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Le blog de Contra información


Ucrania: ¿una alianza entre judíos y neonazis?

Publié par Contra información sur 13 Mars 2022, 11:40am

Ucrania: ¿una alianza entre judíos y neonazis?

Israel se ve bruscamente frente a un aspecto inesperado de la crisis ucraniana. ¿Es cierto, como ‎denuncia Moscú, que Ucrania está en manos de una «banda de neonazis» financiada por judíos ‎ucranianos y estadounidenses? De ser cierto, el gobierno de Israel está en el deber moral de ‎aclarar su propia posición ante los judíos que apoyan grupos nazis, independientemente de ‎cualquier otra posición sobre la crisis ucraniana. ‎

La cuestión se plantea de manera particularmente cruel en la medida en que los judíos ‎estadounidenses que apoyan a los nazis ucranianos o los utilizan son un grupúsculo de apenas un centenar de personas –los “straussianos”, discípulos del filósofo Leo Strauss– que han logrado ‎incrustarse en el entorno inmediato del presidente estadounidense Joe Biden.‎

¿QUÉ REPRESENTAN LOS NEONAZIS UCRANIANOS?

En febrero de 2014, la llamada «revolución de la dignidad» o «euroMaidan» fue una operación ‎de «cambio de régimen» orquestada por la straussiana Victoria Nuland desde su cargo en ‎el Departamento de Estado, primero bajo las órdenes de Hillary Clinton y después bajo la ‎autoridad de John Kerry, pero siempre bajo la presidencia del demócrata Barack Obama. A raiz de ‎los acontecimiento ocurridos en Kiev, la llamada «Secta 82», supuestamente hooligans ‎fanáticos del club de futbol de Jarkov, ocupó los locales de las autoridades de ese oblast y ‎propinó una brutal paliza a los empleados del gobierno derrocado. ‎

Ya convertido en ministro del Interior del nuevo régimen, Arsen Avakov, quien había sido ‎gobernador de Jarkov bajo el gobierno derrocado, autorizó la formación de una fuerza ‎paramilitar de 12 000 elementos alrededor de los hooligans de la «Secta 82» para «defender ‎la revolución» y el 5 de mayo de 2014 se formaba oficialmente el «Batallón Azov», o «Cuerpo ‎del Este», encabezado por Andriy Biletsky.‎

Biletsky, conocido bajo el sobrenombre de «el fuhrer blanco», es un teórico del nazismo. Antes ‎fue líder de los «Patriotas de Ucrania», un grupúsculo neonazi partidario de una ‎‎«Gran Ucrania» y ferozmente anticomunista. ‎

Andriy Biletsky y Dimitro Yarosh fundaron juntos «Pravy Sektor» (Sector Derecho), grupo neonazi ‎que tuvo un papel fundamental en los hechos de la Plaza Maidan, en 2014. Abiertamente ‎antisemita y homófobo «Pravy Sektor» estaba financiado por el mafioso ucraniano judío y ‎multimillonario Igor Kolomoiski. En el plano internacional, «Pravy Sektor» es furibundamente ‎contrario a la Unión Europea y reclama, por el contrario, la instauración de una alianza de ‎los Estados de Europa central y del Báltico, alianza que se denominaría el «Intermarium», ‎proyecto muy conveniente para los straussianos estadounidenses, quienes, desde el informe ‎Wolfowitz de 1992, ven en la Unión Europea un competidor más peligroso para Estados Unidos ‎que la mismísima Rusia. Y otra vez nos vemos obligados a recordar aquí la famosa conversación ‎telefónica entre la señora Victoria Nuland y el embajador de Estados Unidos en Kiev, donde ‎se oía claramente a la “dama” exclamar «¡que le den por el culo a la Unión Europea!» (Fuck the EU!). ‎

Dimitro Yarosh es un agente de las redes secretas stay-behind de la OTAN. En 2007, bajo la ‎atenta mirada de Victoria Nuland –entonces embajadora de Estados Unidos en la OTAN–, Yarosh ‎reunió neonazis de toda Europa e islamistas del Medio Oriente para luchar juntos en una yihad ‎contra Rusia en Chechenia. Yarosh fue después el líder del «Tyzub», o sea el Tridente de Stepan ‎Bandera, grupúsculo que glorificaba a los ucranianos que habían colaborado con los nazis. Para el ‎mencionado Stepan Bandera (1909-1959), los “verdaderos” ucranianos son de origen escandinavo ‎o protogermánico pero… cometieron el error de mezclarse con los eslavos (los rusos) a quienes ‎debían haber combatido para dominarlos. ‎

A finales de 2013, los elementos agrupados alrededor de Dimitro Yarosh y jóvenes de otros grupos ‎nazis recibieron entrenamiento en técnicas de lucha urbana impartidas por instructores de ‎la OTAN en Polonia. Cuando revelé esto fui muy criticado porque cité a una publicación satírica ‎en una nota, pero en Polonia el fiscal general abrió una investigación que, por supuesto, ‎nunca llegó a nada… porque habría revelado la implicación del ministro de Defensa.‎

En el verano de 2014, todos aquellos grupos neonazis ya se habían agrupado en el Batallón Azov ‎y fueron enviados a luchar contra los independentistas de Donetsk y Lugansk. La paga de ‎esos elementos se elevó a más del doble de la que recibían los soldados de las tropas regulares y ‎el Batallón Azov arrebató la ciudad de Marinka a la autoproclamada República Popular de Donetsk ‎y perpetró allí una masacre contra los «separatistas».‎

En septiembre de 2014, el gobierno provisional surgido del pustch de la Plaza Maidan integró el ‎Batallón Azov a la Guardia Nacional y separó a algunos líderes nazis. ‎

En las elecciones de octubre de 2014, dos ex líderes nazis del Batallón Azov, Andriy Biletsky y Oleh ‎Petrenko, obtuvieron escaños en la Rada (el parlamento ucraniano). El «Fuhrer blanco» Biletsky ‎estuvo solo, pero Petrenko se unió al grupo parlamentario que apoyaba al presidente Petro ‎Porochenko. El Batallón Azov se convirtió entonces en el Regimiento Azov de la Guardia ‎Nacional. ‎

En marzo, Arsen Avakov, que seguía siendo ministro del Interior, negoció con el Pentágono para ‎que las Fuerzas Especiales estadounidenses entrenaran al Regimiento Azov en el marco de la ‎operación Fearless Guardian. Pero los congresistas John Conyers Jr. (demócrata por Michigan) y ‎Ted Yoho (republicano por La Florida) denunciaron aquello como una locura recordando que al-‎Qaeda y la expansión del terrorismo nacieron de la decisión estadounidense de armar a los ‎islamistas para utilizarlos contra los soviéticos en Afganistán. Estos congresistas convencieron a ‎sus colegas de la Cámara de Representantes de que Estados Unidos no podía dar entrenamiento ‎militar a neonazis porque algun día eso podría tener graves consecuencias. El Congreso prohibió ‎entonces al Pentágono continuar con aquel plan y prohibió además la entrega al Regimiento Azov ‎de armamento antiaéreo del tipo MANPAD con el voto del presupuesto destinado a la defensa. A pesar de la clara oposición del Congreso, el Pentágono ‎volvió a la carga y logró que se retirara la enmienda, lo cual dio lugar a protestas del Centro Simon Wiesenthal.‎

Durante aquel periodo, el senador estadounidense John McCain (republicano por Arizona), quien ‎ya mantenía vínculos con los jefes de al-Qaeda y con los cabecillas del Emirato Islámico (Daesh) ‎en Siria y era partidario del apoyo a todo enemigo de Rusia, visitó Dnipro-1, una unidad del Regimiento Azov y felicitó ‎calurosamente a los bravos nazis que desafiaban a Rusia… como ya había felicitado antes a los ‎‎“bravos” yihadistas. 

Es en ese momento cuando el Regimiento Azov comienza a reclutar en el extranjero. Neonazis de ‎todo Occidente, principalmente de Brasil, España, Estados Unidos, Francia, Grecia, Italia, del ‎Reino Unido y de países escandinavos, y también de Croacia, Eslovaquia, Chequia y Rusia, ‎convergen entonces en Ucrania. Sin embargo, los Acuerdos de Minsk –con Alemania y Francia ‎como garantes– prohíben rotundamente al régimen de Kiev el reclutamiento de mercenarios ‎extranjeros. ‎

El Regimiento Azov organizó además campamentos juveniles para 15. 000 adolescentes y ‎asociaciones para civiles, de manera tal que el Regimiento ya contaba alrededor de 10 000 ‎hombres y al menos el doble de «simpatizantes». Andriy Biletsky declaraba entonces que el ‎Regimiento Azov tenía como misión histórica unir «las razas blancas del mundo en una última ‎cruzada por su supervivencia […] una cruzada contra los subhumanos dirigidos por los judíos». ‎

En 2016, el príncipe Zeid Raad al-Hussein, como Alto Comisionado de la ONU para los Derechos ‎Humanos, dedicó 2 informes a los crímenes de guerra perpetrados por el Regimiento Azov.‎

En 2017, una delegación oficial de la OTAN –delegación que incluía varios oficiales de ‎Estados Unidos y Canadá– se reunió oficialmente con el Regimiento Azov. ‎

Son numerosos los medios de prensa que han dedicado reportajes a los grupos neonazis ‎ucranianos. Todos, sin excepción, se han quedado horrorizados ante la ideología y la violencia ‎del Regimiento Azov. Por ejemplo, el Huffington Post advertía en 2015, en un artículo titulado ‎‎“Nota a Ucrania: No sigan blanqueando el historial político”, sobre la complacencia de los ‎responsables políticos ucranianos hacia esos elementos.‎

En 2018, el FBI entró nuevamente en conflicto con la CIA. En esa ocasión se trataba de casos de ‎neonazis estadounidenses que habían ido a Ucrania a entrenarse con el Regimiento Azov y que a ‎su regreso habían perpetrado actos de violencia en Estados Unidos. El grupo estadounidense ‎Rise Above Movement (RAM) fue formado por la CIA en Ucrania.‎

Después de los actos de terrorismo de Christchurch, en Nueva Zelanda, cuyo saldo fue de ‎‎51 muertos y 49 heridos, 39 miembros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos ‎escribieron al Departamento de Estado exigiendo que el Regimiento Azov fuese catalogado como ‎‎«organización terrorista extranjera» (FTO por sus siglas en inglés) ya que el terrorista ‎autor de la matanza había estado vinculado a los nazis del Regimiento Azov. No está ‎de más resaltar que aquel individuo era antimusulmán aunque los neonazis ucranianos lucharon ‎en Chechenia del lado de los islamistas. ‎

En 2020, el multimillonario estadounidense Erik Prince, el fundador de la compañía de ‎reclutamiento de mercenarios conocida inicialmente como Blackwater, firmó varios contratos con ‎Ucrania. Uno de aquellos contratos le daba carta blanca para formar y dirigir el Regimiento Azov. ‎A largo plazo, Prince esperaba lograr el control de la industria militar ucraniana heredada de la ‎Unión Soviética.‎

En fecha más reciente, el 21 de julio de 2021, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski ‎promulgó una ley sobre los «pueblos autóctonos» que reconoce los derechos humanos y las ‎libertades fundamentales únicamente para los ucranianos de origen escandinavo o germánico, ‎excluyendo de esos derechos y libertades a los ucranianos de origen eslavo. Es la primera ley ‎racial que se adopta en Europa en 77 años. ‎

El 2 de noviembre de 2021, siguiendo una “sugerencia” de Victoria Nuland, el presidente Zelenski ‎nombró al nazi Dimitro Yarosh consejero especial del jefe de las fuerzas armadas ucranianas y ‎le asignó como misión la preparación del ataque contra el Donbass y la península de Crimea. ‎Es importante tener en mente que Yarosh es un nazi mientras que tanto la hoy estadounidense ‎Victoria Nuland como el presidente Zelenski son judíos ucranianos. ‎

Durante los 8 años transcurridos desde la operación de cambio de régimen en Ucrania –‎sin incluir la actual operación militar rusa– los neonazis han matado al menos 14 000 ‎ucranianos. ‎

UN DESAFÍO MORAL PARA ISRAEL

Cuando el presidente ruso Vladimir Putin denunció que el poder en Kiev estaba en manos de un ‎‎«banda de neonazis», el presidente ucraniano Volodimir Zelenski afirmó que eso era imposible ‎porque él es judío. Como esa respuesta no era suficiente, al sexto día del conflicto, Zelenski ‎acusó a Rusia de haber bombardeado el memorial de Babi Yar, donde los nazis masacraron a ‎‎33 000 judíos. ‎

Sin esperar confirmación, el Memorial Yad Vashem, la institución israelí encargada de preservar ‎el recuerdo sobre la «solución final de la cuestión judía» adoptada por los nazis, emitió un ‎comunicado de condena. Israel consideraba ultrajante que Rusia comparara a la extrema derecha ‎ucraniana con los nazis que aplicaron la «solución final» y que además bombardeara aquel ‎memorial. ‎

Pero cuando periodistas israelíes se presentaron en el “lugar del crimen” pudieron comprobar que ‎el memorial nunca fue bombardeado. Dicho claramente, el presidente ucraniano Zelenski ‎mintió. Poco después, el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, invitó el Memorial Yad Vashem a ‎enviar una delegación a Ucrania para que pudiera comprobar con sus propios ojos, bajo la ‎protección del ejército ruso, lo dicho por el presidente Putin. ‎

Todavía está esperando el Kremlin la respuesta del Memorial Yad Vashem. ¿Será que Putin tiene ‎razón? Como antes tenía razón el Centro Simon Wiesenthal. ‎

¿Será que desde Estados Unidos los judíos straussianos y en Ucrania el multimillonario ucraniano ‎judío Igor Kolomoiski y su empleado el presidente ucraniano judío Volodimir Zelenski están ‎trabajando con verdaderos nazis?‎

Después de eso, el primer ministro de Israel, Naftali Bennett, viajó a Moscú. A su regreso recibió al ‎canciller alemán Olaf Scholtz en Tel Aviv y después se entrevistó por teléfono con el presidente ‎ucraniano, cuya mentira había quedado al descubierto. ‎

Presentado como una enésima iniciativa de paz, el viaje del primer ministro de Israel a Moscú ‎tuvo en realidad como único objetivo determinar si Estados Unidos está utilizando verdaderos ‎nazis en Ucrania. Atónito ante su descubrimiento, el primer ministro Bennet llamó por teléfono al ‎presidente Putin –sólo un día después haberse entrevistado con él en Moscú. Y también ‎telefoneó a varios jefes de Estado de países miembros de la OTAN. ‎

Sería bueno que el primer ministro israelí hiciese público lo que ha podido verificar, pero es ‎poco probable que lo haga. Porque sería abrir un tema “olvidado”, la cuestión de las relaciones ‎entre ciertos sionistas y los nazis. ¿Por qué David Ben Gurion aseguraba que Zeev Jabotinsky –el ‎fundador del sionismo revisionista– era un fascista y quizás un nazi? ¿Quiénes fueron los judíos ‎que acogieron calurosamente una delegación del partido nazi (NSDAP) en Palestina cuando ya los ‎miembros de aquel partido realizaban pogromos en Alemania, antes de la llegada de Hitler ‎al poder? ‎

¿Quién negoció con los nazis, en 1933, el «Acuerdo Haavara» –literalmente “Acuerdo de ‎traslado”– y mantuvo una oficina oficial en Berlín hasta 1939? ¿Cómo se convirtió Vollrath ‎von Maltzan –cuya madre era judía– en proveedor del gas venenoso Zyklon B utilizado por ‎los nazis en sus campos de la muerte para eliminar a los miembros de las razas que consideraban ‎indeseables? ‎

Son preguntas que los historiadores suelen dejar sin respuestas. ‎

Y hoy en día, ¿será exacto, como reportan numerosos testigos, que el profesor Leo Strauss ‎inculcaba a sus discípulos judíos que tenían que instaurar su propia dictadura, con los mismos ‎métodos que los nazis, para protegerse de una nueva Shoah?‎

Parece evidente que el primer ministro de Israel, Naftali Bennett, no se ha “tragado” la narrativa ‎del régimen ucraniano y de la OTAN. Bennet declaró que el presidente ruso no está hablando de ‎una teoría complotista, no es irracional ni es un «enfermo mental».‎

Por el contrario, al ser interrogado sobre el apoyo de Israel, el presidente ucraniano Zelenski ‎respondió:

«Hablé con el primer ministro de Israel. Y, lo digo francamente, puede parecer un poco ‎insultante pero creo que debo decirlo. Nuestras relaciones no son malas. Pero las relaciones ‎se ponen a prueba en momentos como estos, en los momentos más difíciles, cuando la ayuda y el ‎apoyo son necesarios. Y no creo que él [Bennet] se haya envuelto en nuestra bandera.»‎

En conclusión, Israel debería retirarse del conflicto ucraniano. Si Israel cambia súbitamente de ‎posición sobre algún otro tema y entra en oposición con Washington, usted ya conoce el ‎por qué. ‎

Thierry Meyssan

voltairenet

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