Vivimos tiempos desconcertantes. Es casi inconcebible que se esté librando una guerra contra los alimentos, una necesidad absoluta e innegable de la vida. Sin embargo, estamos al borde de lo que parece ser un programa catastrófico contra el sustento mundial.
Entonces, ¿a qué se debe esta nueva hostilidad contra aquello que nos mantiene
Respire profundamente. La agricultura utiliza nitrógeno, y de repente el nitrógeno es el nuevo antagonista en la historia del calentamiento global. El escenario es sencillo: eliminar el nitrógeno es salvar el mundo. Y sin embargo, en nombre de la "preservación", franjas enteras de nuestra producción alimentaria están amenazadas.
Tomemos el ejemplo del arroz, alimento básico de la mitad de la población mundial. Reconocidas agencias afirman que "el arroz es responsable de alrededor del 10% de las emisiones mundiales de metano", lo que subraya la urgente necesidad de reducir su producción. Pero, ¿cuáles son las consecuencias? Hambre para miles de millones de personas.
Prueba de ello son los Países Bajos. Los agricultores holandeses, columna vertebral de un país que es uno de los principales exportadores de carne y productos agrícolas, están siendo expulsados de sus tierras. En los próximos años se confiscarán 3.000 explotaciones. Las trágicas consecuencias son evidentes: entre 20 y 30 agricultores ponen trágicamente fin a sus vidas cada año.
Nuestros amigos europeos tampoco son ajenos a estas decisiones desconcertantes. La Comisión Europea ha aprobado una estrategia para compensar a los ganaderos por el cese de sus actividades en determinadas regiones, a condición de que nunca reanuden su actividad. Las consecuencias son claras: una caída del suministro mundial de alimentos y un inevitable repunte de los precios.
Recordemos la desafortunada aventura de Sri Lanka con la agricultura 100% orgánica. Esta nación insular se enfrentó a una pesadilla humanitaria, con un asombroso 90% de su población al borde de la inanición.
¿Y la postura de los líderes occidentales sobre la agricultura? Eric Utter lo resume perfectamente en American Thinker: "El ataque a la agricultura por parte de los líderes occidentales es escandalosamente negligente. Es criminal". Sobre todo cuando esas opiniones ignoran el hecho flagrante de que, si bien la agricultura puede ser responsable del 33% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, al mismo tiempo sustenta a todos y cada uno de los seres humanos de este planeta.
Organizaciones como el Foro Económico Mundial ensalzan las virtudes de un "futuro sin agricultura",soñando con un mundo en el que los alimentos se fabrican en laboratorios estériles y los seres humanos se hacinan en centros urbanos congestionados. Añada la moneda digital a esta mezcla distópica y tendrá la fórmula definitiva para la dominación absoluta.
En los tiempos que corren, la receta es sencilla: inventar una crisis, aunque no la haya.
*Suscitar las tensiones raciales entre los niños.
*Hacer retroceder los avances logrados por las mujeres durante décadas.
*Empeorar la escasez y manipular la oferta monetaria.
*Atacar las fronteras al azar.
*Condenar ciertos alimentos, cerrar granjas o iniciar guerras para crear hambrunas.
*Silenciar las voces discrepantes tachando la verdad de "desinformación".
*Es una táctica que recuerda a la de Cloward y Piven: crear una crisis y luego aplicar medidas severas para resolver esa misma crisis.
Nuestro suministro mundial de alimentos está ahora en peligro, debido a la reacción exagerada ante este llamado "problema del nitrógeno". Pero, ¿por qué esta apatía? Sri Lanka, por ejemplo, es un testimonio alarmante de este enfoque erróneo.
Lo cierto es que el nitrógeno es esencial para el metabolismo de las plantas. Sin fertilizantes nitrogenados comerciales, el hambre era una terrible realidad en muchas partes del mundo. Si evitamos estos fertilizantes, estamos invitando voluntariamente a que el hambre vuelva a nuestras vidas. Las dietas basadas en insectos, la "resilvestración" y la agricultura orgánica pueden parecer vanguardistas, pero sin duda no satisfarán el hambre en el mundo.
Está claro que no se trata sólo de luchar contra el cambio climático. En esencia, es una apuesta insidiosa por el control.
Como muy bien dijo Ayn Rand: "Podemos ignorar la realidad, pero no podemos ignorar las consecuencias de ignorar la realidad".
El mundo se encuentra en una coyuntura crítica.
Es hora de enfrentarse a estas agendas disfrazadas y defender nuestros platos.
Al fin y al cabo, cuando lo que está en juego es la supervivencia, no hay lugar para el compromiso.