Esta semana, decenas de miles de ganaderos se reunieron en toda Holanda para protestar contra las políticas del gobierno que reducirán en un tercio el número de cabezas de ganado en el país.
En un ejemplo típico del lenguaje hipócrita de los medios de comunicación, todos los informes de prensa sobre este tema titulan algo así como "Los agricultores holandeses protestan contra los objetivos de emisiones", pero esto es una enorme mentira por omisión.
La política gubernamental que se protesta consiste en una inversión de 25.000 millones de euros para "reducir los niveles de contaminación por nitrógeno", pero prevé hacerlo (entre otras cosas) "pagando a algunos ganaderos holandeses para que se deslocalicen o abandonen el sector".
En términos reales, esto significa en última instancia reducir el número de cerdos, pollos y vacas en un treinta por ciento.
Eso es lo que se denuncia aquí: una reducción deliberada del sector agrícola, que repercute en los medios de vida de miles de ganaderos y en el suministro de alimentos de cientos de millones de personas.
El panorama general
Aunque se supone que el proyecto tiene que limitar las emisiones de nitrógeno y amoníaco procedentes de la orina y el estiércol, es difícil no verlo en el contexto más amplio de la actual crisis alimentaria creada.
Los Países Bajos producen un enorme excedente de alimentos y son uno de los mayores exportadores de carne del mundo y el mayor de Europa. Reducir su producción en un tercio podría tener enormes consecuencias para el suministro mundial de alimentos, especialmente en Europa Occidental.
Quizás lo más preocupante es que podría sentar un precedente.
No se trata del primer plan de "pagar a los agricultores para que no cultiven" que se puso en marcha el año pasado -el Reino Unido y Estados Unidos tienen planes de este tipo-, pero ¿un gobierno que paga para reducir su propia producción de carne? Es la primera vez.
El hecho de que esto se haga (supuestamente) para "proteger el medio ambiente" es una importante señal de alarma para el futuro. Dinamarca, Bélgica y Alemania ya están considerando políticas similares.
El mundo occidental parece adoptar con entusiasmo políticas casi suicidas.
Quiero decir, pagar a los agricultores para que reduzcan la cantidad de alimentos que producen... mientras están (teóricamente) amenazados de guerra... en medio de una recesión... enfrentándose a una inflación récord mientras el coste de la vida se dispara.
¿Tiene esto realmente sentido?
Es casi tan descabellado como rechazar nuevas concesiones de petróleo y gas cuando el coste de la gasolina está subiendo.
De hecho, en un mundo plagado de escasez de fertilizantes debido a las sanciones impuestas a Rusia y Bielorrusia, parecería casi insensato quejarse del exceso de abono, y mucho menos intentar reducirlo.
Ya hemos superado el punto en el que todo esto podría considerarse accidental, ¿no es así?
Si los gobiernos del mundo occidental trataran de empobrecer y matar de hambre a sus propios ciudadanos, ¿qué harían de forma diferente?