada se esconde una realidad mucho más oscura. Si permanecemos en silencio, seremos sólo unos extras incómodos en su habitación. Pero si decidimos levantarnos, denunciar estos pactos de futuro que sólo benefician su codicia insaciable y sus visiones eugenésicas y malthusianas, entonces tal vez, sólo tal vez, podamos reescribir el guión. ¡Que continúe el espectáculo, sí, pero con la condición de que seamos los amos y no las víctimas!
Queridos lectores habituales, ahora que hemos pintado un panorama bastante sombrío del circo global donde los poderosos juegan con nuestras vidas, es hora de hablar de soluciones. Porque sí, hay alternativas a este esquema, aunque algunas puedan parecer radicales. Después de todo, no se trata sólo de terminar un programa que no elegimos, sino de recuperar el control de nuestro destino.
1.Desmantelar las instituciones corruptas: Primero, es imperativo desmantelar las instituciones que facilitan esta tiranía. El FMI, el Banco Mundial y otras organizaciones similares deben ser reformadas o incluso abolidas. Estas entidades se han convertido en instrumentos de control al servicio de las élites. Se podría prever un proceso similar al de Nuremberg, en el que los responsables de la manipulación sistemática de las naciones serían juzgados y, con suerte, condenados.
2.Responsabilidad penal por delitos económicos: Debemos empezar a tratar los delitos económicos con la misma severidad que los crímenes de guerra. Los ejecutivos de empresas, políticos y banqueros, que deliberadamente destruyeron vidas para obtener ganancias, deberían enfrentar las consecuencias. Es esencial poner fin a la impunidad que los protege. ¿Por qué no considerar penas severas, hasta cadena perpetua, para quienes orquesten esta explotación a gran escala? Como le hicieron a Madoff que tuvo la osadía de estafarlos.
3.Educación y sensibilización: Es hora de concienciar. La población debe estar informada de la realidad de los sistemas que nos controlan. ¡Es esencial organizar movimientos, debates, foros donde todos puedan compartir sus ideas y obtener información para, en última instancia, unirse contra esta dominación! Al ilustrar a las masas sobre estos temas, podemos crear un frente unido que sacudirá los cimientos de estos sistemas.
4.Revuelta pacífica pero decidida: Las revoluciones pacíficas han demostrado su eficacia en el pasado. Movilicémonos para manifestaciones masivas, huelgas generales y, sobre todo, boicots selectivos contra las empresas que nos explotan. Cuando las élites se den cuenta de que no somos sólo extras, sino actores decididos, empezarán a sentir la presión y el pánico.
5.Restaurar la soberanía nacional: Exigir que nuestros gobiernos recuperen su soberanía e independencia de las instituciones internacionales y las corporaciones multinacionales es crucial. Ya debemos prohibir a las personas con doble nacionalidad en los gobiernos. Y se podrían organizar referendos para que la gente recupere el control de sus recursos y sus opciones políticas.
6.Crear alternativas económicas: Desarrollar sistemas económicos locales y sostenibles que no dependan de grandes multinacionales. Invirtiendo en empresas locales, cooperativas e iniciativas ciudadanas, podemos crear un modelo que desafíe a los gigantes y devuelva el poder a los ciudadanos.
Entonces sí, amigos míos, tal vez sea hora de considerar soluciones radicales. Estos globalistas malvados, que se alimentan de nuestra desesperación, deben rendir cuentas por sus acciones. La historia nos ha demostrado que cuando el pueblo se pone de pie, puede lograr lo imposible, ¡recordad Nuremberg! Es hora de salir de nuestra apatía y gritar fuerte que no somos títeres sumisos, sino seres humanos dignos de libertad. ¡Que este trágico circo llegue a su fin y que podamos escribir juntos un nuevo capítulo de nuestra historia!
Pero si pensabas que estas reflexiones sobre lo absurdo del mundo eran mero entretenimiento por mi parte, ¡piénsalo de nuevo! Todos estos análisis jugosos, estas revelaciones sobre la agenda maldita de la secta malvada y sus travesuras, se pueden encontrar en mi serie de libros titulada “Crónicas amargas de un mundo en agonía”. Sí, estas reflexiones literarias están a tu disposición en el sitio web TheBookEdition.com, listas para llenar tus bibliotecas e iluminar tus mentes nubladas por las incesantes notificaciones de tus smartphones y el peso aplastante de tus facturas.
Cada volumen es un verdadero llamamiento a la resistencia, un soplo de aire fresco en esta atmósfera de conformismo ambiental. Escribí estas obras en un arrebato de generosidad, con la esperanza de que mis contemporáneos, demasiado a menudo absortos en sus pantallas y sus preocupaciones cotidianas, finalmente tomen conciencia de los problemas que nos rodean.
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Consigue tus copias y juntos pongamos fin a este trágico circo, ¡porque sólo la verdad nos hará libres! Al fin y al cabo, como diría el sabio: “La mejor manera de predecir el futuro es escribirlo”. Así que, a partir de ahora, escribe el tuyo conmigo, ¡te espero!
Phil BROQ.