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Una mirada lúcida a los desafíos que enfrenta nuestro país, desde la deuda pública hasta la estabilidad política, pasando por la competitividad económica.
Desde 2016, el Reino Unido ha visto a sus millonarios abandonar el país a un ritmo alarmante. Entre 2017 y 2023, 15.700 residentes británicos adinerados buscaron pastos más verdes en otros lugares, y este año se espera un éxodo masivo, estimado en 9.500 nuevas salidas. Considerado durante siglos como un centro mundial para los negocios, el Reino Unido ha caído en desgracia entre los más ricos, que prefieren el clima y la calidad de vida de países más seguros y acogedores.
El Reino Unido tiene ahora una tasa de fuga de ultrarricos más alta que la de Rusia. Y toda Europa parece enfrentarse al mismo problema. A pesar de todos sus esfuerzos, nuestro viejo continente parece muy apagado a los ojos de las grandes fortunas y multinacionales, mucho más móvil que antes. Hoy en día, ya no dudan en cambiar de horizonte en cuanto el tiempo empeora.
Este fenómeno no está motivado únicamente por motivos fiscales. Los ricos buscan, sobre todo, seguridad para su dinero, sus propiedades, sus negocios y su gente. Huyen de la incertidumbre política, económica y social. Los destinos preferidos incluyen Australia, Singapur, Estados Unidos, Suiza, Emiratos, Portugal y Dubai, donde encuentran tranquilidad y un entorno ideal para hacer negocios.
Las consecuencias de este éxodo podrían ser dramáticas para la economía europea y, en particular, para Francia. El país presenta actualmente varios síntomas que los ricos pueden interpretar como señales de salida: una economía estancada, una inflación elevada, una deuda pública colosal e inestabilidad política. La huida de los ricos y de las clases medias altas no es sólo una anécdota económica; es el síntoma de un malestar más profundo que afecta a Europa y particularmente a Francia.
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