No hay por qué preocuparse, porque a diferencia de las "once vacunas" que se han hecho obligatorias, estos medicamentos génicos propuestos contra el Covid-19 sólo tienen autorizaciones provisionales. Y así, mientras no sean debidamente refrendados (al menos dentro de dos años), resulta que aunque se votara una "ley" de circunstancias en el Parlamento, quedaría legalmente invalidada, al menos si el Consejo Constitucional y el Consejo de Estado siguen siendo jurisdicciones autónomas. Luego, aunque estos medicamentos fueran etiquetados, resulta que la necesidad de consentimiento sigue siendo crucial, al menos siempre en "Estado de Derecho", Tanto es así que actualmente se está firmando la autorización de la gestión por cada participante en la actual experimentación a gran escala, lo que hace imposible obligar a someterse a ella (artículo 36 del Código de Salud Pública).
Es cierto que algunos "medios de comunicación" informan de la existencia de dicha obligación para determinados medicamentos (las "once vacunas"). Sin embargo, resulta que esto está relacionado con el carácter altamente letal de las enfermedades en cuestión, lo que implica la importancia de la noción de "proporcionalidad" que están obligados a admitir.
Para ello, sería necesario que "ellos" (los miembros de la Secta Higienista) demostraran jurídicamente que una enfermedad tan poco letal como el Covid-19 (al menos por debajo de los 84 años) gozase del mismo estatus respecto a las enfermedades que, por el contrario, son muy mortales. Y esto es tanto más cierto cuanto que tenemos medicamentos que funcionan, y que son cada vez mejores. De ahí la negativa a admitirlo (y el hecho de de descartados), porque de lo contrario se acabaría, por supuesto, con esa idea fija (en el sentido de Pierre Janet) de querer imponer a toda costa un medicamento experimental para una enfermedad que, al fin y al cabo, es muy controlable (al menos según los verdaderos especialistas capaces de demostrar lo que dicen en base a estudios reales -a diferencia del LancetGate, sobre el que seguimos esperando una investigación y sanciones-).
Así que más bien deberíamos, y de hecho esperamos, lo contrario: que se emprendan acciones legales (la que se está llevando a cabo actualmente en la India es muy elocuente a este respecto) contra todos aquellos que han impedido a sabiendas que los médicos prescriban, y han bloqueado los medicamentos que funcionan (en nombre de los supuestos efectos secundarios, mientras que los -por innumerables que sean- que provienen de sus medicamentos experimentales siempre se dejan de lado). Por no hablar del chantaje y otras intimidaciones. Es más bien en esta dirección que el péndulo debe oscilar.
De lo contrario, es la gota que colma el vaso: la explosión.
Lucien-Samir Oulahbib