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"Destruir los rostros, la libertad, la religión y la economía, la simple libertad del cuerpo y la mente -que va a convertirse, que ya está cautivada por el permanente miedo al pánico de este virus- no es sucumbir al pánico y a la supuesta incompetencia de los gobiernos socialistas o liberales de este estúpido mundo moderno: es aplicar fríamente una agenda totalitaria impuesta a casi todos los países para desmantelar la humanidad y luego aniquilarla total y demográficamente. Y digo que esto no es un acto de teoría de la conspiración (que puede llevarte a la cárcel en Australia, un país creado por el terrible Imperio Británico para este propósito) sino un acto de teoría de la observación. Ciertamente, cien años de televisión, radio y teléfonos inteligentes habrán creado una subhumanidad deseosa de acabar con ella felizmente, pero esto no es razón para acabar con nosotros con ella".
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