La nueva edición de La Torre, la mítica revista dirigida por Julius Evola en 1930, acaba de ser publicada por la editorial Mediterranee; es una versión crítica y actualizada con notas, bibliografías y análisis en profundidad. Además de ser un documento histórico como pocos, esta reedición da testimonio de un enfoque "metapolítico" y "espiritual", que ha tratado de orientar la política de la época en un sentido distinto del que tomó en años posteriores. Con motivo de esta nueva edición, informamos, con el amable permiso del editor, de una nota firmada por Evola en el cuarto número de la revista, el 16 de marzo de 1930, en la columna que dirigió, L'Arco e la Clava. Aquí el filósofo responde claramente a todas esas publicaciones periódicas (La Volontà d'Italia, Roma Fascista, L'Italia Letteraria, L'Ora, etc.) que lo acusaban de "catastrofismo", porque, como es sabido, había abordado el tema del fin de las civilizaciones. En esta respuesta, Evola no sólo se anticipa a los análisis más conocidos hoy en día en todo el mundo, contenidos por ejemplo en textos como El Nuevo Mundo de Huxley (1932), La Dialéctica de la Ilustración de Horkheimer y Adorno (1947), 1984 de Orwell(1949) y El hombre a una dimensión de Marcuse (1964), sino que también ofrece un retrato despiadado, un análisis cuasi quirúrgico de nuestro mundo. En esta singular variación sobre el tema del "fin del mundo" (cuyo espectro sigue deambulando en el debate público actual), Evola imagina sin embargo una calamidad muy distinta de las literarias y distópicas a las que nos hemos acostumbrado, para acabar describiendo de hecho... nuestra contemporaneidad, con sus tics y tabúes, con todas sus máscaras y actores que el lector -estamos seguros- no tendrá problemas para reconocer. También porque a menudo no hay necesidad de que los desastres naturales - o las pandemias, se podría añadir, se vuelquen en la distopía. Una civilización también puede morir de forma natural. Tal vez sea el caso de la nuestra.
Andrea Scarabelli.
Texto de Julius Evola
El mundo occidental se dirige hacia su "fin". ¡Pero es precisamente lo que significa "fin" lo que debe ser entendido! Nuestros puntos de referencia no son en absoluto los que se utilizan actualmente. No estamos profetizando, estamos demostrando - mediante la observación de personajes y procesos específicos de la historia y la cultura - el declive de una civilización, y ese mismo hecho, a los ojos de la mayoría de la gente, podría asumir un aspecto muy diferente y nada alarmante.
Expliquemos esto con un ejemplo. No creemos en absoluto que el fin del mundo occidental deba tener necesariamente este aspecto coreográfico y catastrófico en el cual la mayoría de la gente piensa inmediatamente. No se tratará necesariamente de cataclismos, ni siquiera de estas nuevas guerras mundiales, de cuyos horrores ya se ha hablado mucho y de los resultados de un posible exterminio de la raza humana; no, más sencillamente, muchos seres vivos ya nos están mostrando este declive, de manera sombría. Al contrario, una guerra... otra buena pero radical y aplastante finalidad... ¿qué más pueden esperar los que todavía tienen esperanza?
Vemos aún más oscuro. Esta es, por ejemplo, una de las formas en que, entre otras cosas, podríamos también retratar el "fin del mundo".
No más guerras. Hermandad universal. Nivelación total. La única consigna: obedecer - incapacidad, de convertirse en "orgánico" dada la contraeducación de las generaciones sucesivas, cuando uno debe hacer todo menos obedecer. No hay dirigentes. La omnipotencia de la "sociedad". Hombres, medios de acción sobre las cosas. La organización, la industrialización, el mecanismo, el poder y el bienestar físico y material alcanzarán alturas inconcebibles y vertiginosas. Cuidadosamente liberados científicamente del ego y de la mente, los hombres se volverán muy saludables, atléticos, trabajadores. Partes impersonales de la inmensa aglomeración social, nada, después de todo, las distinguirá de las demás. Sus pensamientos, su forma de sentir y juzgar serán absolutamente colectivos.
Con los demás, incluso la diferencia moral entre los sexos desaparecerá, y también es posible que el vegetarianismo forme parte de los hábitos racionalmente adquiridos de este mundo, justificándose en la similitud evidente de las nuevas generaciones con los animales domésticos (los animales salvajes sólo podrán existir en unos pocos jardines zoológicos). Las últimas prisiones encerrarán en el aislamiento el más aterrador de los últimos agresores de la humanidad: los pensadores, los testigos de la espiritualidad, los peligrosos maníacos del heroísmo y del orgullo guerrero. Los últimos ascetas se extinguirán uno por uno en las cumbres o en medio de los desiertos. Y las misas serán celebradas por poetas oficiales y autorizados, que hablarán de los valores civiles y cantarán la religión del servicio social. En ese momento, un gran amanecer se levantará. La humanidad se regenerará de verdad, y ya no recordará los tiempos pasados que ahora se consideran "bárbaros".
Ahora: ¿quién os permitiría de llamar "fin" este fin ? ¿Para ver, con nosotros, el colapso total, la caída final? ¿Sería capaz de concebir un mito más espléndido, un futuro más brillante para la "evolución".