Por: Esteban Cruz Niño.
Matanzas de niños, y un demonio asesino que acompañaba a Santa Claus, son los orígenes de esta fiesta pagana
Aunque la Navidad es la fiesta más esperada por niños y comerciantes, para muchos representa una tortura. Aquellos que están solos, abandonados y despechados, sienten como si alguien les removiera sus heridas.
Sin embargo, la Navidad no solo es impopular para aquellos que cargan consigo el dolor de los duelos y las separaciones. Históricamente, su celebración esconde un trasfondo oscuro y misterioso. Numerosas tradiciones y hechos sangrientos han sido sepultados bajo la estrategia comercial de miles de marcas que han transformado a la fiesta en un paraíso consumista.
Lo cierto es que la Navidad representa el nacimiento de Jesús de Nazaret que, según la biblia, fue un hecho angustiante. José y María huían de las tropas romanas, y por eso terminaron escondidos en un pesebre. Aunque lo que sucedió después fue peor, de acuerdo con el Evangelio de Mateo, el rey Herodes, al enterarse de la visita de los Reyes Magos, ordenó que asesinaran y degollaran a todos los niños menores de dos años. Orden que se cumplió dos días después, cuando miles de bebes fueron apuñalados o ahorcados en el centro de las aldeas; es por ello que celebramos el día de los Santos Inocentes el 28 de diciembre.
Si el origen de la fiesta es un poco sangriento, muchos de los iconos que adornan las casas, los parques y los andenes, también tienen un origen macabro. Papa Noel, por ejemplo, está fundamentado en una deidad nórdica que premiaba a los niños buenos, que se sincretizó con la imagen de un obispo griego llamado Nicolás de Bari, quien vivió en el siglo IV, en la península de Anatolia (actual Turquía).
Antes que tuviese su famoso vestido rojo y blanco (que fue impuesto por los publicistas), tenía ropas verdes, marrones e incluso negras.
Pero lo realmente macabro es quien lo acompañaba. Según la tradición de algunos países alpinos, al viejo barrigón y barbudo, lo seguía El Krampus. Una criatura demoníaca con cachos y cola, que castigaba a los niños malos, metiéndolos en un costal y llevándoselos para torturarlos y comérselos.
Las imágenes del Krampus abundan en los textos del siglo XIX, y sus efigies son realmente espeluznantes. Fue tan solo, con la utilización de los regalos, que el comercio y la publicidad se encargaron de borrarlo lentamente del inconsciente colectivo.
A pesar del intento de los medios por alegrar la época, existen casos que van más allá de los demonios y los monstruos, como es el de Jeffrey Bruce Pardo, un psicópata norteamericano nacido en 1966, que en el año 2008, llegó faltando cinco para las doce a la casa de su antiguos suegros, en la ciudad de Corvina, California (no confundir con el pescado), llamó a la puerta disfrazado de Papa Noel, portando un arsenal de armas y un aparato para rociar gasolina envuelto como si fuera un regalo.
Una niña le abrió completamente feliz, pero recibió un disparo en la cara. Luego, entró a la casa y comenzó a disparar liquidando a sus antiguos suegros (dos ancianos de ochenta años).
Nueve personas fueron asesinadas, y otras veinticinco quedaron heridas. Para rematar disparó a las mascotas, incendió la casa, quemó los automóviles de los invitados (y los vecinos), y huyó a la residencia de un hermano.
Debido al fuego, su traje de Santa Claus se quemó y se le adhirió al cuerpo. Se sentó en medio de la sala, y mientras el mundo celebraba la Navidad, se llevó un revolver a la sien y se pegó un tiro. Convirtiéndose inmediatamente en uno peores asesinos en masa de la historia de los Estados Unidos.
No obstante, estos casos, son hechos aislados y tradiciones antiguas. Así que, a disfrutar de la Navidad y controlar su magia antes de ser transformado en un buñuelo por el exceso de trangantina, o caer en la ruina por las tarjetas de crédito. Solo por curiosidad recomiendo escuchar la canción; “Esta Navidad no es Mia” de Darío Gómez, como banda sonora de este artículo.
*Antropólogo, candidato a doctorado en historia. Profesor de la Universidad del Rosario y autor de los libros Los monstruos en Colombia sí existen y 13 relatos infernales.
Fuente: las2orillas.