Israel se ve bruscamente frente a un aspecto inesperado de la crisis ucraniana. ¿Es cierto, como denuncia Moscú, que Ucrania está en manos de una «banda de neonazis» financiada por judíos ucranianos y estadounidenses? De ser cierto, el gobierno de Israel está en el deber moral de aclarar su propia posición ante los judíos que apoyan grupos nazis, independientemente de cualquier otra posición sobre la crisis ucraniana.
La cuestión se plantea de manera particularmente cruel en la medida en que los judíos estadounidenses que apoyan a los nazis ucranianos o los utilizan son un grupúsculo de apenas un centenar de personas –los “straussianos”, discípulos del filósofo Leo Strauss– que han logrado incrustarse en el entorno inmediato del presidente estadounidense Joe Biden.
¿QUÉ REPRESENTAN LOS NEONAZIS UCRANIANOS?
En febrero de 2014, la llamada «revolución de la dignidad» o «euroMaidan» fue una operación de «cambio de régimen» orquestada por la straussiana Victoria Nuland desde su cargo en el Departamento de Estado, primero bajo las órdenes de Hillary Clinton y después bajo la autoridad de John Kerry, pero siempre bajo la presidencia del demócrata Barack Obama. A raiz de los acontecimiento ocurridos en Kiev, la llamada «Secta 82», supuestamente hooligans fanáticos del club de futbol de Jarkov, ocupó los locales de las autoridades de ese oblast y propinó una brutal paliza a los empleados del gobierno derrocado.
Ya convertido en ministro del Interior del nuevo régimen, Arsen Avakov, quien había sido gobernador de Jarkov bajo el gobierno derrocado, autorizó la formación de una fuerza paramilitar de 12 000 elementos alrededor de los hooligans de la «Secta 82» para «defender la revolución» y el 5 de mayo de 2014 se formaba oficialmente el «Batallón Azov», o «Cuerpo del Este», encabezado por Andriy Biletsky.
Biletsky, conocido bajo el sobrenombre de «el fuhrer blanco», es un teórico del nazismo. Antes fue líder de los «Patriotas de Ucrania», un grupúsculo neonazi partidario de una «Gran Ucrania» y ferozmente anticomunista.
Andriy Biletsky y Dimitro Yarosh fundaron juntos «Pravy Sektor» (Sector Derecho), grupo neonazi que tuvo un papel fundamental en los hechos de la Plaza Maidan, en 2014. Abiertamente antisemita y homófobo «Pravy Sektor» estaba financiado por el mafioso ucraniano judío y multimillonario Igor Kolomoiski. En el plano internacional, «Pravy Sektor» es furibundamente contrario a la Unión Europea y reclama, por el contrario, la instauración de una alianza de los Estados de Europa central y del Báltico, alianza que se denominaría el «Intermarium», proyecto muy conveniente para los straussianos estadounidenses, quienes, desde el informe Wolfowitz de 1992, ven en la Unión Europea un competidor más peligroso para Estados Unidos que la mismísima Rusia. Y otra vez nos vemos obligados a recordar aquí la famosa conversación telefónica entre la señora Victoria Nuland y el embajador de Estados Unidos en Kiev, donde se oía claramente a la “dama” exclamar «¡que le den por el culo a la Unión Europea!» (Fuck the EU!).
Dimitro Yarosh es un agente de las redes secretas stay-behind de la OTAN. En 2007, bajo la atenta mirada de Victoria Nuland –entonces embajadora de Estados Unidos en la OTAN–, Yarosh reunió neonazis de toda Europa e islamistas del Medio Oriente para luchar juntos en una yihad contra Rusia en Chechenia. Yarosh fue después el líder del «Tyzub», o sea el Tridente de Stepan Bandera, grupúsculo que glorificaba a los ucranianos que habían colaborado con los nazis. Para el mencionado Stepan Bandera (1909-1959), los “verdaderos” ucranianos son de origen escandinavo o protogermánico pero… cometieron el error de mezclarse con los eslavos (los rusos) a quienes debían haber combatido para dominarlos.
A finales de 2013, los elementos agrupados alrededor de Dimitro Yarosh y jóvenes de otros grupos nazis recibieron entrenamiento en técnicas de lucha urbana impartidas por instructores de la OTAN en Polonia. Cuando revelé esto fui muy criticado porque cité a una publicación satírica en una nota, pero en Polonia el fiscal general abrió una investigación que, por supuesto, nunca llegó a nada… porque habría revelado la implicación del ministro de Defensa.
En el verano de 2014, todos aquellos grupos neonazis ya se habían agrupado en el Batallón Azov y fueron enviados a luchar contra los independentistas de Donetsk y Lugansk. La paga de esos elementos se elevó a más del doble de la que recibían los soldados de las tropas regulares y el Batallón Azov arrebató la ciudad de Marinka a la autoproclamada República Popular de Donetsk y perpetró allí una masacre contra los «separatistas».
En septiembre de 2014, el gobierno provisional surgido del pustch de la Plaza Maidan integró el Batallón Azov a la Guardia Nacional y separó a algunos líderes nazis.
En las elecciones de octubre de 2014, dos ex líderes nazis del Batallón Azov, Andriy Biletsky y Oleh Petrenko, obtuvieron escaños en la Rada (el parlamento ucraniano). El «Fuhrer blanco» Biletsky estuvo solo, pero Petrenko se unió al grupo parlamentario que apoyaba al presidente Petro Porochenko. El Batallón Azov se convirtió entonces en el Regimiento Azov de la Guardia Nacional.
En marzo, Arsen Avakov, que seguía siendo ministro del Interior, negoció con el Pentágono para que las Fuerzas Especiales estadounidenses entrenaran al Regimiento Azov en el marco de la operación Fearless Guardian. Pero los congresistas John Conyers Jr. (demócrata por Michigan) y Ted Yoho (republicano por La Florida) denunciaron aquello como una locura recordando que al-Qaeda y la expansión del terrorismo nacieron de la decisión estadounidense de armar a los islamistas para utilizarlos contra los soviéticos en Afganistán. Estos congresistas convencieron a sus colegas de la Cámara de Representantes de que Estados Unidos no podía dar entrenamiento militar a neonazis porque algun día eso podría tener graves consecuencias. El Congreso prohibió entonces al Pentágono continuar con aquel plan y prohibió además la entrega al Regimiento Azov de armamento antiaéreo del tipo MANPAD con el voto del presupuesto destinado a la defensa. A pesar de la clara oposición del Congreso, el Pentágono volvió a la carga y logró que se retirara la enmienda, lo cual dio lugar a protestas del Centro Simon Wiesenthal.
Durante aquel periodo, el senador estadounidense John McCain (republicano por Arizona), quien ya mantenía vínculos con los jefes de al-Qaeda y con los cabecillas del Emirato Islámico (Daesh) en Siria y era partidario del apoyo a todo enemigo de Rusia, visitó Dnipro-1, una unidad del Regimiento Azov y felicitó calurosamente a los bravos nazis que desafiaban a Rusia… como ya había felicitado antes a los “bravos” yihadistas.
Es en ese momento cuando el Regimiento Azov comienza a reclutar en el extranjero. Neonazis de todo Occidente, principalmente de Brasil, España, Estados Unidos, Francia, Grecia, Italia, del Reino Unido y de países escandinavos, y también de Croacia, Eslovaquia, Chequia y Rusia, convergen entonces en Ucrania. Sin embargo, los Acuerdos de Minsk –con Alemania y Francia como garantes– prohíben rotundamente al régimen de Kiev el reclutamiento de mercenarios extranjeros.
El Regimiento Azov organizó además campamentos juveniles para 15. 000 adolescentes y asociaciones para civiles, de manera tal que el Regimiento ya contaba alrededor de 10 000 hombres y al menos el doble de «simpatizantes». Andriy Biletsky declaraba entonces que el Regimiento Azov tenía como misión histórica unir «las razas blancas del mundo en una última cruzada por su supervivencia […] una cruzada contra los subhumanos dirigidos por los judíos».
En 2016, el príncipe Zeid Raad al-Hussein, como Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, dedicó 2 informes a los crímenes de guerra perpetrados por el Regimiento Azov.
En 2017, una delegación oficial de la OTAN –delegación que incluía varios oficiales de Estados Unidos y Canadá– se reunió oficialmente con el Regimiento Azov.
Son numerosos los medios de prensa que han dedicado reportajes a los grupos neonazis ucranianos. Todos, sin excepción, se han quedado horrorizados ante la ideología y la violencia del Regimiento Azov. Por ejemplo, el Huffington Post advertía en 2015, en un artículo titulado “Nota a Ucrania: No sigan blanqueando el historial político”, sobre la complacencia de los responsables políticos ucranianos hacia esos elementos.
En 2018, el FBI entró nuevamente en conflicto con la CIA. En esa ocasión se trataba de casos de neonazis estadounidenses que habían ido a Ucrania a entrenarse con el Regimiento Azov y que a su regreso habían perpetrado actos de violencia en Estados Unidos. El grupo estadounidense Rise Above Movement (RAM) fue formado por la CIA en Ucrania.
Después de los actos de terrorismo de Christchurch, en Nueva Zelanda, cuyo saldo fue de 51 muertos y 49 heridos, 39 miembros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos escribieron al Departamento de Estado exigiendo que el Regimiento Azov fuese catalogado como «organización terrorista extranjera» (FTO por sus siglas en inglés) ya que el terrorista autor de la matanza había estado vinculado a los nazis del Regimiento Azov. No está de más resaltar que aquel individuo era antimusulmán aunque los neonazis ucranianos lucharon en Chechenia del lado de los islamistas.
En 2020, el multimillonario estadounidense Erik Prince, el fundador de la compañía de reclutamiento de mercenarios conocida inicialmente como Blackwater, firmó varios contratos con Ucrania. Uno de aquellos contratos le daba carta blanca para formar y dirigir el Regimiento Azov. A largo plazo, Prince esperaba lograr el control de la industria militar ucraniana heredada de la Unión Soviética.
En fecha más reciente, el 21 de julio de 2021, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski promulgó una ley sobre los «pueblos autóctonos» que reconoce los derechos humanos y las libertades fundamentales únicamente para los ucranianos de origen escandinavo o germánico, excluyendo de esos derechos y libertades a los ucranianos de origen eslavo. Es la primera ley racial que se adopta en Europa en 77 años.
El 2 de noviembre de 2021, siguiendo una “sugerencia” de Victoria Nuland, el presidente Zelenski nombró al nazi Dimitro Yarosh consejero especial del jefe de las fuerzas armadas ucranianas y le asignó como misión la preparación del ataque contra el Donbass y la península de Crimea. Es importante tener en mente que Yarosh es un nazi mientras que tanto la hoy estadounidense Victoria Nuland como el presidente Zelenski son judíos ucranianos.
Durante los 8 años transcurridos desde la operación de cambio de régimen en Ucrania –sin incluir la actual operación militar rusa– los neonazis han matado al menos 14 000 ucranianos.
UN DESAFÍO MORAL PARA ISRAEL
Cuando el presidente ruso Vladimir Putin denunció que el poder en Kiev estaba en manos de un «banda de neonazis», el presidente ucraniano Volodimir Zelenski afirmó que eso era imposible porque él es judío. Como esa respuesta no era suficiente, al sexto día del conflicto, Zelenski acusó a Rusia de haber bombardeado el memorial de Babi Yar, donde los nazis masacraron a 33 000 judíos.
Sin esperar confirmación, el Memorial Yad Vashem, la institución israelí encargada de preservar el recuerdo sobre la «solución final de la cuestión judía» adoptada por los nazis, emitió un comunicado de condena. Israel consideraba ultrajante que Rusia comparara a la extrema derecha ucraniana con los nazis que aplicaron la «solución final» y que además bombardeara aquel memorial.
Pero cuando periodistas israelíes se presentaron en el “lugar del crimen” pudieron comprobar que el memorial nunca fue bombardeado. Dicho claramente, el presidente ucraniano Zelenski mintió. Poco después, el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, invitó el Memorial Yad Vashem a enviar una delegación a Ucrania para que pudiera comprobar con sus propios ojos, bajo la protección del ejército ruso, lo dicho por el presidente Putin.
Todavía está esperando el Kremlin la respuesta del Memorial Yad Vashem. ¿Será que Putin tiene razón? Como antes tenía razón el Centro Simon Wiesenthal.
¿Será que desde Estados Unidos los judíos straussianos y en Ucrania el multimillonario ucraniano judío Igor Kolomoiski y su empleado el presidente ucraniano judío Volodimir Zelenski están trabajando con verdaderos nazis?
Después de eso, el primer ministro de Israel, Naftali Bennett, viajó a Moscú. A su regreso recibió al canciller alemán Olaf Scholtz en Tel Aviv y después se entrevistó por teléfono con el presidente ucraniano, cuya mentira había quedado al descubierto.
Presentado como una enésima iniciativa de paz, el viaje del primer ministro de Israel a Moscú tuvo en realidad como único objetivo determinar si Estados Unidos está utilizando verdaderos nazis en Ucrania. Atónito ante su descubrimiento, el primer ministro Bennet llamó por teléfono al presidente Putin –sólo un día después haberse entrevistado con él en Moscú. Y también telefoneó a varios jefes de Estado de países miembros de la OTAN.
Sería bueno que el primer ministro israelí hiciese público lo que ha podido verificar, pero es poco probable que lo haga. Porque sería abrir un tema “olvidado”, la cuestión de las relaciones entre ciertos sionistas y los nazis. ¿Por qué David Ben Gurion aseguraba que Zeev Jabotinsky –el fundador del sionismo revisionista– era un fascista y quizás un nazi? ¿Quiénes fueron los judíos que acogieron calurosamente una delegación del partido nazi (NSDAP) en Palestina cuando ya los miembros de aquel partido realizaban pogromos en Alemania, antes de la llegada de Hitler al poder?
¿Quién negoció con los nazis, en 1933, el «Acuerdo Haavara» –literalmente “Acuerdo de traslado”– y mantuvo una oficina oficial en Berlín hasta 1939? ¿Cómo se convirtió Vollrath von Maltzan –cuya madre era judía– en proveedor del gas venenoso Zyklon B utilizado por los nazis en sus campos de la muerte para eliminar a los miembros de las razas que consideraban indeseables?
Son preguntas que los historiadores suelen dejar sin respuestas.
Y hoy en día, ¿será exacto, como reportan numerosos testigos, que el profesor Leo Strauss inculcaba a sus discípulos judíos que tenían que instaurar su propia dictadura, con los mismos métodos que los nazis, para protegerse de una nueva Shoah?
Parece evidente que el primer ministro de Israel, Naftali Bennett, no se ha “tragado” la narrativa del régimen ucraniano y de la OTAN. Bennet declaró que el presidente ruso no está hablando de una teoría complotista, no es irracional ni es un «enfermo mental».
Por el contrario, al ser interrogado sobre el apoyo de Israel, el presidente ucraniano Zelenski respondió:
«Hablé con el primer ministro de Israel. Y, lo digo francamente, puede parecer un poco insultante pero creo que debo decirlo. Nuestras relaciones no son malas. Pero las relaciones se ponen a prueba en momentos como estos, en los momentos más difíciles, cuando la ayuda y el apoyo son necesarios. Y no creo que él [Bennet] se haya envuelto en nuestra bandera.»
En conclusión, Israel debería retirarse del conflicto ucraniano. Si Israel cambia súbitamente de posición sobre algún otro tema y entra en oposición con Washington, usted ya conoce el por qué.