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Le blog de Contra información


BRIEFCAM: Nueva lacra para nuestras libertades 

Publié par Contra información sur 24 Octobre 2024, 11:47am

 BRIEFCAM: Nueva lacra para nuestras libertades 

Francia, ¿país de las libertades? Dejemos de mentirnos, ella ya está de rodillas, vendida, infiltrada y sobre todo ultravigilada. ¿Conoces Briefcam? Un software israelí que nos observa, analiza cada uno de nuestros movimientos y espía nuestras vidas de forma totalmente ilegal desde hace 10 años, pero con el aval de la policía, en manos de las logias masónicas, ellas mismas dirigidas por la sinagoga de Satán. 

Al amparo de la eterna ilusión de la "seguridad", nos entregan sin vergüenza, cuerpo y bienes, a una máquina de control ultrasocial deshumanizante, un verdadero descenso directo hacia una dictadura digital. ¿Y lo peor? Nuestros dirigentes actuales son todos cómplices de este crimen del que seguimos siendo víctimas amorfas. Ya no nos gobiernan: ¡obedecen! ¿No sería la increíble cantidad de ciudadanos israelíes con doble nacionalidad que ocupan puestos clave en nuestro país la explicación de esta invasión silenciosa? Están tan bien infiltrados, tan bien arraigados incluso, que el gobierno francés ya les pertenece. No estamos hablando sólo del agente Rothschild que nos sirve de tirano, no. ¡Estamos hablando de todos los mecanismos judiciales y de seguridad de los ya sometidos a la mafia Kippa!

La Briefcam, por tanto, esta perla tecnológica del control israelí, es sin embargo un modelo perfecto de esta deriva. Creada por académicos israelíes en Jerusalén, comprada por Canon y utilizada actualmente en todas partes, desde Tel Aviv hasta Nueva York, desde Singapur hasta París, para vigilar a todos los ciudadanos. Oficialmente, es para “nuestra protección”. En realidad, es una herramienta de vigilancia masiva que pisotea nuestros derechos, nuestra privacidad y cualquier pretensión a una democracia. Permite a la policía, y por tanto a quienes los manipulan, rastrearnos de forma completamente ilegal. Sí, de forma completamente ilegal. ¿La ley? A ellos no les importa, son ellos los que la hacen...

Sólo en 2023, las cifras de violencia en Francia ya son catastróficas y 2024 se anuncia peor. Los intentos de homicidio, a menudo con agresión por cuchillo, por “Chances pour la France” aumentaron a 4.055 casos, un aumento del 13% en comparación con el año anterior. Los robos con violencia, incluidos los cometidos con armas, aumentaron un 2%, y los atracos y ​​robos de vehículos aumentaron un 3% y un 5% respectivamente. ¡La violencia sexual está explotando! 

Pero qué queréis, es que no tienen los "códigos de nuestra sociedad" estos pobres clandestinos - ddicen los magistrados. Aunque no sé muy bien dónde y desde cuándo podemos vivir violando, matando y robando impunemente en el mundo, excepto en nuestro país, ¡claro! Incluso se les acoge con tarjetas de crédito y teléfonos inteligentes, subvencionados por los impuestos de las propias víctimas. No es una bella historia de Derechos Humanos donde se ha suprimido la pena de muerte para los asesinos mientras que las víctimas -fallecidas por su parte- se cuentan por miles.

País donde las denuncias de violación e intento de violación han aumentado más del 10%, ¡con alrededor de 42.700 casos denunciados en 2023! Mientras que las asociaciones estiman que alrededor de 94.000 mujeres son víctimas de violación o intento de violación cada año en nuestro suelo. ¡Y no quisiera comentar la "media" de más de 110 niños reportados desaparecidos cada día y de los que no se encuentra rastro entre 2 y 3.000 al año!

¿Y qué hacen nuestras famosas cámaras de vigilancia, estas herramientas caras que se supone que nos protegen”? Nada. No impiden en absoluto este aumento de la violencia. En realidad, están ahí para justificar su propia proliferación, a golpe de millones de euros, cuando no sirven más que para alimentar un sistema de control cada vez más opresivo, sin nunca frenar los crímenes que se supone deben prevenir.

No olvidemos que esta tecnología es mucho más que una simple herramienta de vigilancia. Es sobre todo un arma de chantaje, similar a las que utilizaba Jeffrey Epstein, agente del Mossad, para comprometer a los poderosos con la ayuda de Ehud Barak, su agente de enlace israelí. Estos videos comprometedores de sus fiestas privadas se han convertido en un medio de presión para imponer una sumisión generalizada. Es el mismo escenario que se desarrolla ante nuestros ojos, salvo que esta vez es toda la población la que está atrapada. Cada cámara es una amenaza, una posible herramienta de manipulación. El chantaje y la vigilancia son las armas últimas de la infiltración practicada por Israel.

El gobierno francés se vio obligado a restringir la participación de empresas israelíes en ferias de defensa, como Eurosatory y Euronaval. Un acto irrisorio cuando se sabe que estas mismas empresas israelíes llenan nuestras calles de tecnologías que espían cada instannte de nuestra vida. Y para mostrar lo mucho que se burlan de nosotros, prolongan el uso de estas tecnologías hasta marzo de 2025, más allá de los Juegos Olímpicos, porque evidentemente la llamada "seguridad" olímpica no era más que una cortina de humo. Una cobertura para estandarizar la vigilancia masiva y la instalación de cámaras.

Los ayuntamientos de Vannes, Niza o Perpiñán se apresuran a adoptar estas herramientas, prueba de que nuestros representantes también están bajo influencia. Briefcam, Verint, Elbit Systems, todas estas empresas israelíes prosperan aquí, no por nuestra seguridad, sino para extender su dominio sobre nuestras vidas. Cada cámara que se enciende es una victoria para esta mafia tecnológica y una derrota para nuestra libertad. Y cuando los ciudadanos se atreven a oponerse a esta vigilancia, ¿qué sucede? Están condenados, como en Niza, donde los ciudadanos fueron obligados a pagar 3.000 euros a la ciudad, sin pruebas del uso de Briefcam.

¿La justicia? Se ha convertido en una herramienta en manos de quienes desean controlarnos. Los jueces cierran los ojos, la CNIL permanece muda y las leyes son violadas. Estamos en plena decadencia democrática. Cada día se instala una nueva cámara, cada día se nos arranca un nuevo pedazo de nuestra vida privada. Ya no vivimos en una democracia, sino en una dictadura digital que avanza oculta, bajo el pretexto de esa famosa "seguridad" que se esfuerzan por destruir a diario. Ciertamente, hay algunos diputados europeos lúcidos, un puñado (¡milagro!), que se han opuesto al uso del reconocimiento facial en el espacio público. Pero seamos claros, el verdadero cambio vendrá de nosotros, los ciudadanos. Al igual que con los radares de tráfico, debemos pasar a la acción directa: quemar, destruir, desmantelar estos instrumentos de vigilancia siempre que sea posible.

Estas cámaras, en lugar de vigilar cada esquina, deberían instalarse en los tribunales para vigilar a estos magistrados traidores que aún se atreven a pretender actuar "en nuestro nombre". Es ahí, en los pasillos del poder, donde se juega la verdadera criminalidad, la de los jueces corruptos, los políticos corruptos y las élites que escapan constantemente a la justicia.

¿Por qué no colocar estas cámaras en las oficinas del Senado, de la Asamblea Nacional, o incluso en el Consejo de Ministros, donde decisiones nos roban nuestros ahorros para garantizar a esta casta de elegidos y ministros un estilo de vida de pequeños marqueses ricos? Y sobre todo, ¿por qué la tecnología, que debería estar al servicio de la transparencia, no se utiliza para controlar las cuentas bancarias de estos elegidos ultracorruptos?

En lugar de dejarlos prosperar en su impunidad, es hora de que usemos esa vigilancia para evitar las derivas económicas y financieras que están arruinando a este país, exponiendo a la luz las prácticas mafiosas de los poderosos que pretenden gobernarnos. Ahí es donde deberían estar las cámaras: en aquellos que nos traicionan cada día y que, bajo el pretexto de representar al pueblo, solo sirven a sus propios intereses.

El futuro está en nuestras manos. Debemos luchar contra el aumento de la prisión digital y el control insidioso que estas empresas extranjeras ejercen sobre nuestras vidas. Es hora de dejar de hablar y pasar a la acción. El tiempo de las quejas ha terminado. Estamos en guerra, una guerra invisible pero muy real, una guerra por nuestras libertades, nuestra dignidad y nuestra soberanía. La red de vigilancia masiva debe ser destruida sin demora.

Al igual que los radares de carretera, otras máquinas de extorsión que no tienen absolutamente nada que ver con la seguridad, estas cámaras espía basadas en la sumisión deben ser desmanteladas y neutralizadas. Es un deber ciudadano resistir esta invasión. No debemos tolerar más a esta mafia tecnológica que ha tomado el control de nuestras instituciones.

Si no hacemos nada, si nos quedamos pasivos, seguirán extendiendo su poder. Terminaremos viviendo en una sociedad donde cada gesto, cada palabra, cada mirada será analizada, controlada y usada contra nosotros. Una sociedad en la que cualquier disidencia será aplastada bajo el peso de la vigilancia mientras los verdaderos delincuentes nos inventen aún más leyes. Una sociedad en la que la libertad no existirá más que como un vago recuerdo de un pasado ya superado.

Es hora de purgar el país de esta mafia que se ha infiltrado hasta en nuestros gobiernos. Es hora de tomar el control de nuestro destino, de deshacernos de estos traidores que nos venden a la vigilancia israelí. Es hora de sacar el puño contra todos estos ataques con arma blanca, estas violaciones y estos robos perpetrados por inmigrantes ilegales amparados por estas asociaciones que pertenecen precisamente a las mismas personas que nos hablan de "seguridad todo el día". 

Si no actuamos, estaremos condenados a vivir en una esclavitud digital perpetua y seremos los próximos habitantes de Gaza en la lista de estos asesinos de niños que se llevaron su sueño de conquistar el mundo, o más bien su mentira mesiánica, tan ficticia como la historia de su Dios, por una realidad. Pero esta vez es en el ámbito europeo. Por lo tanto, ya no es una cuestión de elección, es una cuestión de supervivencia y de urgencia. 

Phil BROQ.

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