CRÓNICA - Emmanuel Macron, Pedro Sánchez, Imran Khan. En sus teléfonos se han detectado rastros de intrusión del sistema de espionaje israelí, conocido bajo el nombre de marca Pegasus, entre 2019 y 2021. NSO Group Technology Limited, la empresa que comercializa el programa espía, podría cederlo a L3Harris, un grupo tecnológico de defensa estadounidense. La información fue publicada primero por The Washington Post, The Guardian y Haaretz. La amenaza que supone Pegasus, en términos de seguridad institucional, hace que sea una cuestión estratégica de primer orden.
NSO Group es una sociedad de cultura de inteligencia mafiosa, fundada sobre el principio del kompromat (archivo incriminatorio), que ha vendido deliberadamente su software a Estados delincuentes con el fin de espiar a periodistas, jefes de Estado, opositores. Se ha demostrado que es una herramienta para crear situaciones de extorsión, para torcer el brazo a toda una serie de actores políticos.
Recientemente, el cambio de política de Pedro Sánchez en la cuestión del Sáhara Occidental, tomado en total soledad y sin previo aviso, habría sido el resultado de las escuchas telefónicas del sistema Pegasus, ordenadas por Marruecos. En el caso de Imran Khan, el ex primer ministro pakistaní, es difícil decir si las escuchas telefónicas habrían precipitado los idus de marzo (en su caso, el pasado abril), durante la votación de censura que terminó por destituirlo. En cualquier caso, no le trajo suerte.
Los "Pegasus leaks", publicados por el diario The Guardian en 2021, afirman que los dispositivos telefónicos de 13 jefes de Estado fueron hackeados por Pegasus entre 2019 y 2021. Y no sólo los jefes de Estado. Figuras centrales de la vida pública internacional, como Tedros Adhanom Ghebreyesus, Secretario General de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Si una parte del contraespionaje consiste en introducirse en los sistemas cerrados encontrando el fallo, otra parte es buscar el fallo en un sujeto de interés para chantajearlo, condicionarlo, desalojarlo, dependiendo de su grado de resiliencia, o incluso convertirlo en un obligado. Con la llegada de la tecnología Android y Apple, para una empresa como Pegasus, no es necesario poner en riesgo al personal. Llegar al corazón de los secretos de Estado se ha convertido en un juego de niños.
En 2021, Amnistía Internacional, a través de su propio laboratorio, realizó una auditoría sobre los teléfonos de infinidad de personalidades de la sociedad civil, abogados, periodistas y miembros de ONG. Un informe que vale la pena consultar para conocer las fallas que Pegasus pudo explotar desde 2016.
Uno de los principales clientes de NSO se encuentra en Marruecos, un gran consumidor de este tipo de voyerismo electrónico. Se dice que el rey Mohamed VI es aficionado al mismo. Esto debería mejorar lo que ya no logran los aperitivos de los hermanos Azaitar, sobre todo porque ya no tiene el favor París. Pero también es el signo de una diplomacia de la extorsión llevada a su paroxismo.
Si su padre Hassan II se distinguió por el refinamiento en la tortura de sus adversarios, Mohamed VI lo hace más propiamente por el chantaje. Y no habría podido hacerlo sin Pegasus. Su nombre figura en la lista de jefes de Estado escuchados por el grupo israelí. Esto no es una paradoja. En este tipo de entorno, es habitual querer tener a los clientes a raya.
“Estas historias de espionaje son ahora tan grandes que pasan desapercibidas, incluso cuando se informa de ellas.” Teresita Dussart
Entre los otros grandes consumidores de escuchas ilegales se encuentra el jefe de Estado indio, Narendra Modi. El Tribunal Supremo indio acaba de crear una comisión técnica para investigar el alcance y el impacto de sus escuchas. Esto es a petición de Rahul Gandhi, nieto de Indira Gandhi. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos serían otras de las grandes cuentas de la NSO, lo que le permite llevar a cabo una labor de contraespionaje sobre otros Estados de la región, como Irak, por delegación, y asegurarse de que cumplen los objetivos del Departamento de Estado estadounidense.
Pegasus ha trabajado en numerosas ocasiones para empresas privadas y públicas estadounidenses. Sin embargo, el Grupo NSO se considera ahora una empresa hostil en este país. El pasado mes de noviembre, la empresa fue incluso incluida en la lista negra. Ninguna empresa americana puede comprar ya su tecnología. Esto explica en parte el endeudamiento de la empresa israelí, que asciende a 450 millones de dólares. Y las demandas se amontonan.
Comprar tecnología a una potencia extranjera, que ha sido utilizada contra otras potencias extranjeras, podría significar una serie de problemas en cascada para el gobierno estadounidense. Sería difícil que se confiara en un sistema, sabiendo que la clave del software sigue estando en Jerusalén. Aunque en teoría, la venta incluiría los códigos de seguridad del hacking y el traspaso de los recursos humanos que trabajaron en su desarrollo.
Shalev Hulio, director general y único accionista de NSO, admitió que "en determinadas circunstancias, algunos de [sus] clientes pueden hacer un mal uso de [estos] servicios". En teoría, NSO Group, cuyas ventas están bajo el estricto control del Ministerio de Defensa israelí, sólo puede vender su tecnología a las agencias de inteligencia de naciones soberanas. Esto plantea la cuestión de la responsabilidad directa del gobierno israelí en las escuchas hostiles que se produjeron a partir de 2013. Sin embargo, el grupo no pudo ilustrar un caso en el que Pegasus se utilizara para luchar contra el terrorismo o el narcotráfico. Su historia demuestra que el único uso que se le atribuye es el espionaje político o económico.
Para ilustrar su argumento, en una declaración jurada ante el Tribunal del Distrito Norte de California el 13 de mayo de 2020, Shalev Shilo declaró que dos representantes de Facebook se pusieron en contacto con él en octubre de 2017, que pretendían comprar los derechos de Pegasus. Alegaron que el spyware adquirido por Facebook en 2013, ONAVO, no era lo suficientemente eficaz en los dispositivos de Apple. Al parecer, Shilo se negó porque Facebook no es un centro de inteligencia de Estado. Estas historias de espionaje son ahora tan grandes que pasan desapercibidas, incluso cuando se denuncian. Lo más urgente es comprender no sólo la extensión de las personas espiadas, y descubrir la matriz, puliendo el trabajo de Amnistía Internacional. Pero aún más crucial sería saber, si hubo escuchas, ¿hubo extorsión? ¿Cómo estas operaciones de espionaje marcaron el destino de las empresas y los negocios a los que se dirigían? Más allá de la dimensión moral de la intromisión extrajudicial por parte de una potencia extranjera sobre teléfonos escogidos como estratégicos, se encuentra la ingeniería política, social y económica que esto puede haber producido, y que aún es ampliamente desconocida por el público.