El simbolismo es aterrador. La información procede de Australia, donde el gobierno ha anunciado que, a lo largo de un fin de semana, vacunará a 24.000 niños en un estadio bajo protección policial para prohibir el acceso a los padres.
Elander’s Voice
@Elanders_Voice
16 ago.
AUSTRALIA- 24,000 children will be vaccinated in a stadium next week. No parents will be allowed access.
#COVID19 #CovidVic #NoVaccinePassports
La voz de Elander
@Elanders_Voice
16 ago.
AUSTRALIA- 24.000 niños serán vacunados en un estadio la próxima semana. No se permitirá el acceso a los padres.
#COVID19 #CovidVic #NoVaccinePassports
No hay ningún argumento de salud que justifique una tal puesta en escena. Está claro que el gobierno australiano está aplicando deliberadamente los peores métodos totalitarios jamás vistos en la historia. El simbolismo habla por sí mismo. ¿Por qué un estadio, por qué una operación tan masiva, por qué esta movilización policial, por qué arrancar a estos niños de sus padres y aislarlos en un recinto cerrado, por qué esta puesta en escena que hace recordar lo peor que ha conocido la humanidad? ¿Por qué, si no es para afirmar otra intención que la simple justificación sanitaria? ¿Se ha visto alguna vez algo así que no sea bajo el peor terror de los peores regímenes totalitarios? Nunca. Así que la justificación de la vacunación masiva no está relacionada con la salud, sino con algo totalmente distinto.
Esta puesta en escena demuestra el carácter terrorista y absolutamente totalitario de la vacunación masiva impuesta por los mundialistas. También anula todo el manto sanitario que ha justificado la vacunación hasta ahora. ¿Por qué tenemos que recurrir a tal brutalidad y teatralidad, si no es porque las intenciones de los promotores de esta gigantesca manipulación son algo más que simplemente sanitarias? ¿Hemos visto alguna vez una campaña de vacunación acompañada de estas medidas?
La aguja símbolo de la locura nazi. Mira la jeringa en el monumento conmemorativo contra la guerra y el fascismo en Viena. Mira el recuerdo que dejó el nazismo: una jeringa en un brazo torturado por un médico loco. El experimento sobre la persona humana fue una de las locuras de los nazis, una locura materialista y prometeica. Sabemos cuál era su proyecto: la erradicación de las razas inferiores, de los inútiles, la liberación del espacio vital sólo para los arios. ¿Cuál es el proyecto de los mundialistas hoy en día que les hace utilizar tales métodos y mostrar tal referencia? Desde luego, no la lucha contra cierto virus.
"Schmattes", las víctimas de los nazis, harapos. ¿Cuál es la concepción del hombre que lleva el proyecto mundialista Para hablar de los cuerpos torturados de sus víctimas, los nazis utilizaban la palabra yiddish "Schmattes", trapos, o mejor aún, harapos... Para los alemanes, los cuerpos de los judíos eran muñecos de trapo, trapos que debían ser quemados. Una espantosa concepción materialista, una espantosa negación de la humanidad por los siglos de los siglos. ¿Cuál es la concepción del Hombre que tienen los minimalistas para que a su vez recurran a los mismos símbolos que los nazis?
La persona humana considerada por los mundialistas como materia indiferenciada, la referencia a la Shoah perfectamente justificada. 24.000 personas inocentes en un estadio... El carácter masivo de la operación y su espantoso simbolismo apuntan a la peor concepción materialista de la persona humana. Los mundialistas nos tratan a nosotros y a nuestros hijos como carne, como los nazis trataban a los "Schmattes", los harapos. Ya no hay ninguna duda al respecto, y las víctimas de la Shoah y sus descendientes no deberían reclamar la memoria exclusiva para vitrificar cualquier debate sobre este punto. Al contrario, porque la comparación está perfectamente fundada. Todo indica en efecto que estamos en el mismo tipo de proceso, aún no del todo completamente comprensible, pero de la misma naturaleza, contra lo más fundamental del Hombre y de la humanidad. Además, la Shoah ha pasado a ser de dominio público, por así decirlo. La obligación de recordar, que se ha convertido en universal, autoriza a utilizar esta referencia para realizar análisis y comparaciones históricas justificadas; especialmente cuando los niños son separados a la fuerza de sus padres para inocularles una sustancia desconocida y no probada. Pues de eso se trata, y esta vez de forma ostensiblemente masiva. Las víctimas de la Shoá y sus descendientes, si quieren evitar que estas cosas vuelvan a suceder, deberían abrir el debate y no congelar la referencia y hacerla estéril para el resto de la humanidad. La utilidad de la memoria humana es proteger a la humanidad, no sólo a los descendientes de una categoría particular de víctimas.
La espantosa intención bajo el manto sanitario. Por el momento, al menos en la información oficial disponible, no hay nada que demuestre con absoluta certeza la intención genocida, o al menos un proyecto global de transformación masiva de la antropología humana. Los métodos, por otra parte, y lo que podemos ver de la realidad del proceso, confirman que es algo más que una simple lucha contra cualquier pandemia. La acumulación de pruebas, el cúmulo de indicios concordantes, todo indica que el proceso es de naturaleza completamente diferente. Peor aún, la reivindicación totalitaria claramente afirmada por el poder australiano, pero también francés, y detrás de Francia, por un cártel de países, demuestra que se trata efectivamente de una empresa que no podría lograrse de otro modo que con el uso de medios totalitarios. A medios empresa y proyecto totalitario. ¿Quién puede decir lo contrario?
La exposición de la naturaleza totalitaria de la vacunación obligatoria prueba la intención mortífera. Australia asume la barbarie de las vacunas como los nazis asumieron el Holocausto. La vacunación masiva y forzosa de los niños es una clara muestra de este supuesto. Ya no puede haber ninguna duda, los métodos confirman el carácter totalitario del proyecto y, por tanto, su intención mortífera, contraria a la naturaleza del Hombre y a su carácter sagrado.
Ya no es tiempo de predicar, es tiempo de poder y acción.
Martin Moisan