Nubes de humo durante el bombardeo israelí en la aldea de Kfarkila en el sur del Líbano, cerca de la frontera con Israel, el 26 de marzo de 2024 (AFP)
La 'revolución' de los cohetes del grupo libanés ha impulsado un cambio dramático en sus capacidades militares desde el último conflicto en 2006.
“Cuando entramos en el Líbano, no existía Hezbolá”, dijo una vez el exlíder israelí Ehud Barak . “Los chiítas del sur nos aceptaron con arroz perfumado y flores. Fue nuestra presencia allí lo que creó a Hezbolá”.
De hecho, la victoria operativa de Israel en el Líbano en agosto de 1982 creó una amenaza estratégica: la “Resistencia Islámica” de Hezbolá. La fuerza no estatal compuesta por cinco divisiones ha demostrado niveles de destreza militar y efectividad en el combate que superan con creces cualquier cosa que la Organización de Liberación de Palestina haya alcanzado jamás.
Hezbolá” ha librado dos guerras con Israel. La primera, un conflicto intensivo de guerrillas que duró 15 años entre 1985 y 2000, se saldó con una victoria de Hezbolá”, pero con costes significativos. Degradó la voluntad política de Israel, más que sus capacidades militares.
La segunda guerra fue aún más sorprendente. Entre julio y agosto de 2006, Hezbolá demostró un dominio de la guerra de infantería, tácticas antiblindajes y operaciones cibernéticas y de información. Mantuvo los ataques con cohetes durante toda la guerra, a pesar de estar abrumadoramente superado en número y armamento.
La guerra de 2006 terminó, al menos, en un empate con Israel, un resultado militar que ninguna fuerza estatal árabe había logrado desde 1948.
Hoy, Israel y Hezbolá parecen encaminarse hacia un tercer asalto. ¿Pero cuáles son las perspectivas militares si eso sucede?
Desde el 7 de octubre, los intercambios de disparos entre Hezbolá y sus aliados en el sur del Líbano, por un lado, e Israel, por el otro, han ido aumentando gradualmente. A mediados de febrero, el número de ataques con cohetes lanzados desde el sur del Líbano excedía sistemáticamente el número de ataques lanzados desde Gaza. El promedio actual -unos 100 cohetes por día- no está muy lejos del promedio de 2006 de unos 120 por día.
La llamada “doctrina Dahiya” de Israel, que implica el uso desproporcionado de la fuerza sobre infraestructura civil en territorios hostiles a Israel para castigar a sus enemigos, se está aplicando actualmente en Gaza y con menor intensidad en el sur del Líbano.
En esencia, los civiles son castigados por “permitir” que combatientes armados lancen ataques con cohetes desde sus barrios. Por lo tanto, en lugar de “ganar corazones y mentes” como las tácticas clásicas de contrainsurgencia occidental, la doctrina Dahiya apunta a crear un ambiente civil hostil a atacar a Israel, bombardeando corazones y mentes.
Tácticamente, esto ha degradado a algunos de los adversarios de Israel. Pero estratégicamente, sin darse cuenta, ha creado enemigos más fuertes (ver la cita de Barak arriba), y podría conducir a otra guerra a gran escala.
Hezbolá no es la misma fuerza que era en 2006. Las capacidades militares actuales del grupo son superiores a la gran mayoría de las fuerzas no estatales y a las fuerzas terrestres de varios estados pequeños.
Su ala militar es principalmente una fuerza terrestre, que combina infantería ligera y motorizada con activos de artillería de cohetes de corto a medio alcance. Se estima que el personal de Hezbolá asciende a 100.000 combatientes y reservistas.
La punta de lanza de Hezbolá que es la Fuerza Radwan, una unidad de élite cuyo personal se estima en entre 2.000 y 3.000 combatientes. La unidad tiene experiencia en operaciones de francotiradores, batallas cuerpo a cuerpo en zonas urbanizadas e incursiones detrás de las líneas enemigas.
Las fuerzas terrestres de Hezbolá también incluyen unidades antitanques y antiblindajes. La organización, según mi recuento desde 2006, ha demostrado en su arsenal más de 19 tipos de misiles guiados antitanque y sistemas de cohetes no guiados, incluidos Kornets guiados por láser de fabricación rusa y TOW guiados por cable de fabricación estadounidense.
En términos de blindaje, Hezbolá aprendió a luchar con tanques durante la guerra de Siria. Para protección, la mayor parte de su arsenal blindado está en Siria, no en el Líbano, debido a la superioridad aérea israelí en los cielos libaneses. El arsenal blindado se compone principalmente de tanques T-54/T-55 y T-72 relativamente antiguos de fabricación soviética.
Las unidades de Hezbolá, sin embargo, son mucho más capaces y experimentadas en la guerra de infantería antitanques que en la guerra de tanques. Históricamente, las fuerzas israelíes han dominado esta última último.
Hezbolá, según mi investigación, tiene más de 13 tipos de sistemas de defensa aérea, incluidos sistemas de misiles guiados portátiles y disparados desde el hombro y artillería antiaérea de corto alcance. La defensa aérea, sin embargo, sigue siendo una de sus ramas de combate más débiles.
Más allá del dominio terrestre, Hezbolá tiene activos limitados en el aire (vehículos aéreos no tripulados) y en el mar (una pequeña flota de naves de asalto rápidas y ligeramente armadas).
También tiene algunas capacidades en guerra electrónica y cibernética, junto con un aparato de inteligencia con mucha experiencia en guerra psicológica, operaciones de información y contraespionaje. Además, cuenta con redes de comunicación seguras, incluida una red de fibra óptica independiente del estado libanés.
El poder terrestre de Hezbolá se concentra en cohetes y artillería de infantería, incluidos morteros ligeros, medianos y pesados. Se estima que hay más de 145.000 proyectiles de distintos calibres. Se utilizan principalmente en operaciones defensivas de corto alcance.
En cuanto a la artillería de cohetes de Hezbolá, “revolución” es un término apropiado para describir lo que ha sucedido con su arsenal entre 2006 y 2024 en términos de cantidad, alcance, precisión y cargas útiles.
En 2006, Hezbolá lanzó una media de 120 (en su inmensa mayoría) cohetes no guiados por día durante 34 días, o alrededor de 4.000 en toda la guerra. Actualmente, las estimaciones del arsenal de Hezbolá rondan los 150.000 cohetes y misiles, con alcances, cargas útiles, orientación y otras características significativamente variables.
Por ejemplo, el cohete Falaq-1 tiene un alcance de unos 10 kilómetros y una pequeña ojiva de 50 kilogramos, en comparación con el misil Zelzal 2, que tiene un alcance de más de 200 kilómetros y una ojiva de 600 kilogramos. Ambos carecen de guía y son imprecisos.
Los cohetes y misiles de mayor alcance son un problema estratégico para Israel. Incluso si las fuerzas terrestres de Hezbolá fueran empujadas hacia el norte del río Litani, esto no pondría fin a sus capacidades de ataque. Se estima que Hezbolá tiene 65.000 cohetes o misiles con un alcance de hasta 200 kilómetros, y 5.000 misiles con un alcance superior a 200 kilómetros. Esto significa que aún podrían atacar Tel Aviv desde el norte del río Litani, aunque no con la misma intensidad.
En los escenarios más optimistas, los principios de disuasión convencional y la capacidad de ataques mutuos podrían impedir o retrasar el inicio de una guerra a gran escala. Actualmente, la postura de Israel a lo largo de su frontera norte se caracteriza en parte por una postura defensiva, en medio del riesgo de una posible incursión terrestre de Hezbolá.
Esto podría cambiar rápidamente a una postura más ofensiva. Tal cambio requeriría el redespliegue de las brigadas de primer y segundo nivel de Israel desde Gaza hacia el norte, luego de una reducción de la tensión o un alto el fuego en Gaza.
Sin embargo, la situación aún está lejos de una solución. Mientras navegamos por el posible desarrollo de una guerra a gran escala, resulta dolorosamente claro que cada escenario previsto carece de un plan estratégico para fomentar una paz mejor. Esto pone de relieve la precariedad de la situación actual, al tiempo que destaca la extrema necesidad de un enfoque visionario para lograr una estabilidad justa en la región.
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Middle East Eye.
Omar Ashour