Israel lleva décadas implementando la doctrina Dahiya, un término no oficial para los bombardeos desproporcionados contra los territorios donde operan sus enemigos. El objetivo, como ha hecho en Líbano y Gaza, es evitar que vuelvan a atacarle
La doctrina Dahiya es una estrategia militar israelí que consiste en bombardear zonas urbanas de forma masiva e indiscriminada para vencer al enemigo rápidamente y disuadirle de volver a atacar a Israel. Recibe el nombre de un barrio del sur de Beirut, la capital de Líbano, donde tenía su cuartel general la milicia chií libanesa Hezbolá en la guerra de Líbano de 2006. Israel bombardeó Dahiya durante semanas y redujo el barrio a escombros, pero no terminó con Hezbolá.
El general israelí Gadi Eizenkot formuló la doctrina Dahiya en una entrevista con el periódico israelí Yedioth Ahronoth en 2008. Aseguró que “lo que ocurrió en Dahiya en 2006 ocurrirá con cualquier pueblo desde el que se ataque a Israel […]. Aplicaremos una fuerza desproporcionada y causaremos una gran destrucción. Para nosotros, estos no son núcleos urbanos poblados por civiles. Son objetivos militares”.
Eizenkot había sido nombrado jefe del Comando Norte de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) justo después de la guerra de 2006 y ocupaba ese cargo cuando dio la entrevista. Después fue comandante en jefe de las IDF entre 2015 y 2019 y diputado. En octubre de 2023 entró en el Gobierno de unidad nacional liderado por Benjamín Netanyahu como ministro sin cartera tras el estallido de la guerra con Hamás.
Dahiya, la doctrina del castigo colectivo
“Doctrina Dahiya” no es un término oficial de las IDF, sino que ha sido expuesta por diferentes analistas militares israelíes. El excoronel Gabi Siboni lo hizo en un artículo en 2008: “Tras el inicio de las hostilidades, las IDF deben actuar de forma inmediata, decisiva y con fuerza desproporcionada. Esta respuesta buscará causar daño y castigar al enemigo hasta el punto de que este necesite afrontar una larga y costosa reconstrucción”, aseguraba. El objetivo, añadía Siboni, será “reducir el tiempo de guerra al mínimo” y “dejar meridianamente claro que el Estado de Israel no aceptará intentos de subvertir la calma en sus fronteras”. Es decir, hacer pagar un precio tan alto —en vidas, infraestructuras, etcétera— a quien ataque a Israel que prefiera no hacerlo.
El bombardeo indiscriminado también pretende acortar la guerra de otra forma: consiguiendo que la población bombardeada deje de apoyar al grupo hostil a Israel, como Hezbolá en Líbano o Hamásen la Franja de Gaza. Según otro analista israelí, Giora Eiland, Israel debería asegurarse de que una nueva guerra contra Hezbolá suponga “la destrucción de la infraestructura y un intenso sufrimiento a la población” de Líbano. En palabras de otro columnista hebreo, “todos los libaneses son Nasrala”, en referencia al líder de Hezbolá, Hasán Nasrala.
¿Una estrategia criminal?
La doctrina Dahiya es, por tanto, una estrategia de castigo colectivo y podría constituir un crimen de guerra. Según el derecho internacional humanitario, en un conflicto se debe actuar con proporcionalidad y evitar en lo posible la muerte de civiles. El Cuarto Convenio de Ginebra establece, por ejemplo, que están prohibidos “los castigos colectivos” (art. 33), “los traslados en masa de índole forzosa” (art. 49) o “la destrucción de bienes […] excepto que tales destrucciones sean absolutamente necesarias” (art. 53).
in embargo, Israel ha hecho uso habitual de la doctrina Dahiya en las últimas décadas. La ha aplicado en la guerra de Líbano en 2006 y en las de Gaza en 2008-2009, 2012, 2014 o 2023, donde ha causado cientos de muertes civiles y una enorme destrucción. También la usó en el sitio de Beirut, en 1982, durante su intervención en la guerra civil de Líbano (1975-1990). Israel arrasó la ciudad durante siete semanas hasta que expulsó a la Organización para la Liberación de Palestina. La doctrina Dahiya, a su vez, explica en parte por qué desde 1988 casi el 90% de las víctimas del conflicto palestino-israelí son palestinas.
Hay numerosos ejemplos de líderes israelíes defendiendo esta política. El entonces primer ministro israelí, Ehud Ólmert, amenazó en febrero de 2009 con una “respuesta desproporcionada” a los lanzamientos de cohetes desde Gaza por parte de milicias palestinas. El actual primer ministro, Benjamín Netanyahu, también ha asegurado que es necesaria una respuesta “fuerte y desproporcionada” al ataque de Hamás del pasado 7 de octubre. Días después de ese ataque, durante los primeros días de bombardeos a Gaza, el portavoz militar israelí reconoció que el enfoque de las fuerzas israelíes era “causar daño, no ser precisos”.
La ONU y diversas ONG han alertado de que Israel podría estar cometiendo crímenes en la actual guerra de Gaza. Amnistía Internacional, por ejemplo, advierte de ataques “ilegítimos e indiscriminados” de las IDF. El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos también afirma que temen que se estén cometiendo crímenes de guerra con bombardeos israelíes como el del campo de refugiados de Jabalia del 31 de octubre, “considerando el alto número de civiles muertos y el grado de destrucción”.
Blas Moreno