Rubén Martínez
Efectivamente: el clima de España está siendo alterado y manipulado desde hace décadas. Y es que, tal y como desvela, página a página, el libro Geoingeniería: Un infame pacto de silencio, publicado por la editorial Ultima Libris, nuestro país es, desde enero de 1979, “el laboratorio natural de un experimento consistente en la creación y desarrollo de lluvia artificial”. Es posible que, previamente a esa fecha, España haya sido sometida a diferentes experimentos de geoingeniería o modificación climática ya que, desde los años 60, se anunció a bombo y platillo que, por ejemplo, la creación artificial de nubes y lluvia solventaría las sequías que, sistemáticamente, sufrían muchos países, particularmente africanos. En todo caso, más allá de fechas exactas, lo importante, lo capital, es que nuestro clima está siendo alterado artificialmente.
Y no se trata de un fenómeno aislado sino más cotidiano de lo que esperamos. Como se recoge en la citada obra, en el año 2014, la delegación en Murcia de la COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos) solicitó oficialmente al ejecutivo autonómico que “esclareciese si los aviones o avionetas que sobrevolaban la comarca del Altiplano dispersaban a diario yoduro de plata con la intención clara y manifiesta de disuadir las tormentas”. COAG también exigió por escrito a la delegación del gobierno que “les facilitase las autorizaciones de vuelo en esos días de gran intensidad nubosa, para investigar y conocer con esa información oficial, quiénes surcaban los cielos, el porqué los surcaban y con qué objetivo lo hacían”. Ese mismo año, “el responsable por entonces de la COAG en el Altiplano, Pedro García, afirmaba estar seguro de que, además de los aviones o avionetas, había sistemas de lanzamientos de cohetes cargados con el ya mencionado yoduro de plata, con el fin último de hacer desaparecer las amenazas de las supuestas inmediatas tormentas de pedrisco”.