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Le blog de Contra información


¿Cómo se manipula para obtener el consentimiento?

Publié par Contra información sur 20 Octobre 2021, 10:57am

¿Cómo se manipula para obtener el consentimiento?

Así es como se manipula en una democracia liberal para lograr el consentimiento y la sumisión de las poblaciones.

La época de los años 50 y 60 en ciencias comportamentales es fascinante porque sus resultados siguen aportando a nuestras sociedades: los experimentos de Asch, Bateson  o de  Milgram son esenciales para entender cómo las sociedades actuales pueden reaccionar o se ven obligadas a reaccionar ante determinados estímulos. Se trata de una aportación científica que muchos dirigentes se han apresurado a experimentar a gran escala en las democracias liberales, hasta el punto de pervertirlas desde dentro, especialmente en tiempos de crisis.

Por supuesto, hubo investigación, análisis y práctica sobre la manipulación de multitudes antes de estos estudios.

Recordemos, por ejemplo, La psicología de las multitudes de Gustave Le Bon (1841-1931), La violación de las multitudes por la propaganda política de Serge Tchakhotine (1883-1973) o la Comisión Creel con su más eminente especialista, Edward Bernays (1891-1995), que también era sobrino y ávido lector de las obras de Sigmund Freud (véase Propaganda: la fábrica del consentimiento, emitida en Arte).

Sin embargo, los tres investigadores mencionados anteriormente trabajaron en un marco específico: el de la democracia liberal. El principal obstáculo en una democracia liberal es precisamente la obtención del consentimiento, no necesariamente expreso, pero igualmente tácito. Y es precisamente sobre este punto central que trabajarán los tres maestros del consentimiento moderno.

LOS TRES MAESTROS DEL CONSENTIMIENTO MODERNO

Conviene recordar, aunque sea brevemente, a qué corresponde la labor de esta trinidad en el estudio del comportamiento social.

Solomon Asch (1907-1996) trabajó sobre el conformismo de los individuos manipulando varios parámetros psicológicos para que el refractor inicial se convirtiera gradualmente a la directiva inicial.

Gregory Bateson (1904-1980) analizó el fenómeno de los mandatos paradójicos, también llamados contradictorios o dobles coacción, sumiendo al sujeto en un estado de incapacidad para alcanzar los objetivos fijados, haciéndolo así más maleable y sujeto a la servidumbre.

Stanley Milgram (1933-1984) es el más conocido por el público, ya que su experimento fue ampliamente difundido por establecer una relación entre la desinhibición de los individuos que obedecen órdenes contrarias a la moral y a sus valores, pero amparadas por la autoridad oficial.

En una democracia liberal, teóricamente impulsada por el respeto a las libertades fundamentales, el respeto a los demás y la transición pacífica y leal del poder, estos trabajos adquieren un valor inestimable. Como no es posible proceder de la misma manera que un régimen totalitario que exige la obediencia como prioridad, el consentimiento, teóricamente libre e informado, debe obtenerse mediante un procedimiento indirecto.

LA INFORMÁTICA CONECTADA COMO COMPLEMENTO

La gran novedad en la aplicación de estos estudios en nuestra época contemporánea radica en el uso masivo de metadatos unidos a tratamientos automatizados a gran escala para obtener barómetros del estado de opinión y las predicciones en cuanto a la evolución probable (así como una vigilancia masiva, pero este tema debe tratarse por separado).

En los años 50 y 60, los ordenadores sólo eran únicamente supercomputadoras que ocupaban una enorme sala de seguridad, entonces no se utilizaban para cuestiones que no fueran distintas al del ámbito militar o a la investigación o estratégica, como la energía nuclear.

Además, la simple potencia de cálculo no habría sido suficiente. Dos elementos complementarios han contribuido a la ampliación de las técnicas de fabricación del consentimiento:

*la democratización de Internet en los años 90

*la aparición de las redes sociales en la década de 2000.

Así, la acumulación de metadatos ha hecho posible trazar rápidamente una cartografía de la población en función de la edad, la situación laboral, el estado civil, las aficiones, las amistades, los socios comerciales e incluso datos antes tabúes como la religión, la afiliación política, la ubicación geográfica, el origen étnico e incluso la condición médica. Dotado de estos datos, que a su vez formaban un conjunto de información, el beneficiario pudo modular un discurso para complacer a las diferentes comunidades y apuntar al mínimo a la mayoría relativa que ahora es suficiente para gobernar en los regímenes democráticos.

Lejos de hacer obsoletos estos estudios, la informática conectada les dota de una capacidad de control aún más fina que en un régimen que utilice toscos métodos autoritarios, facilitado aún más  por el abandono  voluntario por parte de los interesados de cualquier dato de carácter privado a cambio de la conexión en red: el miedo a la desconexión social de toda una parte de la población refuerza esta afluencia de datos.

CRISIS SISTÉMICA Y CONSENTIMIENTO

La aparición de una crisis importante puede alterar inicialmente los planes originales de un líder, pero acelerarlos en una segunda fase si sabe explotarla sabiamente trabajando en su magisterio (autoridad), sobre la confusión mental (miedo) y sobre el hecho mayoritario (consentimiento progresivo).

En el caso de una pandemia, por ejemplo, la población puede verse abrumada con información a veces alarmante y a veces tranquilizadora, estadísticas infladas y no verificables estadísticas, advertencias gubernamentales no verificables, todo ello retransmitido por medios de comunicación complacientes o forzados por los cuales desfilan expertos certificados. El objetivo es mantener a la población bajo control, con un imperativo de máxima eficacia (lo óptimo es la norma fuera del contexto de una crisis), que puede obtenerse con el refuerzo voluntario de la población que ha aceptado las medidas decididas. Este es el colmo de cualquier sistema de condicionamiento social: cuando la mayoría de la población insta a los refractarios a cumplir la norma presentada como la que aportará seguridad (sanitaria en este caso, pero que puede ser igualmente medioambiental, económica, financiera, vial, etc.). El poder establecido a la larga, debe poder liberarse parcialmente de su control sobre las mentes delegándolo en la parte más diligente de la población con la aprobación silenciosa de la mayoría.

La terminología es esencial desde este punto de vista: se prefiere el término amenaza al de peligro, porque justifica por sus vagas temporalidad y materialidad la perpetuación de las medidas en el tiempo y el espacio, hasta la integración de estas medidas en el derecho común.

Si el acondicionamiento se lleva a cabo con habilidad, se consigue un pueblo zombi y libertades del mismo tipo.  Recordemos que el proceso se ve facilitado en la mente de la gente por el hecho de que, en una democracia, la mayoría de la población está convencida de que se beneficia del mejor de los regímenes y de la benevolencia natural del líder. Estas presunciones facilitan el advenimiento de lo que más temía Alexis de Tocqueville, el despotismo democrático asegurado por este famoso poder inmenso y tutelar.

Muchos lectores y comentaristas seguramente agregarán sus propias referencias. Sin embargo, las invariantes de la presentación permanecen: el control de las masas requiere necesariamente proceder por el canal emocional, y no por el racional. Este último es totalmente ineficaz para disponer de una población a voluntad, y menos aún para los que los opositores de s de cambiarla...

FALTAS DE CONTROL Y CONTRAMEDIDAS

El control de la población requiere cierto tacto, un equilibrio permanente entre la zanahoria y el palo, para simplificar. Sin embargo, cuanto más tiempo pasa, más complejo y costoso se vuelve el equilibrio, especialmente con el cambio generacional. La inflación del control produce un efecto perverso que aumenta los riesgos de disfunción y los recursos asignados...

Otros elementos internos pueden hacer más precaria la ecuación: el comportamiento del líder o del círculo dirigente (por ejemplo, una tentación hacia la arrogancia, la tentación del exceso) o la sustitución inesperada del líder (por ejemplo, en caso de enfermedad repentina).

También pueden contribuir elementos externos: la presión de un Estado extranjero (por ejemplo, mediante la creación de un movimiento de opinión competidor o la subversión de un sector de la población) o un desastre que cuestione radicalmente la narrativa del poder (por ejemplo, el desastre de Chernóbil en la Unión Soviética).

La otra limitación es el uso de algoritmos. Si bien estos pueden proporcionar un mapa útil del estado de la opinión, las predicciones resultantes de ellos están sujetos a variaciones cada vez más significativas, a medida que apuntan  a una línea de tiempo más ajustada. Para simplificar: hay una erosión de la fiabilidad de cualquier predicción algorítmica a largo plazo.

Sin embargo, los líderes tienden rápidamente a someterse a una adicción a los algoritmos. De usuarios, pasan a ser esclavos de ellos, empleándolos cada vez con más regularidad e intensamente para considerar los efectos de las medidas y decisiones que se impondrán con el fin de obtener la sumisión de la población. Esta adicción es una debilidad inherente a la tecnofilia de los dirigentes actuales.

Las contramedidas están ahí, requieren consistencia y aplomo para su implementación.

La primera de ella y la más económica es el No. En efecto, El adverbio que significa negación es de hecho particularmente efectivo cuando el tono se establece adecuadamente. De hecho, el homo Democraticus de la siguiente generación está condicionado a decir sí a todo.

Sin embargo, señalar su oposición directamente y con firmeza es un choque emocional (recuerde que la racionalidad no es efectiva en personas que ya están condicionadas, pero sigue siendo efectiva en personas indecisas o curiosas). Decir no es erosionar la confianza de estar en la dirección de la autoridad justa y benévola.

La segunda es más perniciosa, consiste en pensar de forma oblicua. La idea es ser menos frontal y hacer que el consentimiento sea disfuncional. En general, se trata de una metodología que se encuentra en las técnicas de gestión y que tiene su origen en el pensamiento aristotélico, que puede definirse como Q3OPC2 (Quién, Cuándo, Qué, Dónde, Por qué, Cómo, Cuánto).

También se conoce como análisis de la causa raíz (RCA). Apruebe  lo que dice la persona, pero responda con una pregunta. El objetivo es llevar a la persona al límite y romper la programación mental.

La tercera, y no exhaustiva, contramedida consiste en el uso de la ironía socrática. Bien empleada, actúa como disolvente, ya que se burla de las medidas y los argumentos opuestos mientras permite que la audiencia se divierta. Ningún poder aprecia las burlas como una señal de desconfianza y, en el caso de los condicionamientos sociales, un riesgo de perder el control. A diferencia del proceso escolar, el principio es burlarse de las medidas adoptadas. Este método es perfecto para dar un golpe breve pero contundente a la certeza de los demás.

LA VANGUARDIA ILUSTRADA

El hecho es que el mejor baluarte contra los intentos de manipulación psicosocial es la cultura: cultivarse sigue siendo el mejor antídoto contra este tipo de control (a este respecto, nunca hay que confundir un diploma con la cultura, al igual que un diploma con la inteligencia). Más allá de este tema, es imprescindible determinar qué sociedad quieren los propios ciudadanos/sujetos.

¿Lo saben ellos mismos y, lo que es peor, son capaces de expresarlo con claridad? Ya que el problema recurrente de los regímenes políticos tiene que ver más con las personas que con las estructuras (la mejor organización siempre acabará corrompida por hombres con malas intenciones, mientras que los hombres buenos siempre acabarán mejorando incluso una organización depravada).

A este respecto, es muy juicioso releer El fin de la historia y el último hombre (1952) de Francis Fukuyama, y leerlo hasta la última línea (y subrayo esta frase), para ver que son en realidad las fuerzas antiliberales las que se han apoderado de los centros de poder: ¿no es hora de que la vanguardia ilustrada se ponga en orden de batalla?

Por Yannick Harrel

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