Un texto muy interesante de Serge Carfantan, doctor asociado en filosofía. Este texto fue escrito en el marco de un curso sobre cinismo político, en el que se inspiró en particular en las obras de Aldous Huxley, Un mundo feliz, y Gunther Anders, La obsolescencia del hombre.
“El libro de Huxley Un mundo feliz se publicó en 1932. Su naturaleza visionaria es asombrosa. Casi preocupante. Todos los ingredientes de la novela ahora se han unido efectivamente para que el escenario esté… a punto de realizarse.
No emprendas acciones violentas
Para sofocar de antemano cualquier revuelta, no debemos actuar violentamente. Métodos como los de Hitler están obsoletos. Basta con crear un condicionamiento colectivo tan poderoso que la idea misma de revuelta ya ni siquiera se le ocurrirá a la gente. Lo ideal sería formatear a los individuos desde su nacimiento limitando sus capacidades biológicas innatas. Luego, continuaríamos el condicionamiento reduciendo drásticamente la educación, para llevarla a una forma de integración profesional. Un individuo sin educación tiene sólo un horizonte de pensamiento limitado y cuanto más se limita su pensamiento a preocupaciones mediocres, menos podrárebelarse.
El acceso al conocimiento es cada vez más difícil
Debemos asegurarnos de que el acceso al conocimiento sea cada vez más difícil y elitista. Que se amplíe la brecha entre el pueblo y la ciencia, que la información destinada al gran público sea anestesiada de cualquier contenido de carácter subversivo.
Sobre todo, nada de filosofía. Una vez más, debemos utilizar la persuasión y no la violencia directa: difundiremos masivamente, a través de la televisión, entretenimientos que siempre halaguen lo emocional o lo instintivo. Ocuparemos las mentes con lo que es inútil y divertido. Es bueno, mediante la charla y la música incesantes, impedir que la mente piense. Pondremos la sexualidad al frente de los intereses humanos. Como tranquilizante social, no hay nada mejor.
La euforia de la publicidad como estándar de felicidad humana
En general, nos aseguraremos de desterrar de la existencia la seriedad, de ridiculizar todo lo que tiene un alto valor, de mantener una constante apología de la ligereza; para que la euforia de la publicidad se convierta en el estándar de la felicidad humana y el modelo de libertad. De este modo, el propio condicionamiento producirá una integración tal que el único miedo -que tendremos que mantener- será el de ser excluidos del sistema y, por tanto, dejar de poder acceder a las condiciones necesarias para la felicidad".
Contrarrestar la subversividad
Cualquier cosa que adormezca la lucidez es socialmente buena; cualquier cosa que amenace con despertarla debe ser ridiculizada, reprimida y combatida. Cualquier doctrina que desafíe el sistema debe ser primero calificada de subversiva y terrorista y quienes la apoyan deben ser tratados como tales. Observamos, sin embargo, que es muy fácil corromper a un individuo subversivo: basta con ofrecerle dinero y poder.