La justa sed de sangre inunda cada rincón de nuestro pálido vertedero azul, la Tierra; el poder limpiador de las municiones vuelve a estar de moda. Todas las personas responsables ven el bosque desde los árboles; la victoria final está cerca.
Cada ciudadano es un centinela, y cada televisión es una garita. Y cuando un centinela, listo y alerta, está apostado en su puesto, las ruedas de los tanques permanecen engrasadas con la sangre de nuestros Enemigos.
En otras palabras, todo sigue como antes, y si en algún lugar una pacífica brizna de hierba trata de perforar el suelo, diez mil expertos en Twitter sedientos de sangre se apresuran a pisotearla.
En tiempos como estos, es muy recomendable tirar el ordenador por la ventana, servirse una taza de chacha (N.del T. Chacha, Término de argot para referirse a la diarrea) y buscar las advertencias de los grandes blogueros del pasado.
Sí, tal vez sea el momento de consultar a Philip Gibbs, que en 1920 escribió un libro prohibido llamado Now It Can Be Told (Ahora se puede contar), una recopilación de todas las cosas que Gibbs quería contar, pero que no se le permitió contar debido a la censura del gobierno, durante sus años como bloguero de la Gran Guerra. De ahí el nombre de su libro.
El libro de Gibbs tiene 100 años, pero las lecciones enterradas en él son sorprendentemente actuales.
"El mundo debe saber y recordar... lo que volverá a ocurrir -seguramente- si no se extirpa del corazón de los pueblos una herencia de maldad y de insensatez" - Philip Gibbs, Now It Can Be Told (1920)
1. La victoria es inminente (sólo dos semanas más)
"¿Cuánto tiempos va a durar?", preguntaron los Rangers de Londres a su capellán. Él les mintió y dijo que otros tres meses. Siempre tuvo el conocimiento absoluto de que la guerra terminaría tres meses después. Eso era seguro. "¡Valor!", dijo. ¡"Valor hasta el final de la última vuelta!
2. Escucha tu cuenta de Twitter, no tu corazón
El optimismo despreocupado de los hombres públicos, los predicadores y los periodistas, nunca abatidos por las noticias negras, nunca agonizando por la matanza en estos campos, minimizando los horrores y las pérdidas y la miseria, jactándose sobre el enemigo, profetizando una victoria temprana que no llegó, aceptando toda la destrucción de la humanidad (mientras ellos permanecían a salvo) como una "desgracia" necesaria e inevitable, tuvo un efecto deprimente en los hombres que sabían que estaban condenados a morir, en la ley de los promedios, si la guerra continuaba.
3. La credulidad es una virtud inestimable
El apetito de la muchedumbre por los relatos de las atrocidades era voraz. Cuanto más repugnantes eran, más rápido se tragaban. La absurdidad inmunda de la "fábrica de cadáveres" no fue rechazada más que el cuento del "canadiense crucificado" (refutado por nuestro propio G.H.Q.) o la mutilación de las manos de los niños y de los senos de las mujeres, de los cuales no pude encontrar ninguna prueba en las únicas ambulancias británicas que trabajaban en los distritos donde se denunciaron tales horrores.
La manía de los espías floreció en las calles, la música alemana fue prohibida en los salones ingleses. Predicadores y profesores negaban cualquier cualidad de virtud o genio a los poetas, filósofos, científicos o eruditos alemanes. La ponderación crítica de las pruebas se consideraba pro-germanismo y falta de patriotismo.
La verdad fue entregada atada a la pasión.
4. Serán marcados como ganado y les gustará
Les habían dicho que luchaban por la libertad. Pero su primera lección fue la pérdida total de la libertad individual bajo una disciplina que convertía al soldado raso en un simple número. Se les ordenaba como a los esclavos de las galeras, se les arreaba como al ganado, se les trataba individualmente y en masa con total desprecio por su comodidad y bienestar.
5. Ten cuidado con lo que deseas
Para bien o para mal, se producirá una revolución. Ha sucedido en el sentido de que ya no hay ninguna semejanza entre esta Europa después de la guerra y aquella Europa antes de la guerra, en la actitud mental de las masas hacia los problemas de la vida.
En todos los países hay individuos, hombres y mujeres, que se comportan como si lo ocurrido no hubiera cambiado nada y como si, tras un periodo de agitación, la gente se "acomodara" a la antigua forma de vida. No son más sonámbulos.
Como el famoso bloguero germano-suizo Hermann Hesse reflexionó hace muchos años, la Gran Guerra para acabar con todas las guerras representó "el espantoso triunfo final de la dinamita y las máquinas sobre la vida y el espíritu humano".
Un poco demasiado optimista: parece que nuestra tolerancia a la autoinmolación no tiene límites.