Hace unos días, escribí para La Verità, y luego volví a proponer a los lectores de mi blog Duc in altum, una "crónica del futuro" medio seria en la que imagino que, en un mundo empobrecido por el despotismo impuesto tras el Covid, los ciudadanos, ahora considerados todos potencialmente enfermos, se les implanta un microchip. El pretexto es garantizar la salud pública, pero el objetivo es controlar el pensamiento.
"Eres un teórico de la conspiración", me dicen algunos cuando me dejo llevar por estas fantasías distópicas, pero ahora ya no es distopía, ni fantasía. Es la realidad a la vuelta de la esquina.
El gurú del globalismo Klaus Schwab, de ochenta y dos años de edad, profesor de economía política en la Universidad de Ginebra y fundador y actual director ejecutivo del Foro Económico Mundial, más conocido como el Foro de Davos, ha dejado claro que la cuarta revolución industrial (la que vivimos tras el advenimiento de Internet, los procesos de virtualización y la utilización de las máquinas que reemplazan cada vez más al hombre) conducirá pronto " a una fusión de nuestra identidad física y biológica", y en su libro Shaping the Future of The Fourth Industrial Revolution explica que la operación se realizará precisamente a través de un microchip implantado en cada persona y capaz de leer sus pensamientos.
Estamos en pleno transhumanismo, un instrumento del Gran Reinicio ya iniciado con las medidas tomadas para hacer frente a la pandemia de Covid-19.
"Great Reset" es la expresión utilizada por los defensores de la globalización para describir la operación que nos lleva al mundo del mañana, un mundo que en muchos aspectos ya está aquí.
La utilización generalizada de los tests para identificar el mayor número de positivos, es un ejemplo de los métodos utilizados. Mantener viva una epidemia para legitimar la restricción, o la abolición de las libertades fundamentales y para alimentar el miedo es un paso decisivo. La política de bloqueo y el colapso de la economía son los pasos siguientes y relacionados, con una profunda crisis de la clase media, y un empobrecimiento general, pero frente, como ya vemos, al crecimiento de la riqueza y el poder de los que ya son súper ricos.
No hace falta ser adivino para ver que la propiedad privada y la libertad individual son los dos mayores obstáculos en el camino hacia el Nuevo Orden Mundial. Por eso el Great Reset está dirigido precisamente a estos dos valores esenciales de la civilización occidental.
La narrativa proporcionada por los medios de comunicación alineados desempeñará un papel decisivo tanto en el fortalecimiento del proyecto, como en la difusión del miedo (necesario para que la gente acepte renunciar a una parte cada vez mayor de la libertad a cambio de la salud), y en el aumento de los sentimientos de culpabilidad.
Es fácil imaginar medidas represivas contra los no alineados y los reacios: los apóstoles, o los que no caen en la trampa, como habría dicho Giuseppe Prezzolini.
Toda la operación nos será impuesta como una forma de solicitud benévola por parte de los organismos que rebosan de bondad y humanitarismo, pero de nuevo, nada nuevo. Muchos han predicho que el enemigo vendrá disfrazado de humanitarismo, todo pacifismo, solidaridad e igualdad.
Pero volvamos a Schwab y a su libro. El autor explica que las tecnologías permitirán cada vez más a las autoridades "inmiscuirse en el espacio, hasta ahora privado de nuestra mente, leyendo nuestros pensamientos, e influyendo en nuestro comportamiento". Y como es mejor prevenir que combatir, " la tentación aumentará, para las fuerzas del orden y los tribunales de utilizar técnicas para determinar la probabilidad de una actividad delictiva, evaluar la culpabilidad o incluso recuperar los recuerdos directamente en el cerebro de las personas". Por consiguiente, "incluso el cruce de una frontera nacional puede requerir un día un detallado escáner cerebral para evaluar el riesgo de seguridad de una persona".
“Las tecnologías de la cuarta revolución industrial", escribe Schwab, "no sólo serán parte del mundo físico que nos rodea, sino que serán parte de nosotros. Y ya podemos ver eso. De hecho, "algunos de nosotros ya sentimos que nuestro smartphone se ha convertido en una extensión de nosotros mismos. Es casi seguro que los dispositivos externos de hoy, desde ordenadores portátiles hasta auriculares de realidad virtual, se implantarán en nuestros cuerpos y cerebros”.
Alguien señaló que Klaus Schwab, nacido en Ravensburg en 1938, es el hijo de la Alemania de Adolf Hitler.
Ahora que las ideologías están muertas y enterradas, las nuevas consignas tienen un tranquilizador sabor tecnocrático más que político. Se habla de la gobernanza mundial, la bioseguridad, el Gran Reinicio, pero detrás de todo esto no es difícil distinguir los viejos fantasmas.